La feroz cruzada de Beethoven contra Napoleón en 1804: «¡Solo es un hombre vulgar!»
El compositor admiraba tanto al emperador que le escribió la sinfonía más importante de la historia, hasta que el francés se proclamó dueño y señor del país y el corazón del músico se rompió en mil pedazos, convencido de que iba a «pisotear los derechos de los hombres»
Israel Viana
Aunque no mucha gente suele ser consciente de ello, Napoleón y Beethoven fueron contemporáneos. Dos de los personajes más importantes de la historia de la humanidad vivieron los mismos años convulsos de la Revolución Francesa e, incluso, cada uno en su campo los protagonizó. Lo ... que menos gente aún recuerda es que alrededor de la famosa Tercera Sinfonía , que el austriaco empezó a componer en 1802, se produjo uno de los episodios más tensos y curiosos de aquellos años en los que se dio paso a la Edad Contemporánea.
Hasta llegar a él, la vida de ambos fue paralela. Nacieron con tan solo un año de diferencia: el militar en 1769 y el músico en 1770. Ambos tuvieron una adolescencia difícil que les dejó profundas heridas que superar. Beethoven había compuesto su primera obra a los 11 años de edad. «Si continúa así, se convertirá en un segundo Mozart», advirtió al escucharla su profesor, el famoso director de orquesta alemán Christian Gottlob Neefe. En su periplo hacia el éxito, sin embargo, perdió a su madre y vió a su padre caer en una profunda depresión y el alcoholismo, lo que le obligó a hacerse cargo de sus hermanos pequeños desde muy joven.
Napoleón estaba invadido por la nostalgia en esos mismos años debido a que su tierra, Córcega, había sido conquistada por los franceses y esta había dejado de ser lo que era. Cuando cumplió los diez años, su padre le envió a la Francia continental para estudiar en la escuela militar de Brienne-le-Château, donde fue víctima de las burlas de sus compañeros por su marcado acento italiano. A esto se unió su sentimiento de soledad en una tierra que le era ajena… y de la que acabaría por hacerse dueño.
Imponiéndose a los obstáculos
Comenzó ganándose el respeto de todos sus compañeros y mandos por sus grandes dotes en matemáticas y geografía. «No se hablaba más que de mí en la escuela. Fui admirado y envidiado, y empezaba a tener conciencia de mi fuerza y superioridad», dejó anotado en sus memorias. Con el estallido de la Revolución Francesa , Bonaparte, que tenía 20 años, empezó a superar obstáculos a una velocidad de vértigo. En primer lugar, tomando partido por el pueblo en lugar de la corte.
En ese momento, Napoleón obtuvo el rango de comandante segundo de la Guardia Nacional de Voluntarios de su Córcega natal, donde había mostrado ya su apoyo a los jacobinos en defensa de la soberanía popular y el sufragio universal, así como sus críticas contra el viejo orden establecido. Solo siete años después, en marzo de 1796, el corso fue nombrado general y el Directorio le confió el mando del ejército en toda Italia. En ese puesto logró un gran número de victorias y su popularidad se convirtió en una amenaza para los recién llegados jacobinos, que iban quedándose sin el apoyo del pueblo y sobrevivían a base de conspiraciones.
Beethoven, por su parte, tenía 19 años en 1789 y acababa de llegar a Viena para recibir clases de Joseph Haydn. Su viaje fue sufragado por su mecenas, el conde Ferdinand von Waldstein, que tuvo que convencerle de sus posibilidades de éxito en medio de aquel mundo que se derrumbaba para dar paso a uno nuevo. Y también en 1796, el joven compositor esbozaba las últimas notas de su ‘Primera Sinfonía’ , sumándose a la legión de admiradores incondicionales de Napoleón, cuyo ímpetu había cautivado a media Francia.
