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¿Por qué los grandes imperios envidiaban a España? Esta es la razón, según un experto inglés

Giles Tremlett, autor de 'España, una historia abreviada', departe con ABC sobre las verdades y mentiras del pasado peninsular

Los tres secretos del Imperio español para dominar los mares que envidiaba toda Europa

Un mapa antiguo de la Península Ibérica ABC
Manuel P. Villatoro

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Giles Tremlett mantiene su inconfundible acento 'british'; no se le escapa a pesar de que vive en la península desde hace un cuarto de siglo. Es un recuerdo de una vida pretérita, porque la actual la hace por estos lares. Y no es un tópico, pues el periodista e historiador cuenta a sus espaldas con la nacionalidad rojigualda y atesora un cariño especial a la historia de nuestra patria, que ahora también es la suya. El mejor ejemplo de ello es su última obra: 'España. Una historia abreviada' (Debate). Un ensayo en el que repasa nuestro dilatado pasado, las cuitas internas entre la sociedad y el porqué fuimos la envidia de una buena parte de los imperios.

«El dónde está España es clave. Pensamos en un país europeo, pero es Mediterráneo, está cerca de África. Pero la clave es que está conectado con el continente americano por las corrientes y por los vientos oceánicos», explica el historiador a este diario. Ese rasgo único, el lugar geográfico privilegiado de la península ibérica, la ha convertido en anhelo de imperios y cóctel de culturas. «Forma parte de las tres fronteras geográficas más importantes de Europa», desvela. Y es una ventaja que jamás ha tenido Gran Bretaña. Aunque, según Tremlett, su vieja patria ha tenido otras tantas: «Una de ellas, encumbrar a sus héroes».

–Afirma que las diferencias históricas hacen que sea imposible poner letra al himno español.

Los himnos nacionales son un invento de finales del siglo XIX que estuvieron impulsados por el romanticismo. Cuando te pones a investigar los intentos múltiples, oficiales y oficiosos, de ponerle letra al español, te das cuenta de que es imposible. Y esa imposibilidad reside en las discrepancias que tiene la sociedad sobre su propia historia. Esas mismas diferencias, desde el siglo XIX, forman parte del pasado y condicionan el presente.

–Existe un enfrentamiento entre los que creen en una España más multicultural a nivel histórico, y aquellos que la definen como pura. En su libro, usted aboga por la primera...

Esa tensión existe y ha existido, pero no es única de España, se ha dado en otros países. Si estudias las órdenes religiosas también pasa con ellas. Son poco a poco más aperturistas hasta que una vertiente nueva decide volver a las esencias. Yo me quedo con la máxima de Unamuno, esa idea de que, cuando España se abrió a los cuatro vientos, progresó, y que, cuando se encerró en sí misma, no lo hizo. Mira Franco y la autarquía. Yo abogo por una España abierta a las influencias de fuera y al diálogo con el exterior.

–¿Qué hechos deberían vertebrar el relato de la historia de España?

¡Son muchos! No me gusta dar lecciones sobre cómo deben de mirar su propia historia los españoles. Es obvio que hay unas fechas clave: 1492, 1808, 1898, 1936 y 1978. Esos son los cinco momentos clave.

–1898, la caída del Imperio español...

Perder la grandeza del Imperio duele. Es una cosa difícil de digerir. Creo que España consiguió asumirlo con la Transición, pero tardó un siglo. El Reino Unido está todavía en ese momento histórico de adaptarse a su nuevo estatus en el mundo. Debe dejar de mirar con añoranza ese pasado glorioso. Todos los imperios creen que son los elegidos de Dios, pero hay que asumir que no es así.

–Afirma en su obra que España no es la nación más antigua del mundo... ¿Cuando nació?

No está claro. Podríamos decir que 1492, aunque otros lo llevarían al XIX. Y, por el medio, hay otras tantas fechas que se podrían elegir. Yo creo que España nació con los Reyes Católicos, pero no dejó de nacer hasta 1808. Ese fue el momento en que la sociedad empezó a unirse y a unificarse contra los franceses. A partir de ahí comenzó un proyecto en común. Soy más de un parto largo.

–Habla de una serie de estereotipos que lastran desde siempre la historia de España.

En el exterior hay mucha creencia en unos españoles sobreexcitados y pasionales. Desde la perspectiva de la frialdad protestante del norte, se os ve como personas que no tenéis dominio de vuestras emociones. Y es algo que se han creído los propios españoles, pero no es así. Sois como los demás. No hay una violencia innata en los españoles.

