La pesadilla de la posguerra: los 838 mendigos que dejaron morir de hambre en el Matadero de Madrid
Casi nadie lo sabe, pero en 1941, las autoridades franquistas encerraron a miles de personas sin hogar y en condiciones inhumanas en el antiguo Mercado Municipal de Ganados de Madrid. Un capítulo de la represión ocultado e ignorado hasta hace muy poco
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Solo un informe secreto elaborado para uso interno de las autoridades franquistas se hizo eco de la tragedia. Se redactó en 1942 y comenzaba así: «La vida que llevan los infelices acogidos en el recinto del Matadero y las escenas desarrolladas allí difícilmente pueden ... describirse, ni siquiera empleando las expresiones más sombrías. Muchas cosas ocurridas allí se resisten a ser registradas por la pluma». Por supuesto, nunca llegó a la prensa ni se hizo público, a pesar de ser uno de los episodios más oscuros de Madrid en la posguerra.
El documento continuaba: «Por el día, los mendigos, huyendo de los 'dormitorios' que los miasmas y el hedor hacen insoportables, salen al patio, el cual no tiene un solo árbol y se encuentra asfaltado por completo. Las temperaturas en él son extremas y tan crueles en verano como en invierno. Además, la mayoría de los mendigos solo disponen de algunos harapos para cubrirse. Muchas mujeres no tienen ropa interior y hay hombres que se limitan a liarse parte del cuerpo con una manta. Las niñas, por vestido, llevan una camisa».
Del 1,3 millones de personas que visitaron en 2024 las instalaciones del Matadero Madrid. Centro de Creación Contemporánea, rehabilitado hace dos décadas y convertido hoy en el principal referente cultural de la capital, casi ninguna sabe que sus naves fueron un importante centro de reclusión y represión de mendigos en los primeros años del franquismo. Apenas hay rastros de este suceso ocultado entonces e ignorado en la democracia, que tuvo lugar en las instalaciones del antiguo Mercado Municipal de Ganados, donde se programan actualmente cientos de conciertos, obras de teatro y películas al año.
Resulta más grave si tenemos en cuenta el dato revelado en este 'Informe sobre la moralidad pública en España', como rezaba el encabezamiento de este dosier elaborado por el Patronato de Protección a la Mujer: «Del primero de abril de 1941 al 31 de mayo de 1942, en el Parque de Mendigos de Matadero murieron 838 detenidos».
«Cuando lo descubrí me llamó poderosamente la atención», advierte a ABC Adoración Martínez Aranda, profesora de la Universidad de Salamanca y autora de uno de los pocos trabajos de investigación sobre el tema, 'El pasado incómodo de Matadero Madrid: espacio de represión de la mendicidad en la posguerra', publicado en 'Disparidades. Revista de Antropología'. «Como antropóloga –añade–, empecé a trabajar en mi tesis doctoral sobre chabolismo y migraciones internas en el franquismo. Me centré en Vallecas y visité varios archivos, hasta que encontré este informe. Al tirar del hilo, vi que no había mucha más información. De hecho, Auxilio Social, la organización de Falange que atendía a los huérfanos, indicó expresamente que el centro estaba bajo secreto. Ni siquiera se habla de su uso represivo en algunos proyectos recientes sobre la recuperación de la memoria del Matadero».

El olvido
La antropóloga se refiere a la 'Memoria histórica para el proyecto de rehabilitación del antiguo Matadero de Madrid' (2005), que señalaba que, tras la guerra civil, «en el solar se construyeron locales de índole social», un eufemismo para referirse a un centro de represión. Lo mismo ocurre con una publicación del Museo de Historia de Madrid, que solo índica que «el establo de vacuno se convirtió en un almacén de patatas». Ese mismo uso lo recoge la actual página web del Matadero y añade que, en 1992, se transformó en un invernadero.
Un paso más allá fue Memoriadero, proyecto desarrollado en 2014 y 2015 con el fin de recuperar la memoria del espacio. Concluyó con una muestra y unas jornadas en las que buscaron voces de diferentes colectivos vinculados a su historia, pero su periodo como 'cárcel de pobres' seguía sin aparecer. Tampoco quedan apenas registros autobiográficos o testimonios directos de cómo fue la vida allí dentro. Únicamente los de Mercedes Cordovés, rescatados por el periodista José Luis Ibáñez, y las memorias de Juan Gálvez, 'Madrid, campo de exterminio', que escribió en 2009, tras su jubilación y una vez muerto Franco. En ellas relata el día que, con 11 años, fue recluido en este espacio que recibió nombres como 'Parque de Mendigos' o 'Campo de Concentración de Mendigos' y recuerda el furgón negro que cada noche se llevaba a los fallecidos.
La mendicidad, por supuesto, no era un fenómeno nuevo, pero su volumen y visibilidad creció en aquella España devastada hasta convertirse en un verdadero problema. Lo reconoció el Ayuntamiento de Madrid en una carta dirigida al Ministerio de Defensa, donde auguraba que, además, empeoraría en los meses de invierno. La labor de Auxilio Social se antojó también insuficiente, por lo que las autoridades municipales solicitaron a Franco la construcción de 300 barracones con 50 plazas cada uno «para albergar de 15 a 20.000 almas».
