La plácida vida de los autores de la segunda mayor matanza de la historia de ETA
El viernes se cumplen 50 años del primer ataque indiscriminado de la banda terrorista contra civiles, que causó 13 muertos en la Cafetería Rolando de Madrid. No se reivindicó hasta 2018 y sus autores nunca fueron detenidos. Han podido vivir tranquilamente en Francia
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Madrid
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Iniciar sesiónBernard Oyarzábal Bidegorri y María Lourdes Cristóbal Elhorga nunca pagaron por sus crímenes. A la gran mayoría de los españoles ni siquiera le suenan sus nombres, a pesar de ser los autores del atentado más sangriento de la historia de ETA en Madrid y el ... segundo en España tras la masacre de Hipercor. El 13 de septiembre de 1974, a eso de las 14.00 horas, estos dos jóvenes entraron en la cafetería Rolando, ubicada en la céntrica calle del Correo, y se sentaron en una de las mesas del salón principal.
«Eran un hombre y una mujer de unos veinticinco años que llevaban bultos, ambos con el pelo largo y de una estatura corriente», declaró Ismael, uno de los camareros, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En los interrogatorios posteriores fue incapaz de precisar en qué consistían los bultos. A esa hora, el salón empezaba a llenarse con clientes asiduos de la Dirección General de Seguridad (DGS), como Concepción, administrativa, y con caras nuevas como una maestra de Ciudad Real que visitaba Madrid (Francisca), una pareja de recién casados de Aragón (Antonio y María) y un matrimonio que había dejado a sus hijos con la abuela, en Galicia, para irse de escapada a la capital.
De acuerdo con las fuentes consultadas por Gaizka Fernández y Ana Escauriaza –que mañana presentan en Madrid 'Dinamita, tuercas y mentiras: El atentado de la cafetería Rolando' (Tecnos)–, era la tercera vez que Oyarzábal y Elhorga acudían a ese comedor en un mes. Ante el temor a ser reconocidos y que descubrieran sus planes, la etarra vascofrancesa fingió sentirse indispuesta. Cuando el camarero fue a la barra solícito a por una infusión para ella, la pareja se esfumó. Al lado de la mesa dejaron el maletín.
El origen del mal: así fue la reunión secreta en el que ETA decidió empezar a asesinar
Israel VianaOcurrió en una reunión de etarras llena de tensión en Guetaria celebrada en 1967, ocho años después de la fundación de la banda terrorista en la que sus miembros se acusaron de ser únicamente «un grupo que lanza bravuconadas»
Pocos minutos después, sin ninguna llamada anónima de advertencia, la cafetería saltó por los aires con toda la clientela y la plantilla dentro. El reloj marcaba las 14.30. El «bulto» contenía 30 kilos de explosivos y tuercas de 2 centímetros de diámetro para provocar el máximo daño posible, en el que fue el primer atentado indiscriminado contra civiles de la historia de ETA. En total, 13 muertos y 71 heridos, 11 en el acto y dos posteriormente. Un testigo contó a ABC: «Fue una explosión seca y tremenda. De repente, se apagó la luz y una lluvia de cascotes cayó sobre nosotros. En ese momento, ni siquiera oímos gritos, solo el impresionante y ensordecedor ruido. Los cristales volaron por los aires y después todo fue confusión».
Un policía
Los terroristas eligieron el establecimiento porque estaba pegado a la DGS, el objetivo que primero barajaron. Se ubicaba en la Real Casa de Correos, actual sede de la Comunidad de Madrid, junto a la Puerta del Sol. Al estar siempre llena de policías, llegaron a la conclusión de que era imposible dejar una bomba sin ser interceptados, así que eligieron la cafetería Rolando. Se suponía que muchos agentes acudían allí a comer, pues solo tenían que cruzar la calle.
'Dinamita, tuercas y mentiras: El atentado de la cafetería Rolando'
- Autores: Gaizka Fernández Soldevilla y Ana Escauriaza Escudero
- Editorial: Tecnos
- Páginas: 256
- Precio: 24 euros
Su intención era provocar una escabechina entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero solo mataron a un inspector de la Policía Nacional: Félix, de 46 años, que murió dos años después por consecuencia de las heridas. El resto eran un mecánico, un comercial, una telefonista, una maestra, un panadero y su esposa, un ferroviario, la citada administrativa de la DGS, un empleado de las artes gráficas, un cocinero y un camarero de la cafetería y una estudiante de 20 años. «Fue un salto cualitativo importante, porque ETA pasó de atentar contra objetivos individuales y seleccionados, a matar indiscriminadamente, sin importar a cuánta gente mataba y quiénes eran. Comenzaron a imitar los ataques de grupos terroristas como los neofascistas en Italia o el IRA en los pubs de Londres o Birmingham», explica Fernández, responsable también de Investigación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo.
Ismael, el camarero que atendió a Bidegorri y Elhorga, recordó después que, tras marcharse la pareja, se fue a preparar unos cafés a la máquina, cuando «experimentó una especie de fuerte descarga eléctrica que le dejó agarrado de la cafetera sin poder desasirse de ella, a la vez que sentía hundir se el suelo bajo sus pies y se quedó colgado y aturdido». Cuando pudo soltar la cafetera, se desplomó al sótano. A los pocos minutos logró ponerse en pie y ascendió a la planta principal «ayudando a otra persona que no recuerda», según el informe consultado por Fernández y Escauriaza. Como otros heridos, Ismael salió a la calle semidesnudo. La onda le había arrancado la ropa.
