Kofi Annan: «No veo qué puede resolver una acción militar contra Irán»

SEVILLA. Aprovechó Kofi Annan su reunión en Madrid con los responsables de las instituciones de la ONU para tomarse unos días de descanso en la Hacienda Benazuza, antigua alquería árabe en Sanlúcar la Mayor, un exquisito hotel asociado al arte culinario de El Bulli. Entre naranjos que rezuman azahar, una alberca y pájaros cantores ajenos a los conflictos que atenazan el mundo, el secretario general de la ONU recibió a este periódico. Nacido en Kumasi, Ghana, hace 68 años, celebró su cumpleaños en La Granja segoviana, donde recibió una tarta con una vela de manos del ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Annan quiere creer que lo que revela la Prensa sobre una acción preventiva de EE.UU. contra Teherán son «especulaciones» y sigue apostando por la vía negociadora. Todavía lidia con los malos tragos que le hizo pasar la comisión encabezada por el ex presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Paul A. Volcker, que el mismo Annan nombró para esclarecer las sospechas de malversación del programa petróleo por alimentos. Aunque el informe le eximió de toda responsabilidad, sí criticó la gestión del programa y dejó en feo lugar al hijo del secretario general. Annan mira directamente a los ojos de su interlocutor, no baja la vista: no intimida, pero tampoco se deja descifrar. A ocho meses de concluir su mandato y a medida que avanza la conversación, adopta un tono más reconcentrado, una suerte de melancolía shakespereana en la voz, como un actor que interpreta por última vez un papel que le ha sido muy querido.
-«The Washington Post» asegura que la Casa Blanca prepara una acción militar contra Irán. ¿Es otro ejemplo de ataque preventivo sin contar con la ONU? ¿No ha aprendido Washington ninguna lección de los errores cometidos en Irak?
-Creo que la cuestión está siendo adecuadamente manejada por el OIEA. Sigo creyendo que la mejor solución es la negociada, y no veo qué resolvería una operación militar. No vemos la necesidad de adoptar acciones que puedan empeorar una atmósfera ya bastante recalentada. Espero que prime el espíritu negociador y que la opción militar sea sólo fruto de la especulación.
-Desde 1992, Marruecos bloquea el referéndum sobre el futuro del Sahara. ¿No hay más opción que esperar que los poderosos rectifiquen o tiene la comunidad internacional -y sobre todo la ONU- otras vías para imponer una solución justa?
-Sinceramente, la ONU no puede imponer una solución. Y eso explica por qué hemos intentado de manera muy intensa una solución mutuamente aceptable. Eso es lo que intentaron mis enviados especiales, como el ex secretario norteamericano de Estado, James Baker, que durante casi siete años trató de conseguir un acuerdo, y lo que ahora prosigue mi nuevo representante personal, Van Walsum. Partimos de un complicado enroque: el liderazgo del Sahara Occidental insiste en la autodeterminación, que fue parte del acuerdo que las dos partes aceptaron, mientras que Marruecos hace hincapié ahora en la concesión de autonomía. Entre estas dos opciones, la comunidad internacional trata de alcanzar una solución pactada. Esto lleva su tiempo, pero sigo confiando en que tengamos éxito.
-¿Cómo se debe combatir el terrorismo? ¿No podría ser que Guantánamo e Irak estén alimentando a la bestia?
-La presencia de fuerzas extranjeras en cualquier país provoca una reacción nacionalista, y en ese sentido hay que reconocer que esa presencia en Irak es un problema. Al mismo tiempo, se tiene la sensación de que ese despliegue puede servir para mejorar las cosas. Nos enfrentamos a dos argumentos sobre la mesa: el de quienes dicen que las tropas extranjeras no favorecen la pacificación, y el de quienes consideran que una salida precipitada no contribuiría a tranquilizar el país. Es uno de esos casos en que ninguna salida es del todo buena. Pero todavía albergo la confianza de que se pueda crear un verdadero Ejército nacional que actúe en favor de un Irak unido. Es evidente que en estos momentos el panorama no es nada bueno. La situación que vive Irak, con una constante inseguridad para sus habitantes, es inaceptable.
