¿Es posible el ocio sin alcohol?

Esther Gramage, profesora de Toxicología de la Universidad CEU San Pablo, invita en este artículo a ofrecer a los hijos un ocio alternativo lejos de sustancias que afectan a su salud física y cognitiva

«El 54% de los padres saben que sus hijos beben alcohol, pero hacen la vista gorda»

Esther Gramage pretende que los padres protejan a sus hijos adolescentes «como lo hacían cuando eran pequeños» ABC

Madrid

31/10/2024 a las 09:42h.

«No será tan malo cuando todo el mundo lo hace». «Pues anda que no me emborrachaba yo de joven, y no me ha ido tan mal». Estas son frases que se repiten habitualmente. En cierto modo, estamos buscando justificar la opción fácil, la que ... está de moda y nos aporta comodidad a corto plazo. Pero no hay duda: el alcohol es tóxico. Sí, produce efectos dañinos en muchos órganos, además de estar demostrada la asociación del consumo de alcohol con al menos siete tipos de cáncer, incluido el de mama. Aun así, nos justificamos, somos adultos. Pero ¿qué hay de los más vulnerables?

Somos ejemplo de nuevas generaciones y el problema, aquí, se agrava: el cerebro adolescente es mucho más susceptible al daño que induce el alcohol, pudiendo producir déficits cognitivos a largo plazo.

Si pensamos en nuestros jóvenes, a las preguntas anteriores podríamos añadir: «No puede ser tan malo si mis padres beben y, además, es cuando mejor se lo pasan». Y aquí reside el mayor dilema: existe una asociación generalizada en la sociedad entre ocio y alcohol. Este último, presente en las celebraciones, en los momentos de risas, los ratos de desahogo… sin quererlo, transmitimos a nuestros jóvenes la idea de que ese es el camino, la solución para estar bien. No, el alcohol no es el responsable de que estemos bien en esas situaciones: relaciones sanas, actividad física, buenos amigos… podemos mostrarles que hay mucho más que el alcohol y que no compensa el riesgo.

Hace varias décadas, con gente fumando constantemente en restaurantes, coches e, incluso, clases, no creíamos posible que el tabaco desapareciera de los ambientes de ocio. Cierto es, no ha desaparecido, pero sí ha disminuido mucho su presencia. ¿Seremos capaces de hacer lo mismo con el alcohol?

Quizá los grandes cambios sociales no estén en nuestra mano, pero ¿por qué no empezar a trabajar en ello desde la familia? Es nuestro deber como sociedad fomentar en nuestros jóvenes planes de ocio alternativos. Sigamos protegiendo a nuestros hijos adolescentes, como lo hacíamos cuando eran pequeños, de uno de los mayores riesgos para su salud.