«Fue horrible»
En el cercano hostal Ruano, Benilde estaba tendiendo la ropa en el patio interior cuando «oyó una gran explosión y sintió, a la vez, una gran sensación de calor y vio cómo subían los escombros». La ráfaga la arrojó dos metros hacia el interior del establecimiento. Unos clientes la levantaron del suelo y ella bajó a la calle. Allí la escena era dantesca, como reconoció al diario 'Pueblo': «Llegué a tropezar con una pierna de mujer. Estaba separada del tronco. Fue horrible».
Exposición: 'Cincuenta imágenes para la memoria'
- Dónde: Real Casa de Postas (plaza de Pontejos, 3)
- Cuándo: Del 9 al 15 de septiembre
Muchas de las fotografías tomadas aquel día dan forma también a una exposición organizada por la Fundación Víctimas del Terrorismo, en colaboración con el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, con ayuda de la agencia EFE. La muestra, 'Cincuenta imágenes para la memoria', se inauguró ayer en la Real Casa de Postas y permanecerá abierta hasta el día 15. En ella se repasan los primeros atentados de ETA, como el de Carrero Blanco, pero sobre todo el de la calle del Correo.
Mientras los familiares de las víctimas se agolpaban aquel viernes frente a los restos de la cafetería Rolando, viendo cómo se extraían catorce camiones de escombros en busca de supervivientes, los autores de la masacre se refugiaban en un piso franco de Alcorcón. Durante 15 días, varios colaboradores de ETA les estuvieron llevando comida, hasta que finalmente pudieron escapar a Francia. Allí han logrado pasar desapercibidos 50 años y vivir tranquilamente.
Sin juicio
«¡Sí, siguen vivos! Nunca fueron detenidos. Hay un reportaje de 'El Mundo' y un documental de Telemadrid en el que, hace diez años, los encontraron en un pueblo de Francia. Se les puede ver en algún vídeo y foto. Tuvieron hijos y nietos y una vida feliz y próspera, sin que nadie les haya echado nada en cara. Bernard, que firma como 'Beñat Oiarzabal', llegó, incluso, a trabajar en la Academia de Lengua Vasca en Francia y se convirtió en un académico relevante, sin que nadie le reprochara la masacre cometida», añade Fernández.
En realidad, sí que fueron arrestados y procesados en Francia por un tribunal militar en 1975, pero únicamente por colgar pancartas en favor de los presos de ETA, no por la bomba en la cafetería Rolando. Durante el juicio tampoco fueron extraditados a España para responder por su crimen, a pesar de que estaban en busca y captura. Poco después, su historial quedó borrado gracias a la Ley de Amnistía de 1977. Bernard y María Lourdes quedaron limpios de antecedentes y sin juicio, con la posibilidad de vivir sin que su pasado les persiguiera. Ya no eran responsables de nada ante la ley.
Además, Oyarzabal contó con la ventaja de que inmediatamente después del atentado, los investigadores le confundieron con otro miembro de ETA y su nombre no trascendió. Eso hizo que pudiera vivir en el anonimato, estudiar Lengua en la Universidad de Vincennes, en París, y doctorarse en Burdeos en filología vasca. También pudo trabajar con Noam Chomsky en el MIT de Massachusetts y ser vicepresidente de la Real Academia de la Lengua Vasca hasta 2012, además de director del Centro de Investigación Lingüística IKER de la Universidad de Pau. Por esa labor, recibió varios premios.
El debate de ETA
La trayectoria de Elhorga, su mujer, fue igualmente plácida y familiar tras el atentado. Era hija de dos exiliados españoles que llegaron a Francia en 1936, al comienzo de la Guerra Civil. Ella nació en la localidad francesa de Cadillac, en la región de Aquitania. Hasta donde supo 'El Mundo' y Telemadrid, la pareja vive en Herauritz, el pueblo de Oyarzabal, en el campo, a unos 150 kilómetros de Bayona y San Sebastián. Durante décadas y hasta su jubilación, la etarra fue funcionaria administrativa de asuntos sociales al servicio del Estado francés, sin que nadie supiera a su alrededor que había cometido la masacre.
«El atentado fue de tal magnitud que produjo un debate muy duro dentro de ETA –añade a ABC Gaizka Fernández–. La banda ya arrastraba una crisis muy fuerte desde hacía dos años, con graves enfrentamientos a raíz del asesinato de Carrero Blanco, porque una facción estaba cometiendo atentados por su cuenta, sin permiso del resto de la cúpula, como el de Rolando. Al ver los civiles muertos, las reuniones sobre si reivindicaban la acción fueron muy intensas. Se redactaron hasta tres comunicados, desde el que lo asumían, hasta el último en que aseguraban que ETA no había tenido nada que ver, que era obra de la extrema derecha con ayuda de la dictadura. Una cosa loca que, por desgracia, mucha gente se creyó».
ETA tardó más de 40 años en reconocer su responsabilidad. Lo hizo en el último número de 'Zutabe', el boletín interno de la banda, en abril de 2018. La organización admitió la autoría de 758 muertes y 2.606 acciones, incluídos dos atentados que nunca habían reivindicado: el asesinato de tres personas en Tolosa (Guipúzcoa), en 1981, tras confundirlas con policías, y el de la cafetería Rolando.
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