Antón Martín es más bohemio que La Latina
Los modernos de vinos y tapas sustituyen las cavas por calles más tranquilas, con un aire más intelectual y bien surtidas a un precio apto para artistas sin mecenas
l. cano
El madrileño barrio de La Latina deja de ser el encuentro bohemio de vinos y tapas predilecto para la pose y la afectación. El éxito de público en las cavas satura locales íntimos de dimensión y espíritu. La repetición de un similar patrón de éxito ... de «taberna-lounge» deviene demasiado comercial para su cliente original. Una virtud en época de falta de negocio, pero un ahuyentador de bohemios y modernos esclavos del «postureo».
Los tics de La Latina delatan su pérdida de identidad como referente para el público alejado de las convenciones. Los relaciones públicas alientan a entrar en locales como en un paseo nocturno por la zona de Huertas, exponente de la fiesta de pachanga en Madrid. Las franquicias ya han puesto su pica en la Cava Baja, con la exitosa fórmula del cubo de cinco botellines de cerveza por tres euros. Un local de perritos calientes ocupa el codiciado chaflán entre las dos cavas. La pizza al corte ocupa su hueco como en cualquier calle de fiesta nocturna madrileña. Los turistas acuden en masa con sus guías para conocer el auténtico Madrid. En la plaza de la Puerta de Moros se disimula el botellón.
La Latina mantiene su buena oferta gastronómica, sus buenos pinchos y raciones, sus buenas cartas de vinos y, sin duda, está emplazado en el Madrid más tradicional. El exceso de público, sin embargo, modifica la naturalidad de los locales. Los viernes y sábados por la noche son una oferta de ambiente. Las mañanas, la tarde temprana y los domingos aún guardan cierto punto sosegado y de deleite. Aunque la bohemia... la bohemia respira otro aire.
La bohemia madrileña vanguardista busca alejarse de las modas bulliciosas y de éxito masivo. La bohemia rehace sus gustos en función de la moda, pero de una diferente, más exclusiva y cambiante. Y ahora encuentra su espacio en el céntrico barrio de Antón Martín. El influjo del Teatro Monumental (Atocha, 65), sede de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE, y sobre todo la Filmoteca Española en el Cine Doré (Santa Isabel, 3) han propiciado un entorno de locales de público culto y tranquilo, reposado y de degustación.
El local arquetípico es librería cafetería «La Fugitiva» (Santa Isabel, 7). Las estanterías de libros cubren las paredes y crean en la sala espacios íntimos para las mesas con cafés removidos sin hacer ruido, con conversaciones en voz baja, con ojos entrecerrados cada vez que saborean una cucharada de tarta casera (tarta y café, 4 euros). La fórmula suena pretenciosa y lo sería si no encajara todo a la perfección, con una camarera de aspecto frágil, culta, leída y con idiomas, capaz de recomendar de usted libros que no son de adorno.
Antón Martín no se olvida de los vinos, las cañas, las tapas ni las raciones. La barra del restaurante «La musa de Espronceda» (Santa Isabel, 17) es el mejor ejemplo, con una carta diversa y con la sensación de saciedad de buen gusto a precio apto para artistas sin mecenas (pinchos hermosos de dos a cuatro euros). El «Benteveo» (Santa Isabel, 15) sazona el punto más nuevo: una tasca modernizada en convivencia con bares tradicionales que recuerdan el Madrid menos artificial. Locales étnicos, al socaire del vecino barrio de Lavapiés, amplían la diversidad de oferta de la espalda de la calle Atocha, un barrio en conquista por la bohemia. Bien jugado, Antón Martín, bien jugado.
Antón Martín es más bohemio que La Latina
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