Silvia, muy religiosa y catequista, trabajaba como celadora en el hospital de Cruces. Allí, sus compañeros están impactados, según ha podido saber ABC, dado que nada hacía sospechar que una vida normal como la suya pudiese terminar con un desenlace trágico de estas características.
La familia vivía en el municipio cántabro —donde las autoridades encontraron a Silvia, en el interior de su coche con heridas de arma blanca después de que sus hijos adoptivos hicieran una llamada a su abuela, presuntamente denunciando un secuestro—, sin embargo, se desplazaba con asiduidad al País Vasco.
En Llodio (Álava) trabajaba su padre. En concreto, en la industria de la metalurgia, donde se encontraba haciendo el turno de noche cuando recibió la noticia, que le ha provocado un estado de shock. Al igual que a su pareja, bilbaíno y padre de los niños.
De las publicaciones en redes sociales de Silvia trasluce una personalidad sensible. Muchas de ellas son reflexiones vitales, acerca del amor, el recuerdo o el paso del tiempo.
«Somos instantes». «Ella es un pequeño desastre, con un gran corazón y bonitos sentimientos». «Hoy es el mañana del que hablaste ayer». Son algunas de las frases que pueden verse en su tablón, abierto y en el que no aparece mucha más información sobre su persona.
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