Acotaciones de un oyente
El plomo, los plomos y el plomazo
El presidente dedicó hora y media a dormir al respetable en una intervención con aires castristas
Sánchez diluye las causas del apagón en un alegato contra la energía nuclear y sus dueños «ultrarricos»
Lee aquí todas las acotaciones de un oyente, por José F. Peláez
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Iniciar sesiónEl ambiente era ceniciento, grisáceo, diríamos que plomizo. No era para menos puesto que allí se hablaba del rearme -de plomo-, del apagón -de los plomos- y de Sánchez -un plomazo-. En definitiva, una mañana plúmbea en la que el presidente dedicó hora y media ... a dormir al respetable en una intervención con aires castristas en la que echamos de menos que, al menos, saliera vestido de militar. O en chándal. O, mejor aún, que no saliera y así no perdemos el tiempo. Porque Sánchez comparecía para dar explicaciones por el apagón y para explicar de dónde va a sacar el dinero para el rearme. Y noventa minutos después no había explicado ni una cosa ni la otra. De hecho, ni siquiera llegó a pronunciar las palabras 'apagón' o 'rearme' y el discurso parecía uno de esos juegos en los que no te dejan utilizar algunas palabras prohibidas. Así que, en su lugar, una hora para ideologizar la energía, para atacar a la nuclear, para culpar a las eléctricas, para deslizar que la oposición está comprada por 'lobbies', para acusar a Feijóo de representar los intereses del sector y de sus «presidentes ultrarricos» y para dar a entender que no saben lo que pasó, pero que, en cualquier caso, no son culpables. Y, de paso, para enfrentar a las compañías energéticas -por extensión al PP- con las clases trabajadoras, en un ejercicio de demagogia inimaginable en cualquier democracia convencional.
Los otros treinta minutos los utilizó para el rearme, dejando claro que el dinero lo van a sacar sin acudir a la deuda, sin recortar el gasto social y sin subir impuestos, solo reorganizando partidas. ¿Qué partidas? No lo sabemos, pero insistió en que, en todo caso, es competencia del ejecutivo diseñar la política de defensa y del legislativo fiscalizarla. Por supuesto, eso no es cierto. El artículo 134 de la Constitución establece que el Gobierno no puede gastar dinero público sin autorización del parlamento. Pero también hemos aprendido que Sánchez puede hacer lo que desee. Feijóo le amenazó con acudir a los tribunales si hacía lo que efectivamente ha hecho, pero también sabemos que, en último término, la constitucionalidad de la medida depende de Conde Pumpido. Así que abandonen toda esperanza. Si no hacen falta presupuestos para el otro 98% imagínense para este 2%.
Y si Sánchez no fue a aclarar nada, ¿para qué comparecía? Pues para celebrar el apagón, para hablar de sí mismo como de una verdad revelada, para ridiculizar a la oposición en una réplica sin vergüenza ni límite de tiempo y para sacar pecho porque durante las horas de inactividad el número de delitos y de accidentes hubiera descendido. Solo le faltó decir que, gracias al Gobierno, el número de electrocutados durante el apagón fue cero. Y que los ludópatas no jugaron a las tragaperras. Ni una alusión a los fallecidos, más que para decir que recordarlos sin recordar también a los fallecidos por culpa del cambio climático es de un cinismo insoportable. Este es el personaje. Un discurso inefable, sin pies ni cabeza, un despropósito alejado de la etiqueta y de cualquier estándar de cortesía formal que, por supuesto, fue muy aplaudido por la bancada socialista, cada día más parecida a esas simpáticas foquitas que sonríen cuando les lanzan a la boca a un cubo lleno de sardinas.
Al contrario que en las sesiones de control, Feijóo se encuentra cómodo en las intervenciones largas, en las que saca lo mejor de sí mismo. Su discurso contra Sánchez fue duro, acertado y, por momentos, brillante. Cuesta comprender que sea capaz de mantener la compostura, pero se agradece. Frente al mundo imaginario de Sánchez le expuso el caos al que su incompetencia nos ha llevado, le recordó que con quien confronta su sectarismo no es con la derecha sino con la evidencia científica y le advirtió que no tolerarían que este desastre se cerrara sin dimisiones. Grietas evidentes y reproches inofensivos por parte de los socios de gobierno y la constatación, una vez más, de que Sánchez solo comparece cuando se siente acorralado y para atacar a quien le acorrala. Su manera de hacerlo es colgar del pie de España una herropea con su rostro. Supongo que hecha de cemento armado. O, quién sabe, quizá hasta eso sea de plomo.
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