Música: una inversión para la vida

Abigail Jareño, profesora de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, apunta que investigaciones recientes confirman que la exposición activa a la música ya sea tocando, aprendiendo o escuchando, actúa como una auténtica 'gimnasia cerebral'.

La música es mucho más que un simple pasatiempo o un arte como algunos creen; es una herramienta neurocognitiva y social, esencial para el desarrollo de niños y jóvenes. Investigaciones recientes confirman que la exposición activa a la música ya sea tocando, aprendiendo o ... escuchando, actúa como una auténtica «gimnasia cerebral».

El entrenamiento musical optimiza la plasticidad del cerebro. Esto quiere decir que potencia las conexiones neuronales y la comunicación dentro del sistema nervioso. A nivel cognitivo, los estudios han demostrado que se asocia con una maduración más rápida del grosor cortical de áreas cerebrales encargadas de la planificación, la coordinación motora y el control de las emociones. Esta actividad simultánea de ambos hemisferios cerebrales mejora significativamente la memoria, la atención y la capacidad de resolución de problemas complejos.

Además, el proceso de aprendizaje instrumental enseña valores inestimables como la disciplina, la perseverancia y el trabajo en equipo. Incluso se sabe que los adolescentes con formación musical suelen obtener mejores calificaciones y mostrar rasgos tan significativos y útiles como la responsabilidad, la apertura a la experiencia y la motivación de logro.

Pero el impacto de la música va más allá del desarrollo individual y resuena directamente en el núcleo familiar. Diversos estudios sugieren que la música es un poderoso agente de cohesión social y emocional. Las experiencias musicales compartidas fomentan un sentido de comunidad y conexión dentro del hogar.

Cuando los miembros de una familia escuchan o crean música juntos, se genera un espacio que facilita la reducción del estrés, la tensión e, incluso, la ansiedad en el ambiente doméstico. Esto fomenta una mejor convivencia y permite que padres e hijos compartan sentimientos y emociones. Esta conexión es especialmente valiosa durante la adolescencia. En esta etapa, compartir gustos musicales o aprender a tocar juntos puede actuar como un puente de comunicación que mantenga el vínculo afectivo.

Al invertir en la educación musical de nuestros hijos, no solo impulsamos su capacidad intelectual y su crecimiento personal, sino que fortalecemos la calidad emocional y la unidad de todo el hogar. La música es, sin duda, una inversión para la vida.

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