-¿Y Guantánamo?
-Recuerde el informe elaborado por un relator especial de las Naciones Unidas, que hizo consideraciones muy graves. Varios de nosotros hemos declarado que lo mejor que se podía hacer con Guantánamo era cerrarlo.
-La ONU y la UE piden a Hamás que renuncie a la violencia. La Hoja de Ruta está peor que en ruinas. Israel está terminando su ilegal muro y mantiene sus asentamientos. ¿Por dónde empezar de nuevo?
-No es sólo el Cuarteto (la ONU, la UE, EE.UU. y Rusia) el que exige a Hamás una renuncia explícita de la violencia. El Consejo de Seguridad ha reiterado sus resoluciones que hablan de paz a cambio de territorio. Está claro que Hamás es ahora responsable de los territorios, ha dejado de ser un movimiento al margen del sistema. Ahora es la Autoridad Palestina, ha de asumir sus responsabilidades, y tendrá que adoptar medidas concretas y tomar decisiones difíciles para que la comunidad internacional siga colaborando con ellos. Me gustaría añadir que las autoridades israelíes no deberían cerrar la puerta a las negociaciones, y creo que el nuevo primer ministro dará pasos en ese sentido. Aunque la retirada de Gaza se hizo de forma unilateral, creo que la retirada final y el establecimiento de las fronteras no se puede llevar a cabo sin negociaciones.
-¿Están la ONU y le UE pagando su deuda con la olvidada República Democrática de Congo ayudándole a celebrar sus primeras elecciones libres desde la independencia?
-Congo va a celebrar sus primeras elecciones democráticas después de 45 años, lo que significa que hay hombres y mujeres que han alcanzado esa edad sin haber tenido jamás la oportunidad de votar. La gente está muy animada ante la posibilidad de ejercer por primera vez sus derechos democráticos. Es un país casi tan grande como Europa Occidental que carece casi por completo de infraestructuras. Por eso, además de los desafíos políticos que implica el proceso, hay gigantescos desafíos logísticos. Pero somos optimistas. La mayoría de los partidos han aceptado nuestros presupuestos, salvo (el histórico opositor Etienne) Tshisekedi, que renunció a participar. Tuve la oportunidad de entrevistarme con él. Pero espero que los demás acepten las reglas del juego y acaten los resultados.
-¿Por qué no dijo una sola palabra a favor de Abdel Rahman, el afgano condenado a muerte por convertirse al cristianismo, y que finalmente obtuvo asilo en Italia?
-No dije personalmente nada, pero la ONU sí habló. Mi representante sobre el terreno fue uno de los primeros en manifestarse. Y no nos limitamos a hablar, también actuamos. Trabajamos con las autoridades afganas, pero no quisimos hacer más ruido del necesario.
-En medio de la violenta reacción contra las caricaturas de Mahoma, usted pidió respeto para todas las creencias.
-Yo creo en la separación entre la Iglesia y el Estado, creo que no se debe mezclar ambos campos. Al mismo tiempo, cuando hice aquellas declaraciones, subrayé que aunque estamos a favor de la libertad de Prensa ésta tiene que ejercerse de modo sensible, con buen criterio y respeto a lo que para algunos es sagrado. Eso no quiere decir que defienda la intromisión de la religión en asuntos seculares. El mensaje que quería transmitir es que tenemos derechos, pero deben ser ejercidos de forma responsable.
-Algunos esperaban más del secretario general de la ONU en los días previos a la guerra de Irak.
-Trabajé muy duro tratando de evitar la guerra. Pero hay que entender también que cuando la organización está dividida, cuando los miembros que forman la ONU están divididos, es responsabilidad del secretario general tratar de acercar posiciones, aunar voluntades para llegar a un acuerdo que permita seguir adelante. Mi postura ante la guerra era bien conocida, no estaba a favor de la guerra, no la respaldé, y en mis conversaciones con los americanos y con las otras partes dejé claro mi punto de vista. Al mismo tiempo, como secretario general mi labor consistía en acercar posiciones, no hacer todavía más profundas las divisiones. Lo que te queda después es tratar de seguir haciendo lo que debes.
