Suicidios en prisión: ellas lo intentan más pero ellos son más eficaces
Un 6,7% de las presas sigue programas de prevención, mientras que entre los reclusos el porcentaje se reduce al 4%
Prisiones introduce la perspectiva de género en sus tratamientos para prevenir mejor estas conductas
Madrid
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Iniciar sesiónLa Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha elaborado una instrucción, vigente desde el pasado mes de septiembre, que modifica su Programa de Prevención de Suicidios (PPS) para introducir en él una perspectiva de género. La primera realidad que constata Prisiones en el documento es ... que las tasas son al menos tres veces superiores en el medio penitenciario que fuera de él.
Aunque en la vida en libertad se puede afirmar que las mujeres tienen con más frecuencia ideas suicidas y protagonizan más tentativas, mientras que los hombres alcanzan tasas más altas de suicidio consumado –el fenómeno se conoce como 'paradoja de género'–, en prisión esas diferencias no son tan grandes. Según los datos del año pasado, el 6,7 de la población reclusa femenina sigue programas de prevención de suicidios, una cifra que llega a apenas un 4 por ciento en el caso de los hombres.
En cuanto a los suicidios consumados, el 0,6 por ciento de las mujeres que lo intentaron alcanzaron su objetivo, un dato que fue del 0,7 en el caso de los reclusos. En cambio, las tentativas fueron protagonizadas por el 3,26 por ciento de las internas y un 2,42 por ciento de los presos. Es decir; ellas lo intentan más, pero consiguen menos su propósito que ellos.
Es la edad media de los internos que se quitaron la vida el año pasado
El análisis de los suicidios en prisión el año pasado aporta también datos interesantes: la edad media de los implicados fue de 39 años para ambos sexos; el 64 por ciento de las reclusas tenía antecedentes de aplicación del PPS o estaban incluidas en él en el momento de quitarse la vida, mientras que el porcentaje de hombres fue del 43 por ciento. Además, el 17 por ciento de las mujeres estaban en aislamiento o tenían algún tipo de limitación regimental, un porcentaje que aumenta al 28,7 por ciento en el caso de los varones. En cuanto a la forma utilizada para suicidarse, el ahorcamiento fue utilizado por la totalidad de las internas y el 87 por ciento de los presos.
El documento de Prisiones también identifica los diferentes riesgos de suicidio en hombres y mujeres. En el caso de ellas, uno de los factores que lo precipitan es la pérdida o crisis en relaciones interpersonales significativas; la edad, al ser más precoces que los varones a la hora de mostrar esas ideas; ser víctima de violencia de género; haber padecido abusos o agresiones sexuales; mayor prevalencia de enfermedades mentales; antecedentes familiares; imagen corporal y la estancia en prisión, ya que por lo general, al haber menos plazas penitenciarias, están más alejadas de su entorno. Además, utilizan métodos menos mortíferos y con mayor facilidad para el rescate, como son el envenenamiento y el consumo de medicamentos.
Presos
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Factores de riesgo: falta de dinero para su familia; consumo de alcohol; la edad, pues cuanto mayor es, más riesgo hay; soledad; haber sufrido abusos sexuales en la infancia, patologías mentales e impulsividad.
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Autolesiones: los hombres no vinculan sus autolesiones a personas ni eventos concretos, sino que su conducta se vincula a una combinación de factores. En los internos son una expresión de ira y les sirven para enfrentarse a un trauma.
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Tratamiento: a los internos que se autolesionan se les suele dar una respuesta más punitiva.
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Intervención: trabajar a nivel emocional para que aprendan a aceptar sus emociones y expresarlas; insistir en la importancia de pedir ayuda y en el desarrollo de estrategias de afrontamiento positivas evitando otras como el consumo de drogas o la conducta agresiva.
