Carlos III cumple 77 años entre tensiones familiares y reformas urgentes
Mientras consolida su autoridad y toma medidas drásticas con su hermano, el soberano afronta un año clave en la historia reciente de la monarquía británica
Un miembro de los Windsor asegura que la vida de la Familia Real británica es «un infierno»: «Esta fama es una forma de tortura»
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Iniciar sesiónPocas veces un cumpleaños real ha llegado tan cargado de lecturas internas. Este 14 de noviembre, Carlos III alcanza los 77 años envuelto en una tormenta que combina salud frágil, tensiones familiares y decisiones históricas dentro del Palacio de Buckingham.
Mientras trata de ... consolidar un reinado que heredó ya herido por el deterioro institucional, el monarca se enfrenta a un tablero que cambia a una velocidad inédita: la caída definitiva de su hermano Andrés, la prudente tregua con su hijo Harry y un entorno que ha empezado a percibirle más emocional y menos impermeable tras su diagnóstico de cáncer.
Tras más de tres años en el trono, el que fuera durante décadas el eterno heredero ha demostrado que no está dispuesto a ser un monarca de trámite. Llegó al poder en pleno desgaste tras el Brexit, una Commonwealth cada vez más crítica con la Corona y un clima político zigzagueante. Y, aun así, Carlos III ha tomado decisiones que su madre evitó durante años. Algunas eran inevitables; otras han supuesto un golpe en la mesa con el que ha querido marcar su territorio.
Entre todas ellas, la más sonora ha sido el fin de la era de su hermano Andrés. Un asunto que, según diversas fuentes próximas a la institución, llevaba demasiado tiempo postergando.
El derrumbe definitivo de Andrés
El caso del antiguo duque de York ha sido la herida abierta que Carlos III ha heredado desde antes de coronarse. Lo que en su día fue solo una mancha reputacional terminó por desbordarse cuando salieron a la luz los correos electrónicos entre Andrés y Jeffrey Epstein. Esa filtración fue suficiente para que el soberano considerara agotada la paciencia institucional.
Las decisiones se sucedieron con rapidez: primero, la retirada del título de príncipe; segundo, la eliminación del tratamiento de Alteza Real; y por último, la orden de abandonar Royal Lodge, la residencia cuya magnitud se había convertido en el símbolo de los privilegios que la Corona ya no podía justificar.
Un movimiento que, visto desde Buckingham, tenía una lectura doble. Por un lado, blindar la imagen de la monarquía ante la gravedad de las acusaciones ligadas al magnate estadounidense, fallecido en prisión en 2019. Por otro, resolver un conflicto personal arrastrado desde la niñez: la eterna comparación entre el primogénito serio, reservado y poco popular y el hermano menor carismático, con brillo mediático y carrera militar destacada.
La tensión silenciosa con Harry
Si con Andrés ha optado por la vía drástica, la situación con Harry es más delicada. El Rey ha preferido aplicar una estrategia de bajo perfil, sin gestos públicos ni conflictos recientes. El duque de Sussex, por su parte, lleva meses sin protagonizar declaraciones incendiarias ni intervenciones que incomoden a su familia.
No hay vuelta atrás y él seguirá en California, pero, por ahora, ambos parecen haber pactado convivir sin sobresaltos. Una calma que, en el fondo, representa una aceptación tácita de la autoridad del monarca.
La reserva sobre su estado de salud
La salud del hijo de Isabel II sigue siendo el punto más opaco de su agenda. Desde el comunicado del pasado marzo, cuando se informó de que había sufrido efectos secundarios tras un tratamiento contra el cáncer, no ha habido actualizaciones oficiales: «Tras el tratamiento médico programado y en curso para el cáncer esta mañana, el rey experimentó efectos secundarios temporales que requirieron un breve período de observación en el hospital», mencionaban en aquel entonces.
Desde ese día, el hermetismo ha sido absoluto. Los tabloides británicos han insistido en que el rey mantiene una agenda más activa que a principios de año, pero advierten de que la ausencia de nuevos partes alimenta especulaciones. El experto Robert Jobson, citado por 'The Mirror', señala que en este tiempo se ha observado «un cambio» en Carlos III, que ahora se muestra más emotivo y receptivo a los consejos del equipo médico real.
Las reformas en el Palacio de Buckingham
Las decisiones personales no han sido las únicas que han marcado el año del soberano. El Palacio de Buckingham está inmerso en la mayor renovación de su historia reciente. La restauración, cuyo objetivo es actualizar las instalaciones para 2027, ha obligado a elevar temporalmente el Sovereign Grant, el fondo público que financia la actividad real. Al mismo tiempo, se ha confirmado el fin del histórico tren real, uno de los símbolos más antiguos del ceremonial británico.
Por otro lado, la situación financiera de Andrés también se explica dentro de esta estrategia. El rey ha decidido asumir personalmente un pago único para facilitar el traslado de su hermano desde Royal Lodge y otorgarle una asignación anual privada —según 'The Guardian', «varias veces superior» a su pensión naval— que permita limitar cualquier gasto excesivo.
La felicitación por sus 77 años
Por su parte, desde la cuenta oficial de la Familia Real británica, se ha publica la tradicional fotografía para felicitar al monarca por su cumpleaños. «77 hoy! Gracias por las amables palabras y buenos deseos en el cumpleaños de Su Majestad», escribieron, acompañando el texto con una foto de Carlos III apoyándose de su bastón frente a su vivienda en Sandrigham.
Cumplir años, en el caso del Rey, no es un acto simbólico sin más: es la fotografía de un monarca que pelea contra una enfermedad, reestructura una institución centenaria y se atreve a enfrentarse a las fracturas familiares que su madre dejó sin resolver.
Un cumpleaños que, paradójicamente, no se celebra desde la calma, sino desde la determinación. Y que retrata a un rey que, lejos de querer pasar desapercibido, parece decidido a dejar su marca antes de que la biología vuelva a recordarle sus límites.
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