Un vertedero ilegal a los pies del prostíbulo fantasma de la A-5

Con permiso de los grafiteros, los nuevos clientes del burdel fantasma son aquellos que acuden a tirar todo tipo de residuos: sofás corroídos, neveras, lavadoras, puertas de madera, bolsas de estiércol, juguetes, botes de pintura, libros, CD de música, cuadros, ropa y otros tantos objetos dispares que yacen apilados casi por montañas. Una creciente escombrera a los pies del maltrecho edificio que trae de cabeza al ayuntamiento de Navalcarnero, la localidad en la que se levanta.

Desde la propia Administración, que dirige el socialista José Luis Adell Fernández, explican a ABC que el pasado lunes recibieron una notificación de Demarcación de Carreteras del Estado en Madrid, dependiente del Ministerio de Transportes. En ella, se les informaba de que iban a cerrar la salida con bloques de hormigón para evitar el acceso de vehículos. «La salida ya se cerró, pero hace un tiempo se retiraron los bloques y la gente volvió a tirar escombros», apuntan. Por ello, solicitaron al órgano gubernamental el mencionado cerrojazo (la inminente ejecución salió este viernes publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid).

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A la espera de la reposición de las barreras tipo New Jersey, la quincalla acumulada no para de crecer, hasta el punto de que cualquier turismo o furgoneta que entrase ahora al enclave tendría que salir marcha atrás, ya que la incorporación a la A-5 está totalmente taponada por un reguero de grandes bolsas de basura. El miércoles por la tarde, este periódico pudo comprobar cómo un vehículo de Demarcación de Carreteras colocaba una fila de conos naranjas en el acceso al antiguo puticlub, donde a la ingente cantidad de desperdicios se unen otras controversias.

Basta un rodeo por el interior para constatar los evidentes peligros. Las cuatro plantas, una de ellas bajo rasante, están conectadas por escaleras quebradas, desprovistas de barandillas y con el hueco del ascensor sin ningún tipo de protección, lo que incrementa el riesgo de caer al vacío. La ruina se extiende de suelo a techo, con el cableado eléctrico arrancado para robar el cobre, numerosos azulejos desprendidos y una colección de espráis de pintura gastados tras el paso de los grafiteros. Completa el marco la ausencia total de puertas y ventanas y un sinfín de destrozos que saqueadores y vándalos se han dedicado a cometer a partir de la pandemia 

Aunque en 2020, el 'hotel' ya estaba cerrado, lo cierto es que hasta entonces el inmueble, al menos arquitectónicamente, resistía con relativa dignidad. Una palabra, dignidad, que sus dueños nunca conocieron. En 2012, la Guardia Civil arrestó al responsable de la empresa que explotaba el local de alterne (entonces Hotel Zen Relax, de ahí la operación Zen) y a su pareja tras la denuncia de tres mujeres por amenazas, coacciones y agresiones.

Los agentes, que desplegaron un dispositivo discreto en las inmediaciones del prostíbulo, pudieron comprobar que estas eran explotadas sexualmente por los dos individuos, encargados de cerrar el establecimiento a las 5 de la madrugada y cortar el suministro eléctrico. De este modo, encerraban a las mujeres en las habitaciones (cuyas puertas se quedaban bloqueadas al funcionar con tarjetas electrónicas) para forzarlas a entregar parte de los pagos que los clientes realizaban por sus servicios.

Por si fuera poco, obligaban a las víctimas a ejercer la prostitución con una tarjeta con un microchip que iba almacenando las cantidades que ganaban, un sistema con el que les retenían el dinero si llegaban tarde al trabajo. Junto a los cabecillas, un español y una dominicana de 42 y 25 años, respectivamente, también fueron imputados el hijo del detenido y la 'madame' del local, a la que todos llamaban «mami».

En paralelo, la inspección de Sanidad detectó graves irregularidades y ordenó el precinto de la cocina por sus deplorables condiciones higiénicas. También se encontraron defectos en la máquina expendedora de tabaco, otras anomalías de licencia y un amplio surtido de drogas. Esta situación, sin embargo, no frenó la actividad del negocio, con el nuevo nombre de Las Vegas Deluxe. Hasta que a finales de la década pasada cerró sus puertas definitivamente.

El hecho de que la parcela donde se sitúa esté a solo unos metros de la A-5, carretera por la que pasan miles de conductores cada día, no ha sido óbice para erradicar los vertidos ilegales. En 2020, el ayuntamiento de Navalcarnero declaró el estado de ruina del inmueble y dio luz verde a su demolición. «El problema es que la empresa propietaria quebró y ahora pertenece a un fondo de inversión», añaden desde el consistorio, cuyos operarios ya han entrado a limpiar el espacio en dos ocasiones. En cualquier caso, insisten en que «el ayuntamiento no tiene competencias para acometer el derribo».

Más allá de los trámites burocráticos, la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid ya advirtió en 2022 al Gobierno de Navalcarnero del «elevado volumen de residuos de construcción y demolición, y de aparatos eléctricos y electrónicos», un vertido ilegal que podría llegar a producir «efectos negativos sobre el medio ambiente al estar en el Parque Regional del curso medio del río Guadarrama», un enclave natural único en la región madrileña.

Pese al estado actual del puticlub, todavía hoy se pueden entrever ciertos detalles de cómo funcionaba el negocio. En la planta sótano se abrían paso los cuartos de las mujeres, mucho más pequeños y con lavabos contiguos para maquillarse y estar disponible a casi cualquier hora del día; en la principal se encontraba la sala de fiestas, con una barra americana, pared para hacerse una foto con el rótulo de Las Vegas Deluxe, sillas, mesas y columnas de espejo; y en los pisos superiores se instalaban los clientes, en habitaciones con balcón y espejos en todas las cabeceras de las camas.

Los que más pagaban, hasta 500 euros por día, podían alojarse en los áticos, estancias todavía más amplias y con bañera jacuzzi en terrazas de techo acristalado. Lujos reducidos a cenizas en las que ya solo asoma algún pequeño vestigio: «Aperitivos, 'shows' y muy buena compañía», se lee en otra de las tarjetas, tan abandonadas a su suerte como las propias chicas que allí fueron sometidas.