Los inversores alternativos de África
Pese a la creencia popular, Malasia (y no China) es el mayor socio asiático de inversión extranjera directa del continente
EDUARDO S. MOLANO
China, Estados Unidos y la Unión Europea. De tanto escucharse, el mantra parece haber perdido su significado. En los últimos tiempos, el continente africano ha apelado de forma continua a las tres potencias globales para solucionar sus miserias económicas. Sin embargo, si uno analiza las ... cifras reales puede llevarse más de una sorpresa.
Según un reciente informe de Naciones Unidas, Malasia se encuentra ya por delante de China en términos de inversión extranjera directa en África y la brecha es cada vez mayor.
En el documento se detalla, además, cómo este montante operativo (19.000 millones de dólares, en los que se incluyen fusiones o adquisiciones transfronterizas) ha situado a Malasia ya en el tercer escalafón de las inversiones regionales, tan solo por detrás de Francia y Estados Unidos en 2011, último año del que hay datos disponibles.
Mientras, China e India se mantienen en cuarta y quinta posición.
Destacable es también el caso de este último país.
En la carrera por los recursos naturales de África -petróleo y gas-, la India se apoya en la transferencia de tecnologías y en la colaboración educativa.
Así, en Nigeria forma a ingenieros y en Kenia, Tanzania y Etiopía prepara a expertos agrónomos para replicar su éxito en la agricultura (en este sentido habría que diferenciar, claramente, a este sector con los indios de tercera generación, ya asentados en el país y que controlan la economía local).
Por ejemplo, la E-Red Pan-África, creada por la India, es el mayor proyecto de educación a distancia de África y ya llega a 12 países del continente. En Ghana ha creado el Instituto India-África de Información de las Tecnologías. De esta forma el país asiático trata de posicionarse como un socio constructivo, sin la etiqueta de potencia colonial y explotadora.
El gigante asiático también tira de cartera, como se vio en la Segunda Cumbre India África en mayo del 2011, la segunda en tres años. Entonces el primer ministro indio, Manmohan Singh, anunció la concesión de 3.800 millones de euros en préstamos y 700 millones de euros en ayudas a la educación, ferrocarriles y misiones de paz. Un año antes estas ayudas se redujeron a 19 millones. «La India trata de alcanzar sus objetivos a través del poder blando. Pero pasará una década antes de que sus esfuerzos comiencen a dar resultado de verdad. En estos momentos China está muy por delante», afirma Suresh Kumar, jefe del departamento de Estudios Africanos de la Universidad de Nueva Delhi.
«El continente africano tiene una importancia estratégica mucho mayor para la India que para China. Fundamentalmente, en materia energética», destaca, por su parte, Gerard McCann, profesor de historia en la Universidad de York y autor de «India in Africa: Changing Geographies of Power».
Brasil y Turquía, a la expectativa
Sin embargo, las sinergias entre el continente africano y los países emergentes no se limitan a India. En los últimos tiempos, el banco de inversión brasileño BTG Pactual ya ha mostrado su interés en crear el mayor fondo mundial de inversión para África, centrándose en áreas como infraestructura, energía y agricultura.
«Brasil ya ve a África como la última frontera para su crecimiento», destaca Lyal White, miembro del sudafricano Instituto Gordon de Ciencias Empresariales.
No en vano, el comercio entre Brasil y África pasó de 4 mil millones de dólares en 2000, a cerca de 20 mil millones en 2010.
La cuestión, eso sí, para otros países se ha agudizado en el último año. En agosto de 2011, el primer ministro turco, Recep Erdogan, visitaba junto a su familia la capital de Somalia, Mogadiscio, donde se reunió con el presidente, Sheikh Sharif Ahmed.
La visita fue un hecho especialmente significativo, no solo porque Erdogan fuera el visitante de más alto perfil en el país en los últimos 19 años, sino también por las intenciones del mandatario: en aquel momento Ankara se comprometió a aportar 250 millones de dólares para aliviar la hambruna que padecía el país, así como a iniciar la reconstrucción del Estado. Precisamente, solo unos meses después, Turkish Airlines se convertía en la primera línea aérea en ofertar vuelos comerciales regulares (dos veces por semana) a Mogadiscio desde Europa.
Las razones, no obstante, no son solo económicas.
Como destaca el analista Ronan Farrell, los elementos más conservadores de la política otomana tienen un especial interés en colaborar en la edificación económica de estados musulmanes en el continente africano. De igual modo, el interés de Turquía en Somalia parece ser parte de una estrategia que combina un deseo genuino de mejorar su imagen de cara al exterior.
Éste es el caso del reciente acuerdo ofrecido al propio Gobierno somalí ante la acuciante piratería que asuela sus costas.
El trato no podría ser más simplista: Seguridad por pescado. Diez millones de dólares para equipar a la guardia costera a cambio de un derecho preferente en la adquisición de la fauna que campea en las aguas del Índico (pese a que el imaginario colectivo identifica a los somalíes como grandes consumidores de pescado, algunos clanes no lo incluyen en su dieta).
Irán: diversificar el petróleo
El último caso en este nuevo comercio es Irán. En los últimos años el país de los ayatolás se encuentra en la encrucijada de mantener una economía saludable, mientras padece las sanciones por parte de los países opuestos a su programa nuclear.
En este sentido, la pérdida de acceso a los mercados extranjeros amenaza con aislar por completo al Estado. Por ello, Teherán intenta recientemente diversificar sus exportaciones de petróleo para incluir a las economías en crecimiento en África.
Esta apertura de los mercados de exportación, ya en sí misma, genera un aumento de la resistencia contra las sanciones económicas presentes y futuras. Además, el suministro de petróleo a las economías africanas es también un lubricante útil para permitir otras formas de cooperación diplomática y de seguridad con el continente.
Porque el antiguo mantra económico parece ya haber quedado obsoleto.
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