Francis Montesinos
Dejad que los niños se acerquen a mí
El diseñador puso el «Rien de rien» (no lamento nada) y salió con niños a saludar
rosa belmonte
Lo de Francis Montesinos. En una pasarela adornada con estrellas de mar tan grandes como Patricio el de Bob Esponja, empezó a sonar el «Rien de rien» de Edith Piaf. Pero no salía nadie. Personne. Era alegórico. «No lamento nada, ni el bien que me han hecho, ni el mal. Todo eso me da igual» ... . Ágatha Ruiz de la Prada aplaudía entusiasmada. La imputación de Montesinos por abusos sexuales y corrupción de menores se había archivado el pasado mes de julio. A la MBFW fueron todos sus amigos (y los hijos de sus amigos) a arroparlo. Como espectadores y como modelos, que allí había señoras de todas las edades y pelajes luciendo su ropa (y alguna, los cortes del biquini). Carlos Lozano desfiló con un aspecto rústico como de Ngé, el negro de «Amanece que no es poco». En el camerino estaba Nuria Bermúdez, agente FIFA, en calidad de amiga de la diseñadora de bolsos (dice que ahora los fichajes futbolísticos están chungos; pobre, los lleva todos Jorge Mendes).
Acabó la canción y empezó el desfile. Una remesa de rubias entre las que se encontraban Makoke, Raquel Meroño o Arantxa de Benito aplaudían como locas a los modelos (les tocaban algo). Lucía Dominguín, que debe de ir a la peluquería de Pequeño Pony , movía las crines al jalear a su hija, a su sobrino Nicolás y a su hermana Paola. Por lo demás, la colección fue la más sobria en años de Francis. Como si le hubieran dado con la estrella de mar gigante en la cabeza. Cosa que empezamos a sospechar cuando al final salió rodeado de niños a saludar. Dejad que los niños se acerquen a mí. Y el público puesto en pie. Solo faltó Raphael cantando «Escándalo».
A Juanjo Oliva para Elogy llegó una nueva remesa de rubias: Fiona Ferrer, Marta Robles, Marina Castaño... (el nivel de rubianidad y fineza subió en Ángel Schlesser, con Pilar González de Gregorio y otras). A Juanjo casi no llegan Bibiana Fernández y Rossy de Palma, a la que no pude oler. La imponente Juana Acosta disfrutaba con sombrero de la colección inspirada en las geometrías de la artista brasileña Lygia Clark. La coartada cultural de Ana Locking era «La montaña mágica» de Mann. Y The Magic Mountain, el parque de atracciones californiano. Los bolsos eran de Acosta (no Juana), firma para la que la diseñadora ha armado tres (uno que se convierte en riñonera). Va a colaborar más en el futuro. Como público, Soledad Lorenzo. Al final sonó «El cabrero solitario» de «Sonrisas y lágrimas». O sea, el Lay ee odl lay ee odl lay hee hoo. Ana Locking había repartido un formulario de ingreso en el sanatorio de Hans Castorp. Alguno debería haberlo rellenado. O pedir hora en la López Ibor.
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