-En su segundo y último mandato al frente de la ONU, la reforma de la organización y los objetivos del Milenio para reducir la pobreza en el mundo no parecen haber llegado muy lejos.
-No creo que podamos esperar milagros en el mundo en que vivimos. Me parece que con respecto a los objetivos de desarrollo del Milenio la fecha clave es 2013. Tiene razón, algunos países puede que no lleguen a alcanzar todos los objetivos. Otros sí los lograrán, e incluso irán más allá. Lo importante es que seamos capaces de mantener un marco general de desarrollo. Los objetivos del Milenio, en ese sentido, han sido universalmente aceptados, y es algo que la gente corriente comprende. La lucha contra la pobreza continúa. La reforma de la ONU también continúa. Como he señalado una y otra vez, es un proceso, no un acontecimiento. De todos modos, creo que desde el pasado mes de septiembre muchas cosas se han logrado, como que los países miembros hayan aceptado el concepto de la responsabilidad que los Estados tienen de proteger a sus ciudadanos. Hemos establecido una comisión de pacificación para ayudar a los países a salir de conflictos, y reformado la Comisión de Derechos Humanos. Hemos constituido también un centro de evaluación de conflictos que nos permitirá actuar más rápidamente, y hemos creado un nuevo fondo para ayudar a la transición hacia la democracia. Y he propuesto revisar la duración de los mandatos dentro de la ONU, y todo el que lleve más de cinco años al frente de un organismo será sometido a una evaluación para comprobar si ha cumplido adecuadamente o no.
-¿Qué le ha informado José Luis Rodríguez Zapatero sobre ETA, y qué le ha dicho usted al presidente del Gobierno acerca del posible fin del terrorismo en España?
-No entramos en detalles pormenorizados sobre el asunto. Sí hablamos del anuncio de alto el fuego de ETA, lo que considero un hecho positivo que conviene explorar. Y espero que todos los actores políticos en España lo tengan en cuenta y traten de encontrar un final de la violencia. Esto ha durado demasiado tiempo. Sé que ha habido mucha gente que ha sufrido mucho, algunos han perdido a familiares, y hay que tener en cuenta a las víctimas. No se pueden buscar excusas para la violencia, y lo digo mientras la ONU sigue tratando de establecer una Convención Universal contra la Violencia. Aunque contamos con muchos tratados, continuamente nos atascamos en el mismo concepto: en si hay que hacer una excepción para los «luchadores por la libertad» y la resistencia a una ocupación, algo en lo que la mayoría de los países árabes insisten a causa de la situación en Palestina. Personalmente creo que hay que ser moralmente muy claros frente al terrorismo. Durante mi pasada visita a España, en marzo, hice una propuesta en ese sentido: considero que cualquier ataque contra civiles desarmados con la intención de matar, herir o aterrorizar es terrorismo puro y simple, al margen de la causa que se defienda. Y si todos llegan a aceptar este claro principio moral, podremos seguir adelante y aprobar una convención al respecto. Pero volviendo a la cuestión de ETA, hemos visto conflictos de larga duración que han sido resueltos, por eso espero que nos encontremos en el principio del fin de la violencia de ETA.
-¿Es el Kofi Annan del último año de su mandato la misma persona que hace casi diez años se puso el yelmo de secretario general?
-No puedo pretender que sea la misma persona que hace diez años. He aprendido mucho sobre la naturaleza humana. Sin embargo, no he perdido la esperanza ni mi optimismo. Creo no haber perdido mi capacidad de simpatizar con la gente, de sentir empatía por el sufrimiento ajeno.
TEXTO ALFONSO ARMADA FOTO J. M. SERRANO
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