España honra a sus héroes: los olvidados genios militares que dan nombre a los submarinos S-80 de la Armada
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Iniciar sesiónLa construcción de los submarinos S-80, o clase Isaac Peral, es el proyecto industrial estrella de la Armada. Y ya calienta motores tras algún que otro retraso. Según el Ministerio de Defensa, Navantia entregará la primera unidad de la serie a finales de este ... 2023 y completará su tarea cinco años después. Apenas un lustro para que España suba varios peldaños y se ubique a la vanguardia en lo que a este tipo de naves se refiere. Aunque hoy no vengo a contarles sus características, mil veces expuestas, o la evolución del proyecto. Este martes toca centrarse en los nombres que, como se acordó ya en 2012, lucirán en su casco estos monstruos de los mares. Cada uno, una loa a un inventor patrio.
S-81 Isaac Peral
El primer nombre es también el más popular: Isaac Peral. Poco hay que decir de este personaje que no se conozca ya. Nacido en Cartagena en 1851, inventó el primer submarino con nombres y apellidos capaz de desplazarse en inmersión a golpe de energía eléctrica. «Hay que decir claramente que es la primera nave que navegó en inmersión. Antes de eso no había nada, pues lo que se suele poner como ejemplo anterior de submarino, el confederado H. L. Hunle era un monitor, que es una clase de barco que siempre está a flote», explicaba a César Cervera hace casi una década Javier Sanmateo Isaac Peral, el bisnieto del inventor. Fue una revolución en términos de propulsión y elementos como el periscopio y el sistema de regeneración de aire.
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Manuel P. VillatoroNarran algunas fuentes clásicas que el matemático ideó un ingenio que, a base de espejos, lanzaba un haz de luz sobre los buques enemigos durante el asedio de Siracusa
No fue casualidad lo suyo. Peral había adquirido una formación técnica envidiable en centros como el popular Observatorio Astronómico de San Fernando. Militar desde su juventud, su historia estuvo ligada siempre a la Armada. Ese cóctel de conocimiento le permitió llevar a la práctica su idea y a ganarse la popularidad en aquella España decimonónica repleta de inventores. Y con razón, pues su prototipo acometió una gesta tal como navegar 9 kilómetros bajo las aguas y acertar un disparo contra un objetivo ubicado a 300 metros. Por desgracia, pasó del cielo al infierno mediático. Repudiado después de que no recibiera la aprobación de la Marina, cambió a la empresa civil con la Compañía Termoeléctrica de Manzanares, en Ciudad Real.
S-82 Narciso Monturiol
Narciso Monturiol y Estarriol, un nombre más escrito al margen de la historia, fue alumbrado en Figueras (Gerona) en 1819. Narra Antoni Roca Rosell, profesor de historia de la ciencia y la técnica, que provenía de una familia de artesanos, pero que no siguió su camino. Primero pasó por la carrera de Medicina, que abandonó, y después dirigió su vida hacia el Derecho. Aunque lo que de verdad le atraía era la ingeniería y la técnica. Viajó mucho nuestro protagonista, pero fue en Barcelona donde fundó revistas de corte socialista y republicano como 'La Fraternidad' o 'La madre de familia'. La treintena le trajo consigo la pasión por la política, por lo que creó en 1848 el Partido Republicano Federal.
Su vida fue un carrusel. Se exilió y volvió a España; participó en la invención de todo tipo de artilugios como una máquina de imprimir cartapacios y otra de hacer cigarrillos; ambas, a mediados de los años cincuenta. En esas andaba cuando se vio obligado a trasladarse a Cadaqués por motivos políticos. Allí, mientras sobrevivía pintando retratos en la calle, se percató de una dificultad que quiso solventar. «Vio que los pescadores de coral conseguían grandes beneficios con su extracción, cosa que compensaba el gran riesgo de cada inmersión», explica Roca en su artículo sobre este personaje para la Real Academia de la Historia. Su solución fue pensar en un sistema de navegación submarina, una suerte de sumergible, que paliara las dificultades de estos operadores.
Monturiol, defensor ya de que aquel que dominara esta tecnología se haría con el dominio de los siete mares, forjó el 'Proyecto de Navegación Submarina. El 'Ictíneo' o barco-pez'. La idea fue recibida con los brazos abiertos: en un suspiro se recabaron 75.000 reales y se construyó un prototipo que quedó varado en el puerto de Barcelona en 1859. Después de una infinidad de pruebas, el 'Ictíneo' fue presentado al público el 23 de febrero de ese mismo año; tenía siete metros de eslora –largo– y funcionaba, como es lógico, por tracción humana. De inmediato saltó a los medios de comunicación y se ganó la admiración de la sociedad; hasta tal punto, que el general O'Donnell, jefe del Gobierno, presenció los primeros ensayos.
No sirvió de nada. Las autoridades no vieron viable el invento y declinaron su producción mediante un informe de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Pero Monturiol no estaba dispuesto a rendirse y diseñó un nuevo y mejorado sumergible, el 'Ictíneo II', más grande y más rápido que su primer retoño; y lo hizo, además, mediante suscripción popular, el 'crowdfunding' de la época. Una vez más, la fortuna le fue esquiva. Su empresa quebró y nuestro protagonista viró y dedicó su vida a su otra gran pasión: la política. Durante la última etapa en este mundo fue diputado por Manresa en las Cortes de la Primera República por el Partido Federal. Y así, hasta su muerte en 1885.
