«Al retrasar la autonomía de nuestros hijos, por no darles responsabilidades, dañamos su autoestima»
Dos psicólogas aseguran que no encargar tareas ajustadas a las edades de los niños y adolescentes daña la imagen que tienen sobre sí mismos

Los expertos en educación no dudan al asegurar que la infancia es una etapa adecuada para asignar responsabilidades a los niños con el objetivo que aprendan a ser autónomos cuando antes. Por supuesto que dichas tareas deben ser sencillas y estar ajustadas a la edad ... y capacidad de cada niño.
Según apunta a ABC Irene Espinar, psicóloga de Hastings School, a los progenitores les cuesta asignar responsabilidades a sus hijos por motivos diferentes y en función de factores como la edad de los niños, el contexto social y el estilo de crianza. «En etapas preescolares e incluso en los primeros cursos de Primaria, es habitual que la falta de tiempo (por ejemplo, a la hora de prepararse antes de ir al colegio), la escasez de información en cuanto al desarrollo de las capacidades y competencias de los niños, y el miedo a que se equivoquen (que estropeen algo, que se hagan daño, etc.), sean los motivos principales por los que padres y madres tiendan a hacer tareas que podrían llevar a cabo los niños. Hay que tener en cuenta -prosigue- que, sobre todo en las grandes ciudades, es frecuente que los niños sean hijos únicos y/o no cuenten con una familia extensa cercana y, por lo tanto, a sus padres les falten referencias y puntos de comparación acerca de sus capacidades y autonomía. A pesar de las múltiples evidencias en contra, hay una idea generalizada de que las calles y los parques son lugares más peligrosos ahora que hace unas décadas, por lo que muchos progenitores tienden a sobreproteger a sus hijos intentando evitar que hagan recados, vayan solos al colegio o se reúnan con sus amigos sin supervisión».
Apunta que más adelante, durante la pubertad y adolescencia, es común que los padres traten de asignar cada vez más responsabilidades a sus hijos, especialmente aquellas que tienen que ver con el orden e higiene, además de las tareas del hogar. «Esto es fundamental, y la asignación de responsabilidades debe ir gradualmente extendiéndose a otras áreas de sus vidas, como, por ejemplo, el manejo del dinero o la gestión de su tiempo, entre otras. No obstante, en ocasiones, los padres consideran que sus hijos no están preparados para asumir dichas responsabilidades y temen las posibles consecuencias. De hecho, el control que se ejerce a través de los dispositivos móviles de los hijos y la información acerca de dónde y con quién están en todo momento, a menudo disparan los miedos de padres y madres, y entorpecen la independencia de los adolescentes».
Para Cristina Gasca, psicóloga de este mismo centro, el estrés de los progenitores por sentir que tienen poco tiempo, que 'no llegan a todo', origina en muchas ocasiones que hagan las tareas en lugar de los niños, para avanzar más rápido. «En nuestra sociedad, es normal vernos en este tipo de situación, pero es esencial tratar de buscar soluciones alternativas que vayan a ser sostenibles y más beneficiosas para los niños. Además, al dar responsabilidad a los niños (por ejemplo, cuando les damos las llaves de casa) les mostramos amor y confianza en su capacidad para llevar a cabo las tareas, aprender y cuidar de sí mismos y de los demás. Y también les incluimos en un reparto de las tareas del hogar más igualitario y justo».
Para cambiar esta actitud hacia los hijos, ambas expertas apuntan que cada sistema familiar es distinto y tiene sus propias dinámicas, por lo que se debe analizar cada caso para proponer las estrategias más convenientes. Sin embargo, hay algunas recomendaciones generales que pueden ser de utilidad.
En primer lugar, destacan que es esencial estar informados sobre los hitos evolutivos propios de cada momento del desarrollo, para que los padres se aseguren de que proporcionan a los niños la estimulación adecuada y el espacio suficiente para ir aumentando su nivel de autonomía.
También es recomiendan ir introduciendo poco a poco las responsabilidades tanto en casa como fuera de ella, reduciendo gradualmente el apoyo que se ofrece a los niños en cada tarea. Para ello, aconsejan establecer rutinas claras e intentar darles tiempo suficiente a los niños para realizar sus tareas cotidianas sin demasiadas prisas. Para los más pequeños, suele ser útil emplear pictogramas y estructurar las tareas, diferenciando los pasos que se deben seguir.