El primer gran estreno
La obra del autriaco no se estrenó hasta 1800 en Viena, solo unos meses antes de que confesara por primera vez a sus amigos que se estaba quedando sordo. Ahora que empezaba a ser conocido no podía soportar esa posibilidad y llegó a plantearse el suicidio. Lo único que le dio fuerzas para continuar con vida fue su fuerte convicción de que le quedaba mucha música por descubrir y poco tiempo para explorarla. El genio se sumergió entonces en una espiral creativa y se lanzó a por su ‘Segunda’ y ‘Tercera Sinfonía’.
Beethoven estaba tan emocionado con aquel giro revolucionario que Bonaparte se convirtió en su ídolo. Algo sorprendente si tenemos en cuenta que le faltaba poco para convertirse en el mejor músico del mundo y uno de los más grandes de la historia. Sin embargo, lo que había logrado Napoléon no tenía precedentes: hizo desaparecer a la aristocracia y le quitó los privilegios a 400.000 nobles. En ese periodo, además, había vuelto de sus conquistas , llenado el Museo del Louvre con los tesoros robados por media Europa y dado el golpe de Estado del 18 de brumario con el que comenzó a dirigir los designios de Francia como primer cónsul vitalicio.
El compositor no dudó ni un momento en bautizar la ‘Tercera Sinfonía’ con el sobrenombre de ‘Bonaparte’, un sentido homenaje con el que quiso reflejar en aquella obra de influencia descomunal su compromiso con los valores republicanos de «libertad, igualdad y fraternidad». En la actualidad, de hecho, es considerada la primera gran obra sinfónica del siglo XIX, que Beethoven definió en una carta personal con otros músicos como su «nuevo camino».
Amigos y enemigos
Ferdinand Ries, su fiel amigo y discípulo, recordaría años después haber visto la partitura de la obra, con el nombre de ‘Bonaparte’, entre los papeles del maestro: «Corría el año de 1802 cuando Beethoven compuso en Heiligenstadt su tercera sinfonía [...] con Napoleón como protagonista en la época en que este todavía era primer cónsul. Hasta entonces, le seguía y veía en él a alguien idéntico a los grandes cónsules romanos».
Sin embargo, justo cuando el compositor terminó de componer la sinfonía en la primavera de 1804, Joseph Fouché, el siniestro ministro de la Policía, convenció al general para que transformase su consulado vitalicio en un imperio hereditario. La autoproclamación de Napoleón como emperador se produjo el 28 de mayo bajo el nombre de Napoleón I. A sus hermanos José y Luis los nombró príncipes. La coronación oficial, recogida en la tela de David en la catedral de Notre-Dame de París, no se produjo hasta el 2 de diciembre, pero Beethoven ya había recibido la noticia mucho antes como una puñalada en el corazón.
El músico sabía que aquella decisión tendría consecuencias irreparables para Europa. Según contó Ries tiempo después: «Fui yo quien le informó y, al oírlo, se encolerizó y gritó: ‘¡No es más que un hombre vulgar! Ahora pisoteará todos los derechos de los hombres y sólo obedecerá a su ambición. ¡Querrá elevarse por encima de los demás y se convertirá en un tirano!’. Se dirigió a su mesa, cogió la hoja del título, la rompió y la tiró al suelo. La primera página fue escrita de nuevo y, entonces, la sinfonía recibió por primera vez su nombre: ‘Sinfonía Heroica’».
La sinfonía ‘Heroica’
La ilusión de Betthoven por vincular el ideario igualitario de la Revolución a la sinfonía más importante que escribió en su carrera se rompió en mil pedazos. Sin esperar un segundo, se levantó y fue corriendo a tachar la dedicatoria con tanta rabia que rasgó el papel y la rebautizó con el nombre con el que pasaría a la historia: ‘ Heroica ’. «No obstante, simbólicamente hablando, Beethoven fue incapaz de eliminar la presencia de Bonaparte de la obra. Para ello habría tenido que escribirla entera de nuevo. Él optó por sustituir solo la primera página de una sinfonía que encerraba, ya para siempre, al ídolo caído, uno de los héroes de su juventud junto a Mozart y Prometeo», subraya Marta Vela en ‘Las nueves sinfonías de Beethoven’ (Fórcola, 2020).
