Guerra Civil
La vergüenza del Frente Popular: los asesinatos de presos «derechistas» que aterraron a Madrid
Entre el 22 y el 23 de agosto de 1936, milicianos descontrolados tomaron el control de la cárcel y acabaron con la vida de una treintena de reos políticos, miembros de falange y hasta un amigo de Manuel Azaña
El levantamiento militar del 18 de julio de 1936 no afectó solo al norte de África. En la Península, fueron muchas las ciudades en las que se desarrollaron combates entre tropas del bando Nacional y los soldados leales a la Segunda ... República . Madrid, sin ir más lejos, fue testigo del alzamiento acaecido en el Cuartel de la Montaña , a la postre apaciguado por la Guardia de Asalto. Como resultado, se generó un clima de tensión en la capital que derivó, el 22 de agosto, en la toma de la cárcel Modelo por parte de las milicias anarquistas de la CNT. Su objetivo: acabar con la vida de los reos « derechistas y fascistas », como los llamaban. El triste ataque, imposible de detener por un Frente Popular sobrepasado, costó la vida a una treintena de políticos.
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Los sucesos acontecidos en la Modelo aquellos días de agosto están rodeados, todavía hoy, de cierto halo de misterio. Por entonces, este centro penitenciario contaba con un número de presos que varía atendiendo a las fuentes. El diario «Política» , portavoz de la Izquierda Republicana, los cifró el 4 de agosto en «más de 1.000 fascistas, entre curas, frailes, militares, burócratas o empleados». Aunque, apenas cuatro jornadas después, rectificó sus cálculos y confirmó «más de 400 jefes de Ejército; 700 oficiales y 700 fascistas». A todos ellos habría que añadir los miles de delincuentes comunes encerrados entre sus muros.
Galería de la cárcel Modelo de Madrid, en 1932
Es un hecho que, desde la sublevación militar del 18 de julio, algunos periódicos de la capital habían llamado a tomar las armas y a perpetrar todo tipo de tropelías contra aquellos que pudieran ser considerados rebeldes. Uno de ellos fue el diario «Milicia Popular», editado por el famoso Quinto Regimiento . Un día antes del comienzo de los sucesos sus autores habían clamado por la violencia: «El enemigo fusila en masa. No se respeta a niños, ni viejos, ni mujeres… En esta situación, destruir a un puñado de canallas es una obra humanitaria . Sí, altamente humanitaria. No pedimos pues piedad, sino dureza».
Algo similar había publicado el diario socialista «Claridad», portavoz de Francisco Largo Caballero . Sus palabras eran todavía más directas contra los reos encarcelados en la prisión de Madrid: «La cárcel Modelo es un nido de fascistas y el Pueblo tiene derecho a entrar en todas partes, y en la cárcel Modelo con mayor razón». La tensión iba en aumento y estaba motivada por actos de violencia cometidos por las tropas Nacionales en el frente de Teruel, y aireados por la propaganda de la Segunda República.
Cárcel modelo de Madrid
La pesadilla comenzó el 22 de agosto con el triste preludio de un bombardeo del bando Nacional sobre el barrio de Argüelles, en el que se hallaba la prisión. Pero eso no era nada para lo que se avecinaba. Según explica Paul Preston en «El Holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después» , aquella misma tarde, mientras el Comité Provincial de Investigación Pública (uno de los organismos encargados de mantener el orden y conocido como la «Checa de Bellas Artes») llevaba a cabo un registro en el interior de la Modelo, los presos comunes se amotinaron y tomaron el control.
Al instante, exigieron ser liberados y amenazaron con acabar con la vida de los presos políticos relacionados con los partidos liberales y la Falange. Narra Payne que la solución que ofrecieron Felipe Sandoval y Santiago Aliques Bermúdez , al frente del Comité Provincial de Investigación Pública, fue soltarles a cambio de que se unieran a la CNT. Por si fuera poca la tensión de aquellos momentos, un error provocó que una ametralladora cercana disparara contra los reos «derechistas» y acabara con seis de ellos.
Extraño incendio
Durante aquella vorágine se desató, además, un incendio en mitad de la Modelo. En este punto es donde radica cierto misterio. En su momento se extendió que el fuego había sido provocado por presos falangistas que pretendían escapar en mitad del caos. La segunda versión, defendida por el juez Mariano Gómez (que llegó poco después al lugar de los hechos), sentencia que los reos comunes atacaron a los funcionarios con colchones que ardían en llamas. Payne, por su parte, cree que «algunos de los prisioneros prendieron fuego a la leñera de la tahona».
En todo caso, y según desvela el historiador Hugh Thomas en su ya clásica obra «La Guerra Civil española» , la noticia de la revuelta y el incendio se extendió a toda velocidad por Madrid. El mismo diario «El Socialista» se hizo eco de ella poco después: «Hacia las cuatro de la tarde y coincidiendo con una requisa-registro realizada en la galería tercera de la cárcel Modelo, donde se encuentran la mayoría de fascistas detenidos, se inició un incendio en un almacén de leña. Con toda rapidez acudieron los bomberos. También acudieron gran número de fuerzas de Seguridad, Asalto y Milicias. Estas incluso ocuparon las casas cercanas».