Finalmente, y especialmente, destacan que los padres deben confiar en las habilidades y capacidades de los niños. «Al dejar que hagan las cosas mal y que aprendan de sus errores, estamos también dejando que sus éxitos sean suyos. Es importante animar siempre sus deseos de autonomía e independencia dejándoles tomar decisiones y escuchándoles cuando expresan sus necesidades y deseos, lo que por otra parte desarrolla sus destrezas comunicativas», señala Irene Espinar. «Cuando perciben que confiamos en ellos y ven que les damos la oportunidad de desenvolverse de forma autónoma (por supuesto, siempre con el apoyo y supervisión oportunos), muestran una mayor predisposición a intentar hacer cosas solos, lo que favorece el aprendizaje y la adquisición de nuevas habilidades y competencias. Esto, a su vez, aumenta su seguridad y confianza, así como la probabilidad de que continúen enfrentándose a nuevos retos.
Explican que no hay una edad a partir de la cual debamos empezar a fomentar la autonomía. Desde que nacen, los bebés ya comienzan a desarrollar su autonomía respirando o comiendo. Más adelante empiezan a hacer cosas como alcanzar objetos o sujetar el biberón, dar sus primeros pasos sin ayuda, y así van progresivamente aprendiendo conductas autónomas nuevas, cada vez más complejas y elaboradas. Por lo tanto, la clave es conocer las capacidades de los niños, y animarles a 'dar un pasito más'. Más tarde podrán recoger los juguetes, poner la mesa, hacer la cama, llevar la ropa sucia al lugar correspondiente, regar las plantas, hacer un bocadillo, el autocuidado, jugar solos, hasta ir solos al colegio, tener las llaves de casa, pasear al perro, poner y tender la lavadora, cuidar a sus hermanos, gestionar la paga, etc.
Añaden que algunas veces, los niños pueden mostrar cierta resistencia a hacer cosas solos (desde ir al cuarto de baño cuando son más pequeños, pasando por hacer los deberes en Primaria hasta prepararse la cena cuando son adolescentes), ya que recibir atención y cuidados de sus padres es tremendamente reforzante. También puede ser que algunas cosas les den miedo o que hayan tenido un hermano pequeño y estén sintiendo celos. Es precisamente en este tipo de situaciones en las que aconsejan hacer hincapié en el fomento de la autonomía, asegurándonos de reforzar las conductas autónomas a través de atención y elogios, y promoviendo la adquisición de nuevas habilidades y competencias en los niños.
Ambas psicólogas apuntan que los niños frecuentemente se muestran más autónomos e independientes en el centro escolar que en casa debido a que se sienten más cómodos y en confianza cuando están en casa con sus familias. «El cariño y la atención que buscan en sus padres, y las dinámicas en las relaciones, son muy diferentes a aquellas que se producen en el colegio con los profesores o los compañeros, y como resultado podemos ver una variación en las conductas del niño según el contexto en el que se encuentre. Sin embargo, -explica Cristina Gasca- cada vez más nos encontramos con alumnos muy poco autónomos, que ni siquiera hacen la cama en casa y que cuentan siempre con la ayuda de sus padres para estudiar o para resolver una situación escolar, como olvidarse los deberes en casa. La habilidad para estudiar de forma independiente y la capacidad de enfrentar y resolver problemas van a ser fundamentales en su vida académica y personal».
No dudan al afirmar que la autonomía es la base de la autoestima. «Cuando los niños van aprendiendo a desenvolverse de manera independiente, van adquiriendo aprendizajes que a su vez les permiten ir enfrentándose a retos más complejos. Con cada experiencia de éxito, se perciben más competentes y seguros de sí mismos, lo que favorece una buena autoestima en general. Por lo tanto, cuando retrasamos este proceso, interferimos, sin darnos cuenta, en la construcción de la percepción que tienen de sí mismos. Por este motivo, entre otros, es esencial animar y acompañar a los niños en este camino».
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En definitiva, todos queremos que nuestros hijos crezcan sintiéndose seguros, con capacidad de tomar decisiones y resolver conflictos, comprometidos con el cuidado de los demás, independientes de los adultos y sabiendo manejar la frustración. Fomentar su autonomía es la manera de conseguirlo.
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