S-83 Cosme García
El submarino S-83 portará el nombre de Cosme García, un personaje tan peculiar como apartado que ha estudiado en profundidad el académico Agustín Ramón Rodríguez González. En 'Cosme García, un genio olvidado', el historiador sostiene que nuestro protagonista nació en La Rioja en 1818 y que poco se sabe de su infancia más allá de que entró a formar parte como corneta de la compañía de tiradores del batallón de la Milicia Nacional de su ciudad natal. Poco más. Fue ya durante su adultez cuando le picó el gusanillo de la invención y patentó sus tres primeros ingenios: un fusil de retrocarga, una imprenta portátil y una máquina para fechar cartas. La última fue bien; de hecho, fue utilizada por el Servicio de Correos durante años.
Andaba el bueno de Cosme por Barcelona a mediados de los cincuenta cuando se le ocurrió que era necesario idear una nave que pudiese surcar el fondo de las aguas. «Su primer prototipo experimental se construyó en la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, y era poco más que un bote metálico cerrado y propulsado por remos articulados desde el interior, de apenas tres metros de largo por la mitad de ancho y alto, probado con éxito mediano en aguas del puerto de Barcelona hacia 1858», explica Rodríguez en uno de sus ensayos sobre este personaje. Con la experiencia acumulada, el inventor ideó un nuevo prototipo: el 'Garcibuzo', de seis metros de largo por dos con tres de ancho.
En las pruebas, el ingenio estuvo sumergido durante tres cuartos de hora, pero ni eso sirvió para que el 'Garcibuzo' se ganase la confianza de las autoridades españolas. Entre otras tantas cosas, por la irrupción del 'Ictíneo'. García intentó entonces vender su sumergible a Francia, pero fue también rechazado. Al final, no le quedó más remedio que pasar página y dedicarse a otros menesteres. «Aún patentó dos nuevos fusiles más de retrocarga, el segundo de los cuales lo fue el 1 de junio de 1863, y admitido tras severas pruebas por el Ejército; se construyeron de él unas quinientas armas en la fábrica de Oviedo», desvela el experto. Pero, cuando las especificaciones técnicas cambiaron, perdió todo su dinero. Este pionero murió en 1874, arruinado, olvidado y en el oscurantismo más absoluto.
S-84 Mateo García de los Reyes
Mateo García de los Reyes, el último nombre de la serie, nos deriva en un personaje que es a la par pionero y controvertido. La mayoría de historiadores –entre ellos, el propio Agustín Ramón Rodríguez– sostienen que fue el creador del Arma submarina de nuestro país. Mientras, otros tantos mantienen que este honor descansa en los hombros del almirante Augusto Miranda Godoy. Más allá de controversias, lo que está claro es que este compatriota nacido en el Uruguay español estuvo ligado al mar desde que fuera bautizado en 1872 por el mismo capellán de la fragata en la que estaba destinado su padre. Lo suyo, al final, era cosa de familia, y a nadie le extrañó que, ya de muchacho, accediese a la Armada como guardiamarina.
Y de ahí, a la gloria. García de los Reyes pasó por mil y un destinos y consiguió otros tantos ascensos. Aunque su veteranía no fue muy apreciada en el cuerpo. Un ejemplo es que pasó nada menos que quince años en espera de ascender a capitán de corbeta. La investigadora José María Madueño Galán sostiene que el oficial llegó a sopesar la idea de abandonar la Armada; su profesión civil, ingeniero electricistas, le granjeaba a cambio unos ingresos mucho mayores. Las múltiples medallas y honores que recibió no parecían un aliciente. Sin embargo, la situación cambió el 17 de noviembre de 1915, cuando don Alfonso XIII estampó su firma en la famosa 'Ley Miranda', la que supuso el alumbramiento del Arma Submarina por estos lares.
García de los Reyes fue el elegido para liderar esta nueva Arma. Su objetivo era, tal y como se recogía en la 'Ley Miranda' «que se especialice en submarinos, y estudie sus métodos de construcción y vea la forma de que esta nueva arma pueda interesarle a España, proponiendo las medidas a adoptar a la vista de las necesidades de la industria nacional». Y vaya si le fue bien. Para empezar, viajó en 1915 a Quince, en Estados Unidos, para supervisar la construcción del primer sumergible operativo rojigualdo, y en 1916 hizo lo propio desplazándose a Italia, donde se habían encargado otras tres naves. Un año después fue nombrado comandante de quilla del primero de fabricación italiana.
A partir de entonces, su vida estuvo ligada a los sumergibles, ya fuera como comandante de la Base Naval de Submarinos de Cartagena, ya fuera como director de la Escuela de Submarinos. Y eso, por nombrar tan solo dos de los muchos cargos que ocupó durante doce años. Ya en 1928 Alfonso XIII le entregó la cartera Marina en el Gobierno que presidía el general Miguel Primo de Rivera. Aquello fue su perdición. En 1936, cuando estalló la Guerra Civil, los milicianos republicanos le buscaron ávidos de venganza por su colaboración con la 'dictablanda'. García de los Reyes fue encarcelado y, allá por noviembre de 1936, fusilado en Paracuellos. Así lo explica Madueño en un dossier biográfico sobre el personaje para la Real Academia de la Historia:
«Lo montaron en un camión, junto con otros militares, civiles y religiosos, y fue conducido al campo de Paracuellos del Jarama. Llegados los camiones de presos al cruce de la carretera con el arroyo de San José, se detuvieron junto al grupo de pinos, bajaron a García de los Reyes y los demás detenidos, en grupos de entre diez y veinticinco y, siempre atados, se les condujo a pie a unos 200 metros en dirección al cerro de San Miguel, junto al borde de las fosas, fusilándolos por piquetes de treinta o cuarenta milicianos, luego se les arrojó a ellas, algunos con vida, y los enterradores reclutados forzosos en el pueblo los cubrían de tierra».
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