Juan Diego y Manzanares hijo empataron a una oreja
En el primer tiempo de la corrida -hablamos en términos futbolísticos-, Salamanca, en la persona de Juan Diego, ganó 1-0 a Málaga y Alicante, representados por Salvador Vega y Manzanares júnior.
Los tres primeros toros dieron opción al lucimiento, aunque de modo distinto. Juan Diego se lució al veroniquear. Posteriormente fue arrollado al hacer un quite. No pasó nada y, después, construyó una faena medida, rítmica y de gusto, más diestra que zurda, aunque sin terminar de apretar el acelerador del todo. Cortó una oreja. Dejó sentadas las bases de su clase, pero continúa con la falta de no poner un poco más de entrega.
Salvador Vega no estuvo en su línea de calidad. Esforzado y valiente, pero largo, no pudo con el empuje y la casta del toro. Actualmente en cuanto hay un poco de genio y pegajosidad las cosas no marchan.
Pudo conseguir un trofeo José María Manzanares en el tercero de no haber fallado a espadas, tras una faena de retazos artísticos que resultó discontinua e intermitente. Lo mejor, su temple.
En la segunda parte no se mantuvo el resultado: Manzanares empataría en el último momento, ya que pegó muletazos de buen tono al que cerraba plaza. Había tardado en entrar en situación, pero cuando lo hizo existió torería y empaque. Además recetó una excelente estocada.
En el cuarto y en el quinto poco pudimos ver. Juan Diego -que había vuelto a ser cogido espectacularmente al torear de capa- anduvo detrás de la res, que era mansa y huida de verdad, en un trabajo arduo e infructuoso.
Por su parte Salvador Vega se mostró reiterativo y sin acoplarse con un quinto complicado. No es torero de guerra, a pesar de poner voluntad, denuedo y oficio.
No quiero terminar la crónica sin hacer un recuerdo a aquel ganadero salmantino, nacido en Asturias, llamado Manolo San Román. Fue un criador de vocación y un excelente empresario. Desde aquí mi homenaje.
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