El Frente Popular movió ficha y una delegación fue enviada a la zona para calmar los ánimos. Los primeros en llegar fueron el general Sebastián Pozas y el concejal Ángel Galarza. Pero su estancia duró poco… Exactamente hasta que se percataron de que la situación era incontrolable y se fueron por donde habían venido. A continuación arribó el director de Seguridad, Manuel Muñoz , a quien el panorama no le pareció demasiado halagüeño. Ya no solo por la revuelta en el interior de la Modelo, sino porque, en el exterior, cientos de milicianos clamaban por la liberación de los presos comunes y amenazaban con asaltar el centro y asesinar a los «fascistas».
Muñoz solicitó al Gobierno que liberara a los reos para evitar el linchamiento de los presos de derechas, y lo cierto es que se lo permitieron. Pero para entonces era tarde, pues Sandoval había soltado ya a 200 de ellos. El director de seguridad, al prever lo que se le venía encima, prefirió excusarse (adujo que se sentía indispuesto) y volver a su despacho. Mientras, decenas de milicianos anarquistas de la CNT cumplieron con lo prometido y asaltaron el edificio.
Baño de sangre
Esa misma tarde, los milicianos sacaron de sus celdas a treinta presos políticos y los llevaron al patio de la Modelo (o a los sótanos, atendiendo a las fuentes). Entre ellos había miembros del Partido Liberal, políticos conservadores, oficiales del Ejército (hacia el que se había generado una gran animadversión tras los sucesos del 18 de julio) y varios falangistas. Según Payne, se sucedió a continuación un juicio rápido ante un tribunal improvisado y todos ellos fueron ejecutados a sangre fría. Otros autores son partidarios de que el supuesto proceso no existió.
Entre aquella treintena de presos había nombres más que famosos. Uno de los más destacados fue el aviador y aventurero Julio Ruiz de Alda , quien había participado, junto a Ramón Franco , en la gesta aérea del «Plus Ultra» . También se hallaban Fernando Primo de Rivera (hermano de José Antonio ); José María Albiñana (fundador del Partido Nacioanalista Español); los ministros del gobierno de Alejandro Lerroux Ramón Álvarez Valdés y Manuel Rico Avello o, entre otros, Melquíades Álvarez (amigo personal de Manuel Azaña y presidente del Congreso de los Diputados durante la Restauración Borbónica).
Miembros de La Motorizada, encargada de retomar la cárcel
«También pusieron cuidado en elegir a 4 antiguos izquierdistas que se habían pasado a la Falange […] y 2 ex pistoleros de la CNT, un tal Ribagorza y Pedro Durruti, hermano de Buenaventura, el fundador de la FAI», añade el autor anglosajón.
Mientras se sucedía aquella matanza, el presidente del Consejo de Ministros José Giral envió a Juan Negrín, futura cabeza de la Segunda República durante la Guerra Civil, para que intentara evitar que se sucediera un baño de sangre todavía mayor. Según el testimonio del doctor Francisco García Valdecasas, presente durante el asalto, intentó de forma insistente cumplir la tarea que se le había encomendado:
«Negrín corrió a frenar la furia homicida y, al mismo tiempo, a intervenir para poner a salvo la vida del que había hecho de padre del bedel del laboratorio, persona muy apreciada por todos cuantos le tratábamos. El tío (y padre de hecho) de Elías Delgado era militar “de cuchara” al que las circunstancias del momento le habían llevado a ser uno de los detenidos recluidos en la Modelo con el consiguiente peligro de ser una de las víctimas. La enérgica intervención del doctor Negrín para impedir lo que ya era inevitable resultó inútil, pues a su llegada el padre de Elías ya había sido ejecutado. La indignación espontánea de don Juan al exteriorizar enérgicamente sus protestas contra cuanto estaba ocurriendo, le hizo correr el riesgo de perder su propia vida».
Ruíz de Alda
Algunos políticos que arribaron poco después incidieron en que era imposible calmar a la turba. Las milicias anarquistas estaban cejadas en acabar con más presos políticos. El Ministro de Asuntos Exteriores, Augusto Barcia Trelles así lo confirmó sobre el terreno y entre lágrimas. A la mañana siguiente, según narra Thomas, otra treintena de reos fueron fusilados, algo que no comparten Payne y otros autores. La versión más extendida es que, a lo largo de aquella fatídica noche, un grupo de combatientes de la policía motorizada del PSOE y una columna de la Guardia de Asalto consiguieron retomar el control de la Modelo.
Para el Frente Popular , el suceso supuso un verdadero mazazo. No ya porque fueran o no culpables o instigadores del mismo, sino por la imposibilidad de evitar una debacle que los reporteros del periódico «El Socialista» (a quienes se les permitió acceder a la prisión) describieron de esta forma: «El interior de la prisión, cuando la visitaron nuestros redactores, admitidos en ella a título excepcional, trascendía a matadero. En uno de los patios había varios cadáveres, algunos de personalidades políticas conocidas».
Uno de los más afectados por la tragedia fue Manuel Azaña . El presidente de la República, amigo personal de Melquíades Álvarez, se deshizo en lágrimas cuando conoció su muerte. Así lo corroboró su cuñado, Cipriano Rivas Cherif: «Lo encontré sentado junto a una mesa, la cabeza apretada entre las manos. Levantó el rostro y me miró como nunca lo había yo visto. Estaba desencajado». «El Socialista», por su parte, publicó un articulo poco después en el que condenó la violencia de las milicias y llamó a la calma.