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HISTORIA NAVAL DE LA GUERRA CIVIL (y II)

El error de novato de la Armada republicana que dio la victoria a Franco en la Guerra Civil

Adolfo Morales Trueba, autor de 'Historia naval de la Guerra Civil', sostiene que la marcha de la flota al norte en septiembre de 1936 permitió a los sublevados romper el cerco que se cernía sobre el Estrecho de Gibraltar

La 'Desbandá': el episodio más desconocido de la Guerra Civil en el que se inspira la canción de María Peláe en el Benidorm Fest

El nuevo destructor 'Gravina', reciénr entregado al Gobierno de la República, saliendo del puerto en 1936 ABC
Manuel P. Villatoro

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El 29 de septiembre fue una jornada triunfal para la flota sublevada, aunque a base de sangre. De madrugada, el crucero 'Canarias', un coloso de 194 metros de eslora, y su colega, el 'Almirante Cervera', se adentraron en la penumbra del Estrecho de Gibraltar. La fiesta empezó con las primeras luces del alba, cuando el gigantón se topó con un destructor republicano. No quedó por quién preguntar. Ochenta disparos después, que se dice pronto, el 'Almirante Ferrándiz' se fue a pique con cerca de cien almas en su interior; el resto de marinos habían sido evacuados. El espectáculo fue tan espeluznante que los poquísimos bajeles que quedaban se marcharon a todo motor.

Aquella contienda fue la más importante de la Guerra Civil. Al menos, sobre las aguas. Así lo confirma el oficial de Infantería de Marina, doctor y máster universitario en paz, Adolfo Morales Trueba. El autor de 'Historia naval de la Guerra Civil' (La Esfera) sostiene en esta segunda parte del encuentro que mantuvo con ABC que fue también el tropiezo que llevó a la tumba a la Segunda República. Y es que, aunque el control del Estrecho era lo único que impedía el paso del ejército de África hasta la península, el Gobierno tomó en septiembre de 1936 la decisión de enviar la flota al norte y abandonar aquella posición. «Fue, sin duda, el mayor error de dirección de la República en lo que compete a la historia naval», sentencia.

-La guerra arrancó con la toma de los barcos republicanos por los diferentes comités políticos...

Tras el estallido de la guerra, cada comité iba por su lado. Había en cada barco, en la flota... Es cierto que cumplieron un papel importante porque aseguraron los navíos para la República, pero también que los dejaron fuera del control del Gobierno. No obedecían sus órdenes, las cuestionaban de forma constante... Era imposible.

-¿Cómo se solucionó esta contrariedad?

El ministro Prieto, que destacaba por su inteligencia, identificó el problema muy rápido y lo solucionó en dos tiempos. Para empezar, creó el comisariado político en la flota, al frente del cual puso a Bruno Alonso, leal a él y a la República. La idea era favorecer la eficiencia de la flota y reordenarla para recuperar el mando sobre ella. El resultado fue un choque directo. Unos meses después, los comités fueron clausurados. Toda aquella estructura quedó entonces supeditada al Gobierno. Luego fueron nombrados comisarios políticos en todos los navíos, que respondían de forma directa ante las autoridades gubernamentales.

-¿Diría que esta situación fue un error por parte de la República?

La toma del control de los navíos por parte de los comités no la consideraría un error de la República. Los fallos fueron cosa de cada uno de los grupos. Se hicieron con el poder de los barcos sin estar cualificados, actuaron fuera del control de la autoridad pertinente, perpetraron muchos asesinatos en la flota de supuestos sublevados, condicionaron las decisiones de los comandantes... Eso perjudicó al Gobierno, que no pudo controlarlos hasta que pasó un tiempo y Prieto logró recuperar la disciplina en la fuerza naval.

-Entonces, ¿cuál fue el gran error de la Segunda República desde el punto de vista naval?

El principal fallo se dio en septiembre de 1936, cuando la República dio la orden al grueso de la flota, que entonces bloqueaba el Estrecho de Gibraltar, de dirigirse a toda marcha al norte. Aunque hay que ponerlo todo en su contexto. La zona norte estaba en peligro, las fuerzas republicanas estabas aisladas, los sublevados avanzaban por todos los frentes y la presión política para salvar a los defensores era enorme. Y más, sobre Prieto, que venía de allí.

-¿Hasta qué punto llegaba la presión?

Todos presionaban al Gobierno para que hiciese algo, pero era casi imposible. No se podían mandar fuerzas de tierra porque estaban sosteniendo otros frentes. Al final, la única baza fue desplazar a la flota, aunque más como un apoyo moral que real.

Marineros del crucero 'Méndez Nuñez' ABC

-¿Fue efectiva la decisión?

En lo que respecta al norte, sí. Los sublevados no tenían grandes unidades y, en cuando el grueso de los buques llegó, la flota franquista desapareció. El problema fue lo que implicó.

-¿La ruptura del cerco?

Exacto. Esa flota tenía un cometido clave: evitar el cruce del Estrecho por parte de las fuerzas sublevadas. Hasta entonces, las tropas que se hallaban en África pasaban a la península por vía aérea en pelotones de ocho a catorce personas. Por eso, en principio no llegaron a las afueras de Madrid más que unidades ligeras. Cuando la armada se fue, el mando franquista vio una ventana de oportunidad imprevisible. Enviaron entonces hasta aquellas aguas al crucero pesado 'Canarias', ya en servicio, y al crucero ligero 'Almirante Cervera'. Allí se toparon con apenas tres destructores y un submarino. El resultado fue que se desmoronó el bloqueo y, en cuestión de horas, comenzaron a pasar todos los efectivos de golpe. Ese fue, sin duda, el mayor error de dirección de la República en lo que compete a la historia naval.

