La noche de fiesta que Isabel II se corrió de incógnito por las calles de Londres: «Estaba aterrorizada»
El 8 de mayo de 1945, cuando se anunció el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, la entonces Princesa heredera se marchó con su hermana Margarita y un grupo de amigos a celebrar la victoria de los aliados en una madrugada llena de anécdotas
Israel Viana
Madrid
Isabel II solo se atrevió una vez en su vida a salir del Palacio de Buckingham sin escolta, de incógnito, para mezclarse con la multitud. Algo así como la escena en la que Anthony Quinn recorre las calles de Roma sin que nadie le ... reconozca, poco después de que su personaje sea elegido Papa en 'Las sandalias del pescador' (1968), pero en la vida real. En el caso de la recién fallecida Reina de Inglaterra, esta inusual aventura se produjo el 8 de mayo de 1945, el día en que se anunció el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, aunque la monarca no lo reveló hasta cuarenta años después en una insólita entrevista para la BBC.
«Fue una de las noches más memorables de mi vida», aseguró la monarca. Su vida había dado un vuelco nueve años antes de aquel inolvidable Día de la Victoria. Concretamente, en diciembre de 1936, cuando pasó de ser una niña de 10 años alejada de los focos a convertirse en la primera opción en la línea de sucesión al trono británico por la abdicación de su tío, Eduardo VIII, al que se había acusado de tener ciertos vínculos con la Alemania nazi.
Su padre, Jorge VI, fue proclamado Rey de forma inesperada en una época convulsa que desembocaría en la guerra más devastadora de la historia de la humanidad. Seis años en los que, mientras los políticos y los militares tomaban las decisiones referentes al conflicto, los monarcas se dedicaron a insuflar ánimos en la población. Un papel que la Princesa Isabel asumió a la perfección, al mismo tiempo que comenzaba su noviazgo con un Felipe de Edimburgo que no se encontraba con ella cuando los británicos tomaron las calles para celebrar la victoria sobre los nazis.
El Rey consorte estaba a bordo del Missouri, el acorazado estadounidense de clase Iowa en el que los japoneses firmaron su rendición poco después, y no regresó a Inglaterra hasta enero de 1946. A pesar de ello, a la Princesa Isabel no le faltó compañía cuando, poco después de las 20.00 horas, le preguntó su padre si podía unirse a los festejos con su hermana. Margarita tenía solo 14 años y ella, 19, por lo que Jorge VI se mostró desconfiado y se resistió durante un rato.
La pandilla
Al final, ante la insistencia de ambas y con la emoción del momento, el monarca aceptó, con la condición de que no fueran solas, sino con algún grupo de amigos de confianza de la Casa Real. Al final se formó un grupo amplio, en el que se encontraban Margaret Rhodes, prima hermana de las princesas; Jean Woodroffe, amiga y dama de honor de la futura Reina; Lord Porchester, al que años después se le señalaría como supuesto amante, y Peter Townsend, un aviador condecorado de la RAF que se convertiría en el responsable de la caballerizas reales, entre otros. Les esperaba una noche llena de anécdotas que Isabel II no olvidaría el resto de su vida.
Según reconoció la Reina Isabel a la BBC: «Estaba aterrorizada por si nos reconocían en la calle, así que me puse una gorra del uniforme de los Guardias Granaderos [regimiento de infantería del Ejército Británico que forma parte de la guardia real británica]. Un oficial de este cuerpo que iba en nuestro grupo de 16 personas comentó que se negaba a ser visto en compañía de otro oficial vestido de manera inapropiada, así que tuve que ponerme la gorra de la forma adecuada».
Los testimonios de aquella noche fueron llegando con cuentagotas a lo largo de los años. En 2015, Channel 4 estrenó un documental con motivo del 60 aniversario del Día de la Victoria en el que se incluyeron entrevistas a Rhodes y Woodroffe, que no se separaron de la Reina durante la fiesta. La prima de la reina relató: «Cruzamos la explanada de Buckingham y llegamos a las rejas del palacio. Allí nos encontramos a la muchedumbre. Se respiraba un sentimiento general de 'queremos ver a los Reyes', al que nos unimos todos completamente exaltados. Nuestra sorpresa fue enorme cuando, cinco o diez minutos después, se abrieron las ventanas y estos salieron al balcón a saludar. Fue como una sensación de liberación para ellas. No creo que hubieran salido jamás del palacio para mezclarse entre millones de personas. Fue pura libertad para Isabel, como si se hubiera convertido en una persona corriente».
