Verano con el agua al cuello

El Gobierno tratará de recomponer su imagen ante la opinión pública con unas vacaciones reducida

Verano con el agua al cuello

BLANCA TORQUEMADA

Un baño de realidad, el de la crudeza de la crisis económica, será el protagonista del verano menos playero de José Luis Rodríguez Zapatero desde que llegó a La Moncloa. La consigna es convencer a la opinión pública de que el Gobierno no baja la ... guardia y, en consecuencia, se moja. No tanto en las aguas de nuestro privilegiado litoral como en esas responsabilidades sobrevenidas por el imperativo categórico del déficit disparado, el paro desbocado y el escrutinio receloso de los socios de peso de la UE. Penuria obliga, y el jefe del Ejecutivo parece dispuesto al golpe de efecto de permanecer al pie del cañón para el encaje de bolillos de la negociación de la reforma laboral y para escribir sin más renglones torcidos ni enmiendas en el BOE la letra pequeña del «tijeretazo» de 15.000 millones de euros en dos años. Además, se tiene que ir trabajando alianzas para sacar adelante los presupuestos en las Cortes, pues los drásticos recortes no hacen posible una prórroga. Así que toca escenificar un estajanovismo estival que ya está diseñado pero sobre el que el Ejecutivo mantiene un estratégico silencio.

El mensaje unívoco que ya se ha encargado de airear la vicepresidenta primera y portavoz María Teresa Fernández de la Vega es el de que se trabajará incluso en agosto (habrá Consejo de Ministros el día 20), lo que tampoco supone novedad con respecto al año pasado, pues en 2009 hubo reunión del gabinete el día 13 de ese mes canicular. Pero si en aquella ocasión Zapatero se trasladó a Madrid desde la residencia de La Mareta, en Lanzarote, para después regresar a su retiro vacacional en Canarias, esta vez seguramente no habrá lugar a viajes de ida y vuelta, pues se da por seguro que para esa fecha el jefe del Ejecutivo ya se habrá reincorporado a su despacho e incluso podría darse la circunstancia de que apenas lo abandone en todo el mes, por el convencimiento de que, con el agua de la crisis al cuello, la foto de unas vacaciones en el mar reducidas o incluso inexistentes sería una baza para salir del pozo de impopularidad certificado por el CIS, que en su último barómetro coloca la valoración del presidente del Gobierno (con una pésima nota de 3,77) por debajo incluso de la de Aznar durante la guerra de Irak.

De modo que está en el aire dónde veraneará Zapatero, si es que finalmente lo hace, con otra derivada institucional aún no resuelta: la de los despachos estivales con el Rey en Marivent, después de que el presidente del Gobierno se saltara el año pasado la arraigada costumbre de celebrarlos en dos ocasiones, una a primeros de agosto y otra a final de mes. Sólo hubo una cita con el Monarca, la de cierre. Nada más llegar a la Presidencia del Gobierno, en 2004, Zapatero escogió Menorca, pero no repitió, y en años sucesivos se decantó por La Mareta, en Lanzarote (con polémica incorporada, pues se trata de una residencia de Patrimonio Nacional en principio reservada a la Familia Real), si bien en 2007 quebró también esa costumbre y optó por Doñana. Este año, según ha podido saber Los Domingos de ABC, aún no se han detectado los habituales movimientos que a estas alturas se suelen registrar en La Mareta para recibir a la familia presidencial y su séquito, por lo que todo parece indicar que no se les espera.

A diferencia de José María Aznar, Zapatero ha venido buscando cobijo en recintos de titularidad estatal, bien adscritos a Patrimonio Nacional, caso de La Mareta, bien a Patrimonio del Estado como sucede con el palacio de las Marismillas de Doñana. Esta opción por lo público, a la que también estuvo abonado Felipe González, genera menos problemas para desplegar el pertinente dispositivo de seguridad, según se aduce en Moncloa. La única excepción a esa regla fue el primer veraneo presidencial del líder socialista, el de Menorca, que quizá sirvió como experiencia para evitar en sucesivas ocasiones los alquileres a particulares. Entonces los Zapatero se alojaron en la finca Santa Bárbara, cercana al aeropuerto y propiedad de un empresario italiano, depués de tener que renunciar a la primera casa en la que habían puesto los ojos, Torre de San Nicolás, porque tenía una piscina ilegal.

Antes de La Moncloa, los Rodríguez Espinosa no eran de los de lugar fijo de vacaciones y habían veraneado en Galicia, Granada, Alicante y Almería. Y en la costa almeriense volverán a recalar probablemente una vez que el presidente del Gobierno deje de serlo, pues hace tres años se compró un chalé en la localidad de Vera.

En cuanto a los ministros, ya cuentan con que sus vacaciones estarán cogidas este año con pinzas y quedarán sometidas a posibles vaivenes e intermitencias. En lo más alto del escalafón del Gobierno, los vicepresidentes ya han adaptado sus planes a esa situación atípica. La vicepresidenta económica Elena Salgado dedicará unos días a su pasión, el montañismo, sin desconectar de su despacho. Manuel Chaves, fiel a sus costumbres, se escapará cuando pueda a la costa de Cádiz, en tanto que María Teresa Fernández de la Vega ya ha hecho público que este año no hará su habitual gira iberoamericana. En todo caso, intentará pasar unos días de playa en la casa propiedad de su familia de Vilanova i la Geltrú. Otros integrantes del Ejecutivo se atendrán igualmente a sus inveteradas costumbres: Alfredo Pérez Rubalcaba viajará a Asturias, José Blanco a las Rías Bajas y Miguel Ángel Moratinos a la Provenza francesa. Fugaces espejismos estivales frente a la dura «rentrée» (huelga general incluida) del otoño.

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