–Afirmas que uno de los mitos más extendidos sobre los españoles es el que sostiene que siempre han sido una sociedad que ha resistido al invasor.

Exacto. Es una sociedad llena de asimilaciones. Judíos, musulmanes... ¡hasta los turistas que llegaron a España en los años cincuenta y sesenta! Estos últimos ayudaron a los españoles a mirar fuera de sus fronteras y compararse con lo que había fuera.

El periodista y escritor británico Giles Tremlett AGENCIAS

–¿Cree que en la Reconquista se produjo esa asimilación y esa multiculturalidad?

No soy experto en esa época de la historia de España, pero lo que sí que veo es más asimilación de lo que se puede pensar a primera vista. En la Reconquista no todo cambió de la noche a la mañana, hubo una asimilación que forma parte de la riqueza cultural de la península. Por aquí han pasado muchas culturas.

–¿Por qué ha sido España envidiada por el resto de imperios?

Es lo que he tenido que explicar a mis lectores anglosajones: el dónde está este territorio. Pensamos en un país europeo, pero es Mediterráneo, está cerca de África, conectado con el continente americano por las corrientes y por los vientos oceánicos. Y esto quiere decir que por España han entrado y se han asentado gentes muy diversas. Esas influencias, la suma de ellas, ha dado como resultado la España de hoy. Y esa situación geográfica ha sido la clave.

–¿Hasta qué punto fueron importantes las corrientes?

Hay que comparar el tiempo que se tardaba en llegar de Galicia a América en barco y el que costaba pasar de Galicia a Almería en mulo. ¡Era similar! El propio mar, las corrientes y los vientos, ayudaban a ellos. Los propios españoles no lo sabían hasta la llegada de Colón. A partir de ahí se produjo un fenómeno que condicionó la historia de España y del mundo. Se trasladó el núcleo de poder y riqueza mundial del este al oeste. El centro empezó a ser el Atlántico, que dominó los siguientes tres siglos de la historia mundial.

–¿Qué tiene España que le falta a Inglaterra?

En este momento, Gran Bretaña necesita aceptar su condición postimperial. Esto es algo que logró España, y no le resultó sencillo. Toda la historia de la Guerra Civil y del franquismo está relacionada con lo que pasó en Cuba. Supuso un cambio de mentalidad. El pueblo debió pasar por ese trance, darse cuenta de que la era en la que España era la reina de los mares había pasado. Inglaterra no ha pasado por ello, y el Bréxit es señal de eso, de esa falta de aceptación de la nueva condición británica.

–¿Y qué tiene Gran Bretaña que le falta a España?

Antes te habría dicho que un acuerdo sobre el relato nacional, pero ahora se está deshaciendo. Ahora España tiene poco que aprender del Reino Unido y de su historia. Quizá que, en los momentos en que se ha abierto, le ha ido mejor. Inglaterra ha sido un país viajero y en perpetua relación con sus colonias.

–España lo fue también, y no consideraba aquellos territorios colonias, sino zonas integradas en el imperio...

No puedo hablar de esa época porque no soy experto. Pero el Reino Unido supo deshacerse de sus colonias sin tener que rendirse ante los que les expulsaban. Y no lo digo en plan patriótico inglés. Es preferible hacer las independencias sin guerra.

–¿Por qué se ha nacionalizado español?

Porque llevo muchos años aquí, mis hijos han nacido aquí y me siento muy alejado de mi patria de nacimiento por el Bréxit. Tengo claro que moriré en este país porque estoy muy cómodo. Siempre quise combinar ambas nacionalidades, pero el Bréxit me obligó a tomar una decisión. Y estoy contento de haberla tomado. Le tengo además mucho cariño a la historia de España. Como historiador tengo la obligación de decir lo que pienso, pero el debate es bueno, no hay que quedarse anclado para siempre en una teoría.

–¿Qué opina un historiador en parte español, en parte inglés, de una batalla como la de Trafalgar?

Todos sabemos que la culpa de Trafalgar la tuvieron los franceses [Ríe].

–Lo que no se le puede negar a Gran Bretaña es que ha sabido encumbrar a sus héroes mucho mejor que España...

Es así. Cuando yo estaba en el colegio la historia del Reino Unido estaba muy clara. El relato nacional no albergaba dudas. Aunque la verdad es que todo relato nacional es falso de algún modo porque alguien lo ha elegido. Para Inglaterra, la época colonial es ejemplar, pero estoy seguro de que no fue tan bien considerada por los pueblos invadidos.

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