«Ola de felicidad y alivio»
Woodroffe, por su parte, añadió: «No recuerdo a quién se le ocurrió la idea, pero después salimos por una de las puertas traseras de Buckingham y nos dirigimos a la izquierda, donde había un gran centro comercial. Allí había mucha gente cantando y gritando». Pocos minutos después, los recuerdos de la Reina se centraron en la gran avenida que une Trafalgar Square con el Parlamento británico: «Filas enormes de personas que no se conocían de nada unían sus brazos y caminaban por Whitehall. Nosotros seguimos avanzando en medio de aquella ola de felicidad y alivio porque la guerra hubiera terminado». Y continuaba: «También me acuerdo de alguien de mi grupo que se intercambió el sombrero con un marinero holandés. Aquel pobre hombre tuvo que seguirnos durante un rato para recuperarlo».
La baronesa Jean Barker, que años después se convertiría en una de las figuras más famosas de la Cámara de los Lores, fue de las pocas que reconoció a la Princesa Isabel en las calles de Londres, percatándose de que pasaba completamente desapercibida. Había cogido el tren en Bletchley con sus amigos, esa misma noche, para unirse a la fiesta en la capital. «Durante la guerra toda la ciudad había estado muy oscura debido a los apagones, con solo los reflectores apuntando al cielo por si llegaban aviones enemigos, y muy poco tráfico en las carreteras. Y, de repente, hubo un repentino resplandor de luz. ¡Fue tan emocionante!», exclamó.
La política, que en aquel momento no conocía a la Princesa en persona, rememoró a continuación: «Mis amigos y yo nos fuimos corriendo al centro de Londres. Vi a Humphrey Lyttelton [respetado músico de jazz y comentarista de la BBC] tocando su trompeta como un loco en la parte trasera de un camión. Él iba con un amigo que era guardaespaldas de la Reina, así que me fijé y la vi a ella y a la Princesa Margarita mientras caminaban por las calles de Londres. Estaban allí como cualquier otra persona, apenas nos dimos cuenta de su presencia».
La conga del Ritz
El episodio descrito por Rhodes, la prima de la Princesa Isabel, ocurrido alrededor de las 23.30, fue realmente sorprendente: «Por alguna razón decidimos entrar por la puerta principal del Ritz y comenzar a hacer la conga. Ese hotel ha sido siempre muy estirado y formal, pero animamos a todos los invitados que estaban dentro. No creo que se dieran cuenta de quién estaba en la fiesta. Estoy seguro de que pensaron que éramos solo unos jóvenes borrachos. Recuerdo a las ancianas algo sorprendidas, y a medida que avanzaba la conga, algunos empezaron a levantar la ceja extrañados».
La futura Reina y su 'troupe' decidieron terminar la noche regresando a Buckingham a pie por en medio de la ciudad. «Había lugares como Green Park y St James's por los que nunca habría pasado por la noche durante la guerra, pero allí estaban las Princesas y todos nosotros. En los dos parques había personas besándose, abrazándose e, incluso, haciendo el amor. Nos sorprendió, porque nunca antes habíamos sido conscientes de que pasaran ese tipo de cosas en público».
Cuando llegaron a The Mall –la calle que une Buckingham y Trafalgar Square– a medianoche, se sorprendieron al ver alrededor de 50.000 personas reunidas. Desde allí se podía ver ya a l Rey Jorge VI y a su esposa de nuevo en el balcón. Era la segunda vez de la ocho que tuvieron que salir a saludar esa noche ante la insistencia de los londinenses allí reunidos. «Tuvimos suerte de ver a mis padres allí, después de haber hecho un poco de trampas, porque habíamos enviado un mensaje a casa diciendo que estábamos esperando fuera», contaba Isabel en 1985. «No estábamos agotados después de todo. Estábamos encantados de haber formado parte de aquello», subrayó Woodroffe por su parte.
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