Veintidós ministerios de propaganda

Decretado el estado de alarma los veintidós ministerios devienen en gabinetes de propaganda. Sanchismo reciclado en ideología. En 'El conocimiento inútil', Jean-François Revel describe la ideología como una «triple dispensa»: intelectual, práctica y moral. La primera «consiste en retener sólo los hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso inventarlos totalmente, y en negar los otros, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean conocidos». A la dispensa «intelectual» sanchista le quedan unos datos macroeconómicos que se irán deshinchando en un año. Como la economía va como un cohete –o un cañón– a la oposición de derecha y extrema derecha solo le queda el fango o la casquería.

La dispensa práctica «suprime el criterio de eficacia, quita todo valor de refutación a los fracasos», sostiene Revel. Se fabrican justificaciones para excusar lo que no funciona; o, con desvergüenza progresista, se exige una adhesión rayana en el dogma de fe. Ahí tenemos la falta de explicaciones sobre el apagón, la no dimisión de la presidenta de Red Eléctrica (medio millón de nómina), la conjetura del ciberataque o la demonización de la energía nuclear. Lo mismo se puede decir del ministro Óscar Puente: responde con wasaps insolentes a las críticas por el servicio ferroviario tercermundista.

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La tercera dispensa, moral, «abole toda noción de bien y de mal para los actores ideológicos; o más bien, el servicio de la ideología es el que ocupa el lugar de la moral», apunta Revel. El delito deja de serlo en nombre de una supuesta campaña de persecución a cargo de los enemigos de la democracia («fachosfera», ola reaccionaria, ultraderecha negacionista, «acoso y derribo»). Victimismo para encubrir la malversación, el nepotismo o la corrupción, advierte Revel: «Los socialistas tienen una idea tan alta de su propia moralidad que casi se creería, al oírlos, que vuelven honrada la corrupción cuando se entregan a ella, en vez de ser ella la que empaña su virtud cuando sucumben ante la tentación».

El pensador francés añade una cuarta dispensa, común al socialismo y comunismo: la ideología «es un medio para prescindir del criterio de la experiencia, es decir, de eliminar completamente o de aplazar indefinidamente los criterios de éxito o fracaso». Esa reincidencia en leyes educativas buenistas que priman mediocridad sobre excelencia y progresan adecuadamente hacia el aprobado general; esa obstinación en solucionar con nacionalizaciones los problemas económicos o las intervenciones en el mercado que acaban produciendo más escasez y carestía.

Etiquetado de coalición progresista, el Gobierno funciona como una secta al servicio de la supervivencia de un líder asediado por lo que sus sicofantes denominan «golpe blando». La adhesión inquebrantable constituye el único criterio selectivo para prosperar en los círculos del sanchismo.

Militar en este PSOE es renunciar a la dignidad personal y la autocrítica: se trata de corear las consignas de la Moncloa. «¡¡Apartemos a la jueza que procesa al 'hermanísimo'!!» «¡¡Protejamos a la «presidenta» del Gobierno!! «¡¡Voy, señorito!!» Veintidós ministerios de propaganda con la divisa del «creer, obedecer y combatir». Fascismo y antifascismo, hermanos gemelos (Oriana Fallaci, dixit).