Marta de Prado, doctora en Psicología, explica a ABC que el tipo de menores que mataron a su madre en Cantabria «seguramente no saben querer, porque, de manera consciente o inconsciente, sienten que a ellos no les han querido y, por tanto, no les han enseñado a querer».
No es un problema generalizado de los niños que son adoptados, pero es cierto que el estilo de apego que desarrollan algunos niños con esta vivencia con experiencias traumáticas en los primeros años de vida pueden generar estilos relacionales muy disfuncionales.
«Un momento clave para estos chicos es el de la adolescencia porque se sienten con mucha independencia, como si ya fueran mayores, y además empieza a moverse especialmente el mundo emocional de relación con los iguales. Hasta entonces pueden dar una imagen, porque hacen esfuerzos para sentirse queridos y no abandonables. Cuando en la adolescencia se desarrolla esa autosuficiencia tienden a la utilización de las relaciones; si me sirves para alcanzar mis objetivos o cubrir mis necesidades, sigues a mi lado y si no es así, puedo prescindir de ti».
El pensamiento, explica De Prado, es muy básico: «Se deshicieron de mi, yo me deshago de ti. No saben querer». En este tipo de casos -hay que insistir, no es algo generalizado- se produce una «instrumentalización de las relaciones. No han aprendido a querer, utilizan a los demás y también a sí mismos, porque ellos tampoco saben quererse de manera adecuada».
La psicóloga advierte de que no se puede generalizar, pues cada menor reacciona en función de sus vivencias. «Al darse el asesinato por dos hermanos, es posible que uno tenga un perfil más dominante que el otro. El hermano sumiso sentirá que para no volver a sentirse solo tiene que obedecer al hermano dominante. Lo más habitual es que el mayor sea más dominante que el pequeño pero habría que entrevistar a los menores para perfilarles adecuadamente».
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