Las multas
En febrero de 1940, la petición no había tenido respuesta todavía y más de 20.000 personas pasaron el crudo invierno en la calle. Ocho meses más tarde, por fin, un decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) reconoció la crisis y dispuso que se instalaran albergues colectivos para acoger provisionalmente a los indigentes. El problema, sin embargo, excedía el ámbito madrileño y se convirtió en una preocupación para el Caudillo, que lo combatió con medidas represivas: «Por ejemplo, la recogida periódica de mendigos, haciéndolos desaparecer para conducirlos obligados a estos centros; la deportación a sus provincias de origen, cuando no podían demostrar que eran vecinos de la capital, o las multas a los vecinos que dieran limosna o no denunciaran la presencia de mendigos en sus calles», detalla la antropóloga.
Esta represión quedó reflejada también en las órdenes emitidas por el Gobierno Civil en 1942 y 1943 –en estas páginas– o la emitida el 29 de marzo de 1941, que insistía en las multas de esta índole a los dueños de cafés y restaurantes, empleados del Metro, conductores de autobuses y porteros de fincas. Como no parecía ser suficiente, el 15 de marzo de 1941 se inauguró el centro del Matadero con capacidad para 3.000 mendigos. Fue habilitado en solo 20 días, lo que nos da una idea de sus condiciones.
Dependía del Gobierno Civil de Madrid, en la línea de lo establecido por el Gobierno central, pues hubo otros centros parecidos en España, aunque ninguno con semejante cifra de muertos. El informe del Patronato de Protección a la Mujer, vinculado a Acción Católica, contabilizó entre 1.500 y 1.700 personas encerradas en el Matadero. Fue esta institución la primera que, en 1943, puso la voz de alarma sobre su situación, con la intención de hacerse cargo de las mujeres. De los niños y las niñas se encargaría Auxilio Social, pero hasta que el albergue fue clausurado en una fecha aún no esclarecida, toda esa población se repartió entre un barracón con cuadras y un pajar inhabitables. Los desagües no funcionaban adecuadamente y pronto aparecieron focos de infección. Tampoco había agua corriente ni posibilidad de asearse.
Incomunicados
La mitad murió de hambre y frío ese invierno, sin que el régimen hiciera nada por remediarlo. Además, no se permitía a los mendigos comunicarse con el exterior y sus familias desconocían su paradero. A esta incertidumbre e indefensión se sumaron la desnutrición, el deterioro de la salud y el recrudecimiento de la exclusión social. Según advertía el informe: «Ha habido a quien su familia ha buscado durante meses, sin dar con su paradero, y ha aparecido en el Matadero tras un largo sufrimiento. Este aislamiento tan penoso agravó el problema general, pues se han dado casos de recogidas que estaban trabajando o a punto de encontrar empleo y, al no poder comunicar dónde estaban, han perdido la oportunidad de rehabilitarse».
«Era un limbo –subraya la antropóloga–. Por supuesto, no se puede hablar de estado de derecho en una dictadura, que quiso que el secreto no traspasara las tapias del Matadero. Entre los supervivientes, además, se impuso el terror y el silencio, lo que nos ayuda a entender por qué no se ha investigado antes». A su trabajo hay que sumar el de otros investigadores como la historiadora María del Mar Alberruche Rico, cuya tesis doctoral, leída en 2021, 'Fotografía pauperista: la construcción visual de la pobreza durante el primer franquismo (1938-1951)', ofrece valiosa información al respecto.
El artista Fernando Sánchez Castillo llevó también a cabo una investigación sobre la historia del Matadero encargada por la propia institución. Lo que comenzó siendo un par de paseos performativos por sus espacios con motivo de su centenario, se convirtió en el documental 'De Matadero a Vivero'. La cinta recorría un periodo que iba desde la Prehistoria del entorno hasta la actualidad, pero el autor encontró un filón en su uso como centro de represión.
Apoyado en el archivo fotográfico de Francisco Fernández Agudo, recopilado tras jubilarse en una titánica labor de documentación sobre el trabajo de Auxilio Social, la organización por la que él mismo pasó de niño cuando su padre fue fusilado por el régimen, Sánchez Castillo decidió que merecía un capítulo aparte. «Las imágenes son muy duras. Me quedé traumatizado y pensé que no podían ser solo parte de un documental sobre los cien años del Matadero. Las imágenes parecen Auschwitz y pensé en una instalación artística [todavía no presentada]. Con un especialista animé en 3D esas fotografías estáticas con el objetivo de que las personas allí recluidas se muevan y nos hablen. Quiero que transmitan vitalidad y humanidad para revivir la historia y mostrarles el respeto que merecen. En definitiva, reconocer esos lugares como ejemplo de lo que no debería volver a ocurrir en otros sitios. El conocimiento nos hace libres, aunque a veces sea doloroso», defiende el artista.
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