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El Príncipe Alberto se juega su imagen tras la detención del dueño del Mónaco

Dmitri Rybolóvlev, investigado por corrupción, no podrá salir del principado

Dmitri Rybolóvlev, dueño del AS de Mónaco, junto al Príncipe Alberto II

Juan Pedro Quiñonero

La Justicia ha intervenido de manera cautelar, en vista de que el llamado «Monacogate» podría estallarle en las manos al mismísimo Príncipe Alberto II (60 años). En la tarde de ayer, y tras 20 horas de interrogatorios, el multimillonario ruso Dmitri Rybolóvlev (51) quedó en libertad, aunque bajo control judicial y sospechoso de presuntos delitos de estafa, corrupción y tráfico de influencias. Rybolóvlev, que fue detenido en la tarde-noche del miércoles, no podrá viajar sin autorización. Cualquier movimiento fuera de Mónaco lo convertiría en un prófugo. El arresto del magnate tuvo lugar horas antes de que el equipo de fútbol monegasco, cuya propiedad ostenta, disputase un encuentro contra el Brujas en la Liga de Campeones.

El ya conocido como «Monacogate» estalló hace un año, cuando la policía tuvo acceso al teléfono de una abogada suiza-ucraniana llamada Tetiana Bersheda (33), señora de mucho trapío y durante un tiempo envuelta en los negocios y chalaneos más oscuros de Rybolóvlev.

Tras su enriquecimiento vertiginoso en la Rusia de Putin, con quien terminó enfrentándose de muy mala manera, Rybolóvlev decidió instalarse en el corazón de la Costa Azul, donde continuó una vida de negocios, especulación y tráficos bancarios a nivel internacional. En 2014 tuvo que pactar con su por entonces esposa, Elena Rybolovleva , el que parecía el divorcio más caro de la historia: ella le reclamó 3.200 millones de euros, que finalmente se quedaron en 564 millones. Libre y definitivamente instalado en Montecarlo, Rybolóvlev se convirtió en primer accionista del equipo de fútbol local, al adquirir el 66,67 % del capital del AS Mónaco . El otro 33,33 % siguió en manos de la familia Grimaldi. Precisamente entonces nació la «gran amistad» entre el magnate y el Príncipe Alberto. Pero el estallido del escándalo «Monacogate» ha precipitado un alejamiento que la Justicia del principado espera convertir en una suerte de «cordón protector» en torno al hijo de Rainiero y Gracia de Mónaco.

Avezado en los negocios más turbios, Rybolóvlev cometió hace años el error de querellarse contra el suizo Yves Bouvier, un influyente comerciante de obras de arte, a quien acusó de estafarle con facturas falsas por unos 1.000 millones de euros. No sin cierta ingenuidad, Tetiana Bersheda, por aquel entonces abogada de Rybolóvlev, entregó uno de sus teléfonos personales al juez instructor con objeto de facilitar pruebas contra Bouvier. Y la memoria y los archivos guardados en dicho móvil se han convertido en una mina de informaciones incendiarias que, esta semana, han llevado a la detención del antaño amigo del Príncipe Alberto. Ni que decir tiene que, cuando se dio cuenta de su error, Bersheda abandonó precipitadamente Mónaco para instalarse en Londres.

El análisis de la información almacenada en el teléfono de Bersheda ha inquietado al juez instructor del caso, al descubrir que Rybolóvlev ha sostenido durante varios años unas relaciones estrechas y peligrosas con consejeros personales del Príncipe Alberto II, así como con los más altos cargos judiciales y policiales de Mónaco.

Ahora, los nuevos abogados de Rybolóvlev consideran ilegal la «explotación» de las informaciones de un teléfono personal y jueces y policías se preguntan qué hacer con esa mina de confidencias y relaciones aparentemente crapulosas: regalos suntuosos, viajes más o menos equívocos, «favores» millonarios, «amistades» de meridiana oscuridad...

Mientras Rybolóvlev permanecía detenido en una celda de los Servicios Judiciales de Mónaco, la policía judicial realizó numerosos registros en su domicilio y oficina, esperando encontrar pruebas materiales de las graves sospechas de corrupción.

La instrucción del «Monacogate» se anuncia muy larga, oscura e imprevisible. La residencia y haberes personales de Rybolóvlev en Mónaco quizá solo sean una parte muy modesta de la inmensa fortuna del multimillonario, que también tiene residencias en Suiza y Nueva York.

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