Golpe militar contra Mursi con apoyo de los jefes religiosos
El Ejército suspende la Constitución y forma un gobierno de tecnócratas, dirigido de forma interina por el presidente del Constitucional
PAULA ROSAS
Rodeado de figuras políticas, religiosas y militares, el jefe de las Fuerzas Armadas egipcias, Abdel Fatah el Sisi , anunció ayer el fin de la presidencia de Mohamed Mursi . En lo que los fieles al presidente describen como un golpe de Estado ... y sus detractores como la justa y legítima voluntad del pueblo, el Ejército cumplió su amenaza y anunció anoche una hoja de ruta para el país de la que el islamista no forma parte y que pasa por suspender la Constitución, convocar elecciones presidenciales y la formación de un gobierno tecnócrata de unidad con plenos poderes. El presidente del Tribunal Constitucional asumirá la presidencia de forma interina.
El jeque de la mezquita de Al Azhar, máxima autoridad religiosa suní, Ahmed el Tayeb, y el Papa de los cristianos coptos, Tawadros II, respaldaron la «hoja de ruta» de los militares y pidieron el adelanto de elecciones . Petición a la que se sumaron también e líder de la oposición laica, Mohamed el Baradei, y los salafistas (islamistas radicales) del partido Nour.
Barrios enteros de la capital estallaron en aplausos y gritos de alegría en cuanto se conoció la noticia, mientras que la plaza Tahrir , donde decenas de miles de personas estaban congregadas, recordó a aquella noche de febrero en 2011, cuando un breve comunicado anunció el fin de la dictadura de Hosni Mubarak. La desolación y la rabia se impusieron en la concentración de apoyo al presidente, en el barrio de Medinat Naser.
Cuatro horas después de que venciera el ultimátum dado por las Fuerzas Armadas al presidente para que negociara una salida a la crisis con la oposición, Al Sisi anunciaba que se habían realizado diferentes propuestas al mandatario para salir de la crisis, pero que Mursi no había cumplido «con las expectativas del pueblo egipcio».
Todo hacía presagiar este desenlace cuando a primera hora de la tarde de ayer el Ejército reforzó el control de varias instituciones claves e incluso despachó a militares al edificio de la televisión estatal, supuestamente para controlar la retransmisión del comunicado tras el ultimátum. Las Fuerzas Armadas habían estado negociando con los diferentes grupos políticos y sociales hasta el último minuto, sin que se pudiera llegar finalmente a un acuerdo con la presidencia y los Hermanos Musulmanes.
Abdel Fatah el Sisi se reunió por la mañana con representantes de diferentes formaciones y fuerzas políticas como el Nobel de la Paz Mohamed el Baradei , portavoz del Frente del 30 de Junio, o miembros del partido salafista Al Nur, además de con el gran jeque de Al Azhar, la principal institución suní del mundo, y el Papa copto Teodoro II. Horas después, todos ellos acompañaban al general en la intervención televisiva en la que anunció la destitución de Mursi. Al encuentro, cuyo objetivo era consensuar la hoja de ruta para esta nueva transición, habían sido invitados miembros del brazo político de la cofradía islamista, pero su presidente, Saad el Katatni, se negó a reunirse con los militares.
No era de extrañar. Previamente, Mursi desafió al Ejército y aseguró que defendería su legitimidad «con su sangre». En un comunicado publicado poco después de expirar el ultimátum, el presidente reiteraba su iniciativa para crear un gobierno de coalición nacional hasta la celebración de elecciones legislativas, propuesta que no ha sido suficiente para la oposición que, volcada en las calles, ya no se conformaba con menos que su dimisión.
La primera sangre
En el barrio de Medinat Naser, los fieles a Mursi juraban que los tanques tendrían que pasar por encima de sus cuerpos si querían retirar al presidente del poder. Para moverles de su sitio «tendrá que haber violencia, ya sea del Ejército, de la Policía o de mercenarios», señalaba ayer con gran dramatismo Esam Hadad, uno de los asesores más cercanos al presidente Mursi, quien pronosticaba que «habrá un derramamiento de sangre considerable». «Por el bien de Egipto y la exactitud histórica, llamemos a lo que está pasando por su nombre verdadero: golpe de Estado militar», reivindicó Hadad. En su primera reacción tras el golpe, los Hermanos Musulmanes anunciaron que la acción del Ejército es «un golpe de Estado militar que deteriora la voluntad popular y devuelve a Egipto al despotismo».
El Ejército, que llevaba varios días desplegado en diferentes puntos estratégicos de la capital, priorizó ayer la protección de las concentraciones rivales, e instaló tanques y controles en las principales entradas tanto de las manifestaciones a favor de Mursi como las de sus detractores. La experiencia del día anterior, en el que murieron una veintena de personas en ataques a estas concentraciones, había sentado un precedente y el Ejército no quiso arriesgar. En un comunicado emitido con el dramático título de «Las horas finales», las Fuerzas Armadas ya habían advertido de que estaban dispuestas a sacrificar su sangre por Egipto y su pueblo frente a cada terrorista extremista o ignorante».
Pese a todas las medidas adoptadas, al filo de la pasada medianoche se contaban ya en Egipto al menos una decena de muertos y un centenar de heridos. T odo el mundo se decía dispuesto a verter su sangre y caían los primeros muertos tras el golpe.
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