-En su libro enumera otros tantos, como no dar importancia a las Islas Baleares...

Sí. La República no supo ver la importancia que podían tener en la guerra las Islas Baleares. Eran un punto de apoyo enorme para controlar el Mediterráneo, lanzar plataformas aéreas desde allí, servir de apoyo para los italianos... Aunque lo principal es que eran una base idónea para los sublevados en el 'mare nostrum'.

-¿Intentó la República hacerse con ellas?

Al principio de la guerra hubo una operación de desembarco impulsada por la Generalitat para conquistarlas. Se organizaron muchas milicias dirigidas por el capitán Bayo. El problema fue que el Gobierno no terminaba de estar de acuerdo, aunque desconozco si por razones políticas o estratégicas. En la práctica se le dio un apoyo muy limitado y fracasó. Si ese intento hubiera fructificado, y podría haberlo hecho porque ubicó en la zona muchas fuerzas en muy poco tiempo –aunque poco preparadas–, Franco no habría contado con una posición idónea. Habría perdido la base que suministraba apoyo a los barcos italianos que se dirigían hacia la península con aprovisionamiento; un aeródromo gigante frente a la costa enemiga y un punto de apoyo que permitía a sus bajeles estar de forma permanente en el Mediterráneo.

El 'Almirante Ferrándiz' se hunde tras recibir una salva del 'Canarias' ABC

-¿Si se hubiera apoyado la operación desde la Generalitat, habrían expulsado a los sublevados de las Baleares?

Es imposible saberlo. Podría haberse convertido en una derrota.

-Uno de los mayores mitos es el que afirma que la flota sublevada evitó la llegada de las provisiones enviadas desde la URSS

La operación que desarrolló Iósif Stalin fue el envío masivo de convoyes llenos de armas. Siempre se ha dicho que fueron detenidos, pero no. El bloqueo nunca llegó a existir como tal. Se interfirió el tráfico, pero no fue estricto y los barcos siguieron llegando a los puertos republicanos. La práctica totalidad de los aprovisionamientos que mandó la URSS alcanzaron los puertos gubernamentales. Gracias a ellos se resistió en el Jarama, arribaron los carros de combate soviéticos, los fusiles.... La protección a estos transportes fue la principal contribución de la flota republicana a la guerra.

-¿Cuál fue la principal contribución de la flota sublevada? 

La flota sublevada consiguió, y fue importantísimo, llevar la iniciativa durante toda la guerra con muy pocos medios. Lo hizo gracias a un organizador formidable como Francisco Moreno. Lograron que la armada republicana, siendo superior, se metiese en puerto y apenas saliera. Con la ayuda de un montón de medios auxiliares, les pusieron contra las cuerdas. Eran pocos, pero rápidos y agresivos. Y disponían de dos moles como el 'Canarias' y el 'Baleares', los mejores cruceros que combatían en ese momento.

-¿Cómo es posible que el 'Baleares' acabara destruido?

A veces el exceso de entusiasmo se convierte en un exceso de confianza. El 'Baleares' tenía abordo a un jefe muy impulsivo, el contralmirante Manuel Vierna Belando. Este empleó el buque con demasiada alegría sin darse cuenta de que los cruceros eran muy poderosos, pero no contra cualquier enemigo. De hecho, eran un blanco fácil para los destructores, su talón de Aquiles. Estos estuvieron a punto de acabar con él en la batalla del Cabo Cherchel, pero se evitó la tragedia para los sublevados porque las tropas gubernamentales se retiraron. Ya entonces Francisco Moreno le afeó arriesgar un bajel tan valioso en una empresa así. Pero en marzo de 1938, cuando se hundió, iba en primera línea. Un encuentro casual entre flotas, el despiste del crucero y un lanzamiento de torpedos afortunado acabaron con él.

Crucero 'Almirante Cervera', uno de los participantes en la batalla del Cabo Espartel ABC

-¿Cuál es el mito más sangrante sobre la Guerra Civil en el mar que siempre lee en los libros de historia?

El que afirma que el bloqueo fue efectivo; no lo fue en ningún caso. La idea de que la flota republicana tenía una abrumadora superioridad de medios es cierta, pero contaba también grandes desafíos a los que hacer frente. Había escasez de oficiales, falta de bases, un mantenimiento muy precario, una ausencia notable de dirección... Tampoco me quiero olvidar de ese maniqueísmo que divide a todos en buenos y malos. Ambos bandos cometieron errores, y hay que analizarlos desde el punto de vista de la época y el momento en el que se sucedieron.

-¿Hasta qué punto busca la objetividad su nueva obra?

Bueno, sé que los libros emocionales son mucho más atractivos para el gran público. Pero es de justicia dejar para las generaciones venideras estudios en los que no se oculte nada. Mi objetivo es que, cuando un lector lea este libro, tenga una idea de conjunto de lo que sucedió con la tranquilidad de saber que el autor no le ha metido carga ideológica. La historia de la Armada merece ser escrita porque existen unas lagunas historiográficas terribles. Y creo que lo justo es hacerlo bien y alejarse de ideologías y de sesgos para atender a criterios objetivos. Mi idea es huir de la vertiente ideológica y que, dentro de cuarenta años, este ensayo sirva igual que hoy.

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