Como el primer Napoleón, el compositor quería el sufragio universal y que todos los ciudadanos colaboraran en el gobierno mediante su voto. Solo así, en su opinión, se podrían colocar las bases de la felicidad universal del ser humano de cara al futuro. Para Anton Felix Schindler, el primer biógrafo de Beethoven, a quien conoció personalmente, la admiración de este por Bonaparte se debía a las numerosas victorias conseguidas al mando de grandes ejércitos y a su capacidad para restablecer el orden pocos años después del caos revolucionario. «Sin embargo, lo que más aumentaba sus simpatías era que ese nuevo orden descansaba sobre los principios republicanos, pues era partidario de la libertad ilimitada y de la independencia nacional», explicaba.
La renombrada obra se interpretó por primera vez en la casa vienesa del Príncipe Lobkowitz, siguiente mecenas de Beethoven, en agosto de 1804. En diciembre hizo lo mismo en la del banquero Von Würth. La primera ejecución pública tuvo lugar el domingo 7 de abril de 1805 en el Theater an der Wien, dirigida por Franz Clément, que hubo de hacer frente al alboroto que se generó durante la actuación por las dos características más sobresalientes de la ‘Tercera Sinfonía’: su larga extensión, más de 45 minutos, y la presencia reiterada de disonancias, una innovación que ensanchó las fronteras establecidas por Haydn y Mozart. «La obra fatiga, es interminable y deshilvanada [...]. Ganaría en calidad si Beethoven se decidiera a hacer algunos cortes», comentó el diario ‘ Allgemeine Musikalische Zeitung ’.
«!Maldito trompa!»
Los pasajes disonantes debieron de sonar tan estridentes y marcianos para un público ávido de la habitual simetría y proporción clásicas que hasta los amigos de Beethoven juzgaron algunos fragmentos como fallos de ejecución: «La primera repetición fue terrible. Es cierto que el trompista hizo bien la entrada, pero yo, que estaba cerca de Beethoven, creía que se había equivocado y le dije: ‘!Maldito trompa, ¿es que no sabe contar? Suena horriblemente disonante!’. En ese momento estuve a punto de recibir un bofetón y creo que Beethovenn tardó bastante en perdonarme», recordaba Ries.
El compositor, herido en su orgullo, no se dignó ni a dar las gracias educadamente en señal de respeto a la audiencia, cuyo aplauso fue sorprendentemente frío. Simplemente se subió al escenario, miró al patio de butacas un segundo y se marchó sin decir una palabra. «El público no estaba contento, Beetboven tampoco», subrayó el citado periódicos. Sin embargo, contaba ABC en 2016 , que la revista de música clásica de la BBC había realizado una encuesta entre los 150 directores de orquesta más prestigiosos del mundo para elegir las diez mejores sinfonías de la historia y la ‘Heroica’ quedó en primer lugar.
En la monumental monografía de 1.500 páginas publicada por Acantilado en 2017, Jan Swafford defiende que, pese a sus simpatías iniciales por Bonaparte y a su amor a los ideales republicanos, Beethoven no era en realidad un revolucionario en lo musical. Su ‘Tercera Sinfonía’ se mantiene en las fronteras formales abiertas por Haydn y Mozart, pero las ensanchó hasta límites impensables y las sometió a tensiones inauditas en esa época. Nadie había llegado tan lejos en lo que a potencia y dramatismo se refiere, lo que influyó de manera decisiva en las generaciones siguientes.
Noticias relacionadas
- Las dos Españas antes de la Guerra Civil: el falso mito del pueblo unido que luchó contra Napoleón
- La enorme ciudad fortificada que Napoleón construyó en el centro de Madrid de la que nunca oíste hablar
- El odio que generó Napoleón entre sus propios soldados por subestimar la fuerza de España en 1808
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete