Escándalos, drogas y nazismo: la insólita «aventura» en España de los hijos de Thomas Mann
Begoña Quesada narra el exilio de la familia del premio Nobel de Literatura en la novela 'Líneas de fuego'
Madrid
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Iniciar sesiónBegoña Quesada imagina así la conversación al comienzo de su novela y, seguramente, no fue muy diferente a como se produjo en realidad. Estamos en la primavera de 1938, en la pequeña localidad suiza de Küsnacht. La familia de Thomas Mann había huido ... de Múnich hacia el exilio cinco años antes, pues el ascenso al poder del nazismo amenazaba sus vidas por su origen judío. Klaus, uno de los seis hijos del premio Nobel de Literatura, le comenta de repente a su hermana mayor, Erika, mientras esta conduce: «Vamos a por el escritorio y metemos el viaje a España en el mismo presupuesto. Con dos semanas valdrá. ¡La guerra en directo, 'dear sister'!».
Klaus Mann era ya reconocido en Europa como uno de los escritores con más talento de su generación, pero seguía viviendo a la sombra de su padre y era más famoso por sus provocaciones libertinas en pleno auge del fascismo, que por su obra. Su obsesión, sin embargo, era vivir en persona la Guerra Civil española a pesar de su adicción a las drogas. La de su hermana, una estrella del cabaret con trasfondo político y progresista, también. Por eso responde así de animada en la novela a la propuesta de su hermano:
—Yo ya he vendido el reportaje a dos revistas. No quería decírtelo. Esa guerra acabará pronto, no podemos esperar. El tío Heinrich dice que han empezado a enterrar a los soldados.
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—¿Vivos?
—No, tonto. Muertos. Antes dejaban los cadáveres a la vista para que se descompusieran y se los comieran los perros y para impresionar al enemigo. Han empezado a enterrarlos porque no consiguen hombres, para no asustar a los nuevos. Las historias de los que llegan a Francia solo hablan de derrota.
Un viaje real
Este viaje a España durante la Guerra Civil de los dos polémicos hijos de Thomas Mann –que estaban muy unidos y hasta se consideraban mellizos aunque no lo fueran– se dio en la vida real y Quesada lo utiliza como hilo conductor de la primera parte de su última novela: 'Líneas de fuga' (Edhasa). Una historia en la que cuenta el exilio de estos dos personajes, en primer lugar, y el de Hannah Arendt, en segundo. La escritora alemana también tuvo que huir, aunque un poco más tarde. Cruzó a pie la frontera de Checoslovaquia, en 1940, por miedo a ser detenida por los nazis en aquellos primeros compases de la Segunda Guerra Mundial.
«No creo que hubiera muchas familias como los Mann. Es una pasada que sus miembros reúnan todos esos conflictos relacionados con la política, la homosexualidad y las drogas. Además, su evolución es como si cortas un árbol y ves en los anillos del tronco toda la historia de Europa. Klaus y Erika fueron los que más me interesaron para mi ficción, por el hecho de que vivieron siempre a la sombra del padre y eso les pesó mucho», explica la autora a ABC. Y continúa: «Uno de los episodios que más me llamó la atención fue cuando regresaron a Munich de un viaje de esquí, en 1933, y vieron la ciudad llena de esvásticas. Erika llamó urgentemente a sus padres para decirles que no regresaran, que era muy peligroso. ¡Imagínate, regresar a casa de un divertido viaje y, de repente, darte cuenta de nunca más podrás vivir en tu hogar por la inminente llegada de Hitler al poder!».
Al llegar a Estados Unidos como exiliados, la prensa no tardó en apodar a los Mann como la «familia increíble» o la «familia maravillosa». Un apelativo, sin duda, merecido. Por una parte están los méritos que este grupo humano fue acumulando en sus vidas: las obras literarias que legaron, las publicaciones que dirigieron en tiempos más que difíciles para la libertad de pensamiento, la actividad política que les llevó a combatir al nazismo con una entrega y una pasión insólitas, las 'performances' artísticas y una persistente influencia social encaminada a la apertura de la sociedad occidental a unos patrones de libertad democrática. Y por otra, la dimensión íntima y privada de las vidas de cada uno y las relaciones que forjaron entre sí.
El suicidio de Klaus
El objetivo de Quesada, sin embargo, era contar una historia de exilio, identidad y pérdida de inocencia en aquellos años convulsos en los que Klaus y Erika ya se habína abonado al escándalo, las fiestas nocturnas, el abuso de las drogas y la transparencia en lo que a su sexualidad se refiere. El primero, en concreto, vivía al límite y flirteaba con el precipicio, hasta que finalmente se quitó la vida en un hotel de Cannes, en 1949.
«Así eran ellos, vivían al límite, incluso en lo que respecta a su viaje a España en 1938 como corresponsales. Aunque lo cierto es que no tenían conciencia de ir a una conflicto. Creo que no veían la Guerra Civil desde el el punto de vista de los que estaban sufriendo. Habían leído las crónicas de otros corresponsales y ahora querían verlo con sus propios ojos. Eso es precisamente lo que yo he querido transmitir con los diálogos, esa pasión por ir a ver con sus propios ojos lo que les estaban contando como si fuera una especie de aventura, no un sitio en el que muere gente. Lo que presenciaron, sin embargo, les marcó tanto que, cuando se mudaron a vivir a Estados Unidos tras su vivencia, siguieron hablando de ello e involucrándose en los comités de ayuda de los exiliados españoles», apunta la autora, que reside precisamente en Alemania desde hace más de una década.
Pala Quesada hay una diferencia con estas dos «líneas de fuga» que conforman la novela: «A Hannah Arendt le ocurre algo parecido, pero con una visión muy diferente, ya que la escritora llegó a España tras recorrerse media Europa huyendo de los nazis en la guerra mundial. Para Klaus y Erika la Guerra Civil es solo una experiencia más, pero allí confluyen todos, como apunta el título».
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