En los hombres, sin embargo, Instituciones Penitenciarias considera factores de riesgo específicos la escasez de ingresos para sostener a su familia y la inestabilidad económica; el consumo de alcohol como mecanismo de evasión, sobre todo si está relacionado con una depresión o pérdidas personales; la edad, pues hay más conductas de este tipo a partir de los 65 años; la soledad o ruptura de la pareja y pérdidas personales; haber sido víctima de abusos sexuales en la infancia; la ausencia de diagnóstico de una enfermedad mental y la impulsividad, que hace que la duración del proceso suicida sea mucho más corta que en la mujer. Y en cuanto a los métodos que utilizan son mucho más crueles, efectivos y letales.
Dado que en prisión son frecuentes las conductas autolíticas; es decir, autolesiones sin voluntad suicida, Prisiones también apunta a algunos factores diferenciales de género para poder prevenirlas mejor. En cuanto al desencadenante, las relaciones sociales son más importantes en ellas, tanto como factor que las precipita como en sentido contrario; es decir, como apoyo para que la implicada desista de volver a hacerlo. Ello se debe a que las mujeres tienden más a identificar a una persona concreta como fuente directa de estrés, mientras que los hombres no vinculan una persona o evento concretos a la autolesión, sino que sus conductas se deben a la combinación de varios factores.
Ellos, violencia extrema
Las mujeres, además, se autolesionan como vía de escape para no agredir a otras personas, mientras que en los internos son una expresión de ira y tienen una función protectora para enfrentarse a un trauma o a recuerdos dolorosos. Otro factor diferencial importante es que las lesiones que se producen son mucho más graves en los hombres, que muchas veces utilizan una violencia extrema.
El tratamiento por el sistema penitenciario de los presos que se autolesionan también difiere ya sean hombres o mujeres. A los primeros se les tiende a dar una respuesta más punitiva, mientras que a las mujeres se les aplica medidas terapéuticas.
Así las cosas, la evaluación de cada interno es clave para poder reducir los suicidios y las autolesiones en prisión. El 50 por ciento de las mujeres que tienen esta conducta el primer año que están encarceladas tenía marcas o cicatrices anteriores a su ingreso, de modo que cuando llegan a un centro es imprescindible revisar si tienen marcas o cortes en los brazos. Además, si esa autolesión previa se produjo porque querían escapar de una situación vital, y no por una crisis emocional puntual, la implicada tiene un mayor riesgo de reincidencia.
Reclusas
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Factores de riesgo: pérdidas o crisis en las relaciones personales; la edad, al mostrar antes esas intenciones que los hombres; violencia de género; antecedentes familiares; imagen corporal y estancia en prisión.
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Autolesiones: en cuanto al desencadenante, las relaciones sociales son más importantes para ellas, tanto como factor que las precipita como en sentido contrario. Se lesionan como vía de escape para no agredir a otros.
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Tratamiento: a las mujeres que se lesionan se les aplica una respuesta terapéutica la mayor parte de las veces.
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Intervención: abordar sus procesos de victimización previa y sus enfermedades mentales. Fomentar su participación en programas y actividades del centro penitenciario y trasladarlas a los que estén más próximos a sus domicilios.
Prisiones insiste además en que aunque a veces la autolesión sea una forma de manipulación para, por ejemplo, conseguir un cambio de módulo o tener más atención del personal penitenciario, es imprescindible analizar si influyen otros factores para esa conducta. Es más; aunque no existan éstos, son un riesgo para la vida y, por tanto, hay que tomarlos en serio. En las mujeres, además, se debe tener en cuenta si son víctimas de violencia de género, su frecuencia y el posible trauma que les haya generado.
En los hombres es muy importante hacer una evaluación profunda porque van a tender a ocultar los síntomas o minimizarlos por no mostrar debilidad. Por ello es clave detectar posibles alteraciones psicopatológicas que pasan inadvertidas en un primer momento y estados emocionales negativos. Además, hay que saber si han sido víctimas de abusos o han sufrido pérdidas o rupturas de pareja.
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