Doña Letizia, sobria y minimalista en su atuendo y siempre correcta

Está en momento «mamá feliz», leyendo un libro con sus hijas en el sofá, las tres vestidas de blanco, el color de la armonía y la pureza. Así nos transmite que ella sabrá educar a sus hijas como buena madre que es. También vemos la faceta «mujer enamorada», enfundada en un vestido rojo (el color de la pasión) con transparencias en las mangas, y en brazos de su Príncipe, los dos mirándose a los ojos. Y para rematar, nos deleita con retratos en solitario, estilo «mujer independiente» con mirada firme y segura, con dos cambios de look, uno de blanco, informal, cercana y otro con un vestido de encaje negro de cóctel, con fuerza, a la moda, pero sin caer en el tópico de «fashion victim».

Ya nos hemos acostumbrado a Doña Letizia como Princesa de Asturias y nos hemos olvidado de la periodista. Y ella nos ha ayudado mucho en esto. Atrás quedaron las sosas chaquetas de los telediarios y los pantalones anchos, los fulares al cuello de cualquier manera y el pelo recogido en apenas cinco minutos cuando estaba de corresponsal sobre el campo. No tiene colores preferidos (aunque el blanco y el rojo suelen destacar en su armario), ni cortes estrambóticos, ni chaquetas fetiches, ni cortes de pantalones favoritos. Usa lo que tiene que usar en cada ocasión,recicla antiguos trajes de noche, les cambia el cuello, acorta largos, y siempre va correcta.

No abusa del maquillaje ni del bronceado, hábito que arrastra también de sus días delante de las cámaras, ya que el moreno excesivo no favorece en televisión. Nos sorprende que tampoco haya sucumbido a la moda de los esmaltes de uñas de colores y sospechamos que sea porque, de llevarlos, le echarían en cara que está todo el día haciéndose la manicura. En conclusión: sobriedad (las únicas joyas que lleva son unos pendientes mínimos y su alianza) y minimalismo son las palabras clave del atuendo y la rutina de belleza de nuestra Princesa. Yo personalmente echo de menos una foto con tiara, porque a las chicas, por muy mayores que seamos, nos siguen gustando los cuentos de hadas.