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ABC Cultural

LOPE, CHIMPÚN

Autor: Lope de Vega. Versión y dirección: Gustavo Tambascio. Escenografía: Juan P. Gaspar. Iluminación: Toño Camacho y Juan A. Salvatierra. Vestuario: Gabriela Salaberri. Intérpretes: Marta Juániz, Trinidad Iglesias, Guillermo Amaya, Emilio Gavira, Paco Déniz, Natalia Hernández, Ancor Luján y David Tenreiro. Lugar: Teatro Infanta Isabel. Madrid.

En 1923, Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw se inspiraron en «La discreta enamorada» de Lope de Vega y trasladaron su acción a la época romántica para elaborar el libreto de «Doña Francisquita», la conocida zarzuela de Amadeo Vives.

Gustavo Tambascio salta un siglo más allá y sitúa la acción en 1955, en la época en que el régimen franquista pasó del aislamiento internacional a ser considerado aliado en el nuevo tablero político mundial. Una época en la que, bajo la represora grisura oficial, escondía Madrid una secreta ciudad de la permisividad y el exceso por cuyos paisajes nocturnos deambulaban exquisitas fieras mitológicas como Ava Gardner, que daba celos a Sinatra con Luis Miguel Dominguín, y nocherniegos del calibre de Fernando Fernán-Gómez, Paco Rabal o Lola Flores.

Ése es el telón de fondo político-sentimental evocado en este montaje con referencias a Sara Montiel, Luis Mariano, Tyrone Power..., con alguna cantinela comercial de la radio de entonces, como el celebérrimo tema del Cola-Cao, y con otras canciones como «Nena», «Violetas imperiales» y «Banderita» incrustadas en la trama y acompañadas animosamente por el público, Tambascio respeta bastante los versos que Lope escribió entre 1606 y 1608, realizando alguna poda aquí y allá y permitiéndose alguna que otra licencia. La verdad es que el salto de época no perjudica, a mi juicio, a la coherencia de la trama de la comedia, disparatada ya por Lope con elementos, para entendernos, de corte prevodevilesco. Digamos que los años cincuenta son coloreados con la sensualidad de Lope para trazar una crónica de la intrahistoria de alcoba de esa segunda etapa de la posguerra, una dialéctica entre la realidad y el deseo en tiempos de represión sexual... y política.

El argumento desarrolla un tema clásico: el del hombre maduro que pretende casarse con una joven que a quien de verdad quiere es al hijo del galán añoso y que para cobrarse la pieza deseada urdirá una compleja red de triquiñuelas que se embrolla por la intervención de otros personajes. Tambascio conduce todos estos elementos por el costado de la farsa y lo grotesco, potenciando los elementos eróticos, la pulsión sensual latente bajo las apariencias, y consigue momentos verdaderamente divertidos y otros introducidos con calzador. Una dirección muy bien ajustada en bastantes escenas y que en otras presenta problemas de ritmo por el alargamiento o el forzamiento de las situaciones. A destacar, el precioso vestuario de Gabriela Salaberri.

Los actores dicen entonadamente y con intención el verso, y bailan y cantan con desenvoltura (Trinidad Iglesias, muy buena cantante y actriz que encarna a Belisa, la madre de la joven, participó el año pasado en el montaje «serio» de la obra musical en el Teatro de la Zarzuela). Marta Juániz es una estupenda Fenisa, y Natalia Hernández, una actriz clavadita a Merle Oberon, una deliciosa Gerarda. Emilio Gavira, como el maduro capitán, Guillermo Amaya, que interpreta a su hijo, el apuesto Lucindo, y el resto del reparto realizan un buen trabajo en este evocador Lope musical, simpático y con altibajos.

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