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El «uniforme» de Bután

Perdido en el Himalaya, este pequeño reino conserva la obligatoriedad de su vestimenta tradicional, que ha lucido Catalina de Cambridge en su visita

AFP

PABLO M. DÍEZ

Cuando los Duques de Cambridge aterrizaron ayer en el pequeño reino de Bután tras sobrevolar el Himalaya desde la India , parecía que hubieran entrado en «Shangri La», aquel paraíso terrenal de la novela «Horizontes perdidos» llevado al cine por Frank Capra , el maestro de los buenos sentimientos en la gran pantalla. Ataviados con coloristas ropajes al estilo tibetano, docenas de niños saludaban su caravana por las calles de Timbú , la capital, ofreciéndoles sus tradicionales bufandas blancas de bienvenida («khatas»). Pero, si Guillermo de Inglaterra y Catalina hubieran llegado cualquier otro día de incógnito, no se habrían encontrado una imagen demasiado diferente.

Y es que Bután, uno de los países más aislados y peculiares del mundo, conserva un particular código de etiqueta que obliga a sus habitantes a vestir el uniforme nacional. Para los hombres, dicha indumentaria consiste en una túnica llamada «gho» que, atada a la cintura, les llega hasta las rodillas, mientras que las mujeres llevan una especie de sari hasta las tobillos («kira») y una rebeca estampada o de vivos colores («tego»). Frente al clasicismo del Príncipe Guillermo, que prefirió conservar su traje, de esa guisa se mostró Catalina de Cambridge mientras practicaba el deporte nacional , el tiro con arco, junto al Rey Dragón Jigme Khesar Namgyal Wangchuck y la Reina Jetsun Pema , bellísima tras haber dado a luz en febrero a su primer hijo. Como mandaba la ocasión, ambos lucían sus mejores galas.

Aunque en 1989 se impuso la obligatoriedad del uniforme butanés todos los días, so pena de cuantiosas multas, las normas se han relajado y ahora es frecuente ver a los jóvenes con vaqueros y camisas al estilo occidental. Pero hay que seguir llevando las prendas tradicionales en oficinas del Gobierno, colegios, monasterios y fiestas.

Dando buena cuenta de la belleza de dichos ropajes, así lo documenta en su blog Karma Wangchuk, un antiguo estudiante de diseño que retrata por la calle la moda butanesa . «Quería desmontar la percepción que tienen algunos de que seguimos a lomos de yaks y viviendo en cabañas de piedra en las montañas», explica Wangchuk al diario británico «The Telegraph». La ruptura con estos tópicos no le impide demostrar su orgullo por la tradición, ya que, «en un mundo homogéneo donde todos estamos “McDonaldizados” por la moda rápida y barata, es bonito aferrarte a tus raíces y tener tu identidad ».

Por eso puede estar Wangchuk tranquilo, porque Bután es uno de los países más diferentes del planeta. Entre las cumbres del Himalaya, con una superficie similar a la de Extremadura y solo 750.000 habitantes, esta exótica nación permanecía cerrada al exterior y no tenía carreteras ni moneda hasta 1960 . De hecho, solo permite la entrada de turistas y periodistas desde 1974 y, para evitar una invasión mochilera como la que sufre el vecino Nepal, hay que pagar más de 200 euros al día. Un visado prohibitivo que limita las visitas a solo 20.000 extranjeros cada año en Bután, adonde la televisión llegó en 1999 y la riqueza se mide no por su crecimiento económico, sino por su índice de Felicidad Nacional Bruta. Como se ve, no todos los países están «McDonaldizados» .

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