Berlusconi vuelve a interpretar su mejor papel: el de sí mismo

En primer lugar el momento elegido para la emisión –aplazado en múltiples ocasiones- ha sido fijado de tal forma que se logre acaparar la atención horas antes de la Comisión del Senado que votará su expulsión del mismo por la condena por fraude fiscal, algo que podría tener consecuencias determinantes en su apoyo al Ejecutivo del socialdemócrata Enrico Letta.

El día tampoco se ha escogido sin más. El pasado martes el Tribunal Supremo le condenó, de forma definitiva, a pagar más de 500 millones de euros por el caso en el que se juzgaba el daño patrimonial que infligió a su grupo rival en la pugna por la editorial Mondadori. La sentencia concluyó que il Cavaliere se hizo con ella gracias al soborno de uno de los jueces que le dio la razón en 1991.

Han sido 16 minutos en los que hemos vuelto ver al mismo Berlusconi que antaño . A sus 76 años ha demostrado que mantiene intacta su capacidad de actuación. Por ello ha sabido muy bien qué palabras pronunciar, en qué tono emplearlas y dónde situarlas. Detrás de él, una fotografía con sus hijos y nietos y, siempre con la mirada fija ante la cámara, ha establecido dos bases en su mensaje. De un lado, apelando al «corazón» de los italianos para salvar al país de una «democracia a medias». Del otro, volviéndose a mostrar, como siempre, como una «víctima de una sentencia política, monstruosa» . En definitiva, hemos vuelto a escuchar el más puro mensaje «berlusconiano».

Seguir en la escena política

El tres veces primer ministro de Italia ha vuelto a ser capaz de acaparar la atención del país llegando incluso a emplear un tono electoral. «Estaré siempre con vosotros, expulsado o no del Senado. Se puede hacer política, incluso, sin estar en el Parlamento. No es el escaño el que hace a un líder , sino que es el consenso popular, el que nunca me ha fallado y estoy seguro de que no me faltará tampoco en el futuro».

Así, ha pedido la ayuda de los italianos que, más que votantes a los que solicita la mayoría, parecen, en sus palabras, misioneros que tienen en sus manos la última oportunidad de salvar a Italia de la «catástrofe»: «Estoy convencido de que me dais la razón, de que compartís mi alerta, de que sabréis responder a mi llamada, que es una llamada de amor hacia Italia [...] Forza Italia, ¡Forza Italia!».

Il Cavaliere deja claro de este modo, de nuevo, que ni la que es su gran fantasma, la justicia, podrá retirarle ni de su lucha contra una magistratura que se ha convertido en «un contrapoder del estado, politizada y con inmunidad», ni de su objetivo por imponer unas medidas económicas regidas por el liberalismo. Berlusconi, como siempre, se resiste a marcharse .