7 manías de Theresa May al vestir

Si bien es cierto que con el tiempo, todos tendemos a afianzar nuestro propio modus operandi en el vestir, quizás esto haya sido aún más patente durante las últimas décadas en las mujeres con carrera profesional de cierta visibilidad. Los hombres, siempre uniformados, no han tenido ese problema y se limitan al «corbata si, corbata no» . Y las amas de casa, cuentan con tiempo y espacio para variar su vestimenta y adaptarla incluso a su estado de ánimo.

Theresa May , muy británica ella, adopta en sus estilismos el aire de sus compatriotas; y las señoras de la pérfida Albión -por regla general- no son conocidas por su «allure» al vestir ni por su maestría combinando piezas. Theresa May, tampoco. Si bien tiene solo 59 años, su estilo se asemeja más al de las inglesas que le sacan 10 o 15 años. Pero ella se siente cómoda y, con la misma rapidez y naturalidad con la que se fue deshaciendo de los miembros del Gabinete de Cameron, elige y descarta accesorios sin dejar atrás las 7 manías de estilismo que han definido ya su imagen personal.

La nueva primera ministra británica sabe que en su físico su fuerte no son esos ojos aguileños que aterrorizan a los «tories» del bando de Cameron , ni su pico de ave zancuda, ni su rancio y grisáceo peinado, sino ese par de esculturales y largas piernas que no duda mostrar cada vez que tiene ocasión.

Las botas katiuskas y apreskí combinadas con trajes de chaqueta y falda para discursos y presentaciones no se atrevería a ponérselas ni la masculina Hillary Clinton ni la destartalada Angela Merkel. Se trata, en realidad, de mezclas explosivas salidas de un armario que contiene piezas del siglo I.

El «animal print» se vuelve a poner de moda cada 10 años, si bien en el caso de Theresa May , su guardarropa contiene piezas que provienen claramente de los 70 -chaquetas y botas planas-, otras de los 90 -manoletinas y bolsos- e incluso otras de los últimos 10 años. El popurrí que presenta su colección de prendas y accesorios imitando a animales exoticos llega a niveles museísticos , con muy desigual resultado.

La alternativa de llevar zapatos planos o mocasines de tacón grueso para largos días de trabajo y recepciones diurnas, tal y como hace a veces la Reina Isabel II de Inglaterra , la ha superado May largamente, llegando a colocarse un par de zapatillas setenteras de corte deportivo incluso para acudir a alguna reunión en Bruselas.

Los collares cortos de maxi cuentas de estilo Wilma, la sufrida esposa de Pedro Picapiedra, son el «toque Maggi» que la señora May aplica a todos sus «caldos». Ha ido coleccionando collares poco discretos hasta hacer de ellos su verdadero santo y seña , una parte crucial de su atuendo y de su marca personal. Ha conseguido que su caricatura sea fácil de dibujar y que su impronta sea reconocible.

Una de sus opciones de estilismo más atrevidas e incluso revolucionarias quizás sea su extraña afición por las botas altas. Y cuando decimos altas, queremos decir casi hasta la altura a la que le llegaban las suyas a Julia Roberts en Pretty Woman.

Como cualquier mujer ocupada y profesional, Theresa May suele llevar bolsos grandes, porque los pequeños no le servirían ni para llevar su portátil, ni documentos importantes. Aparece con frecuencia con mochilas y attachés de dos asas en piel. Aunque la verdad, es que los accesorios más sobresalientes de la señora May, son tres indispensables en el «armario» de cualquier política: la inteligencia, la experiencia y el valor.