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La emperatriz Eugenia de Montijo, propulsora de la alta costura

Era una de las clientas habituales de Worth. Estableció las reglas del que sigue siendo el mayor espectáculo de la moda

La emperatriz Eugenia de Montijo, propulsora de la alta costura abc

MARÍA LUISA FUNES

Como nadie es profeta en su tierra, tuvo que ser un inglés el que inventase la Alta Costura francesa en 1868. Un entorno económico de prosperidad benefició a los países europeos con colonias en un periodo sin guerras que impulsó el crecimiento de una burguesía muy consumidora de moda y símbolos de riqueza.

Charles-Frédéric Worth se trasladó a Francia en 1846 e impulsó la Alta Costura con «denominación de origen» parisina, aunando las mejores materias primas del mundo con la técnica inglesa y el glamur francés. Worth se hizo con un elenco de clientas de ensueño. Fue un visionario: creo las colecciones por temporada, contrató modelos para las presentaciones, utilizó las revistas de moda para promocionarse e incluso aprovechó su relación con las Casas Reales europeas para darse a conocer.

El apoyo de la Emperatriz Eugenia de Montijo fue definitivo en su carrera. Casada con Napoleón III, se aficionó a sus vestidos sin miriñaque . Encargó a Worth 150 vestidos para acudir a la inauguración del Canal de Suez en Egipto. Sissi de Austria y numerosas socialites le dieron aún más nombre.

Worth y un grupo de modistos franceses establecieron las bases de la Alta Costura, convirtiendo al couturier en una figura jurídica protegida que debía cumplir una serie de requisitos dictados por el Ministerio de Industria. Los franceses supieron crear barreras de entrada a modistos de otros países. La creación de la Cámara Sindical de la moda en 1880, afianzó estas regulaciones. Los requisitos establecidos en 1868 para probar que se pertenecía a la Haute Couture de París eran los siguientes:

1.-Presentar dos colecciones al año con un mínimo de 50 modelos cada una, tanto con trajes de día como de noche.

2.-Celebrar las presentaciones en edificios emblemáticos de París, utilizando al menos tres personas como modelos y efectuar un mínimo adicional de 45 pases privados.

3.- Contar con un número mínimo de 20 empleados en los talleres propios.

4.- Fabricar los modelos enteramente a mano, con un revés tan impecable como el derecho.

5.- Pasar de cien a mil horas de trabajo manual en cada modelo. Se establecían unos mínimos y máximos de precio que se revisaban anualmente.

6.- El vestido se realizaba primero en una toile de lino o algodón básico para reservar los tejidos más exclusivos para la versión definitiva, como hacen los buenos costureros españoles actualmente con los trajes de novia.

7.- Las telas debían ser exclusivas para la casa de cada modisto y proceder de Francia, siempre tan protectora de su industria. Apliques y pasamanerías también tenían que ser de origen francés.

8.- Se realizaban entre 3 y 7 pruebas antes de acabar el vestido, para asegurar un resultado impecable.

9.- El costurero/a que elaboraba los bocetos debía ser responsable de terminar el vestido: esto aseguraba la creación de una buena cantera de completos profesionales para la industria.

10.- La clienta tenía la garantía de que únicamente existían dos réplicas más idénticas a su vestido, que a veces eran el ejemplar de archivo y el del desfile.

La Alta Costura impulsó el sector textil pero también tiró de la industria del calzado, la joyería y la perfumería. A Worth le siguieron otros creadores , como Jeanne Paquin, Paul Poiret, Coco Chanel, Schaiparelli, Patou, Lanvin , Vionnet, Mariano Fortuny o Balenciaga. Pero las guerras dieron lugar a finales de los 50 a la ropa ya disponible por tallas, menos sofisticada y más barata: era el nacimiento del Prêt-à-Porter.

Actualmente, la semana de la Alta Costura de París tiene un número limitado de creadores . Se han caído del cartel muchos básicos y han entrado extranjeros. Quizás sea por eso que se han relajado las normas iniciales y ya ni se elaboran solo tres piezas, ni se hacen 45 presentaciones, ni se fabrica solo en Francia. Ni nada de nada. La Alta Costura hoy tiene una clientela variada de norteamericanas, árabes, rusas y chinas y cada modelo puede costar entre 6.000 y 200.000 euros. Se ha convertido en un arte poco rentable en sí mismo, pero que hace revivir el negocio de las marcas y mantiene vivo el sueño de la moda. Pero eso es otra historia.

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