Trump y la OTAN

Hay quien se pregunta si la Alianza Atlántica, fortalecida tras la invasión de Ucrania, tiene futuro con Trump a los mandos

Aunque en absoluto pueda considerarse una sorpresa, la victoria del presidente Trump en las recientes elecciones de los EE.UU. ha provocado una tormenta mediática en la que llueve sobre mojado. Somos muchos los que especulamos sobre las implicaciones del segundo mandato del líder republicano ... en el complejo escenario geoestratégico que vivimos. Hay incluso quien se pregunta si la Alianza Atlántica, fortalecida tras la invasión de Ucrania, tiene futuro con Trump a los mandos.

No se puede negar que, en el corto plazo, el nuevo inquilino de la Casa Blanca provoca incertidumbre. ¿Qué quiere Trump? Pronto sabremos qué es lo que hay detrás de sus promesas. Asegura que él no viene a comenzar guerras, sino a pararlas. A los que esperan un milagro, quizá podría decepcionarles la expresión con la que, en los últimos días de su mandato anterior, justificó su orden de matar al general Soleimani, comandante de la Fuerza Quds iraní: «Tomamos acciones anoche para detener una guerra, no para comenzarla».

Si en lugar de centrarnos en las guerras de Gaza y Ucrania —escenarios complejos que no se solucionarán eliminando a unos pocos generales— queremos hacer pronósticos a más largo plazo, conviene averiguar si la victoria del republicano es causa o efecto de un cambio en la visión política del electorado estadounidense. La pregunta correcta ya no sería qué quiere Trump, sino qué quiere el pueblo americano.

Casi todos los analistas achacan el triunfo de Trump a la marcha de la economía, al rechazo a la inmigración o a los excesos del partido demócrata, que ha perdido muchísimos más votos de los que ha ganado el republicano. Sin embargo, entre las consignas de la campaña del vencedor destacan dos —la de «Make America Great Again» y, sobre todo, la de «America First»— que sugieren que el magnate ha querido llegar a la Casa Blanca surfeando una de esas olas de aislacionismo que periódicamente agitan a la sociedad norteamericana. No quisiera parecer agorero —el arma nuclear es un poderoso argumento en favor de la paz— pero las dos anteriores terminaron en guerras mundiales.

¿Cómo afectará esto a una OTAN a la que la invasión de Ucrania había devuelto el protagonismo perdido desde la caída del Pacto de Varsovia? En los próximos cuatro años, la organización se enfrentará al reto de lidiar con un Trump reivindicado, lo que exigirá buenas dosis de paciencia y pragmatismo. Sin embargo, en el largo plazo, el verdadero desafío de la Alianza Atlántica estará en volver a atraer al pueblo norteamericano. Por más que nosotros pensemos que lo haríamos mejor, ellos serán quienes elijan a sus próximos presidentes.

La situación de partida no es tan mala como podría parecer. Las encuestas publicadas este año por diferentes medios muestran un amplio apoyo bipartidista a la Alianza: dos tercios de los estadounidenses son partidarios de mantener o incrementar el compromiso con la OTAN, y solo un 12% apoyarían la retirada de los EE.UU. Sin embargo, en el votante republicano crece la sensación de que Washington derrocha alegremente el dinero de sus impuestos para defender Europa. Una sensación que las campañas de desinformación del Kremlin tratan de exacerbar para debilitar a la Alianza. Curiosamente, a la extrema derecha europea se le dice todo lo contrario: que Ucrania sangra y Europa se empobrece para defender los intereses imperialistas de los EE.UU.

Quienes desde Moscú diseñan estas campañas pueden ser incoherentes, pero no son estúpidos. Saben dónde meter el dedo. Trump, que ha demostrado tener buen ojo para las causas populares, se ha quejado a menudo de la falta de compromiso de algunos países europeos con la defensa colectiva. El mejor termómetro de ese compromiso es el presupuesto de defensa, y tranquiliza saber que, en su nuevo mandato, Trump se va a encontrar una OTAN con buena parte de los deberes hechos. Incluso España, todavía retrasada, ha mejorado sustancialmente sus cifras. Pero no solo se trata de dinero, sino de compromiso político. Si queremos que los Estados Unidos se impliquen en la defensa de Europa habrá que darles algo a cambio.

El nuevo Concepto Estratégico de la Alianza aprobado en Madrid, en el que el énfasis geográfico definido en el Tratado de Washington se ve reemplazado por un enfoque 360 grados que apunta a la rivalidad global con China, es sin duda un paso en la buena dirección… siempre que no se quede en papel mojado. Porque cuando un Gobierno como el español decide no arrimar el hombro en la defensa de una causa justa —como es la protección de los buques mercantes en el mar Rojo— para contentar a la parte izquierda de su electorado ¿cómo podríamos quejarnos si Trump hace concesiones a su derecha más aislacionista y retira su apoyo a la invadida Ucrania?

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios