El infierno de gritos y peleas en la noche de la calle del Olvido
Los vecinos del barrio de Moscardó, en Usera, denuncian ruido y altercados multitudinarios que se producen a la salida de las discotecas: en solo 20 números hay cuatro locales de ocio nocturno, alguno con orden de cierre
Heridas cuatro personas, tres por arma blanca, en una reyerta en un parque de Usera
Todavía no ha amanecido cuando Fernando se despierta sorpresivamente. Es sábado, una de las últimas noches de mayo, y el reloj que apoya en su mesilla de noche marca, concretamente, las 5.36 horas. Ruido, ruido y más ruido que lo alerta. Al asomarse a ... la ventana, las luces azules de un coche de Policía se proyectan sobre la fachada de los edificios vecinos. En la acera, los causantes del escándalo: una treintena de personas que continúan la fiesta en la vía pública cuando los expulsan de las discotecas porque llega la hora de cierre. Tocan las palmas, cantan... Gritos y más gritos, como si el zeta no estuviese en una esquina de la calle. «Otra noche más», piensa con resignación.
En la calle del Olvido, en el barrio de Moscardó de Usera, hace años que los moradores no recuerdan lo que es descansar los fines de semana. En solo veinte números se suceden los locales de ocio nocturno que traen de cabeza a los habitantes. «Es imposible vivir aquí«, aseguran sobre las noches de los viernes y sábados. »Y alguna del domingo«, añaden. A eso hay que sumar un restaurante que, pese a tener horario diurno, comienza la jornada encendiendo los altavoces para que la música se sienta. »Se organizan bodas, bautizos y comuniones, todo tipos de eventos sociales. DJ en vivo« puede leerse en la fachada.
«Cuando no son gritos es que continúan la fiesta, si no una pelea... La cuestión es que todos los fines de semana pasa algo. No sabes qué te vas a encontrar el viernes», denuncia Fernando: «Y ahora llega el verano. ¿Qué hacemos? No vamos a poder dormir con las ventanas abiertas, porque es imposible conciliar el sueño». Cansados de la situación, desesperados, los vecinos de la calle del Olvido han creado una plataforma en redes sociales para hacer visible su caso, en busca de una solución y reclamando que las autoridades les escuchen, refuercen la seguridad y pongan fin al insomnio producido por todos aquellos que creen que la calle es suya y la convierten en la mejor sala de fiestas.
«El problema es que cada vez hay más locales: cuatro en aproximadamente veinte metros. Ellos no tienen la responsabilidad, solo son responsables de lo que pasa dentro, pero la que se forma en la calle es impresionante, ya sea en el cierre, a la entrada o cuando salen a fumar», confirma Alma López, de la junta directiva de la asociación de vecinos del barrio de Moscardó.
Tras al menos cinco años –tiempo medio que llevan las discotecas en la zona, excepto la última apertura, hace solo unos meses– aguantando refriegas, llamadas a los agentes, gritos y «cómo orinan en medio de los coches» los moradores han dicho basta. «Lo que está sucediendo es que al barrio llegan vecinos nuevos, gente joven que se ha mudado y que desconocían esta problemática. No están acostumbrados a vivir con la fiesta y el ruido en la puerta y se movilizan», explica Alma.
La portavoz habla, respecto a lo que tienen que enfrentar, de peleas a puñetazos y falta de higiene. Los vídeos de los vecinos –por si sus testimonios no fueran suficientes– así lo acreditan. «¿A quién no le gusta el ruido que hace una moto a las 3.15 horas? ¿A quién?« se preguntan en otras de las imágenes en las que, con la gente apoyada en las paredes mientras se echan un cigarro, un 'gracioso' enciende su moto para quemar rueda, despertando, de nuevo, a aquellos que habían conseguido echar una cabezada.
«Llega la noche y no sabes si vas a poder dormir o no. Depende lo que le apetezca a la clientela de la discoteca, porque hay fines de semana tranquilos pero la tónica general es la de los problemas. Hemos llegado a contar hasta trece coches de Policía, poniendo a la gente contra la pared, y pese al despliegue casi no podían con ellos», asegura Elena, una de las residentes del barrio, de toda la vida, que demanda «poder descansar».
Lo peor, según dicen ellos, ocurre en la discoteca del número 17 de Olvido. «En la pandemia llamábamos a la Policía porque cuando todos estábamos confinados ellos estaban de fiesta. Les daba absolutamente igual. En cuanto se iban seguían con lo suyo», ponen como ejemplo de la impunidad con la que actúan. De hecho, en marzo de 2021, con las medidas vigentes para tratar de poner fin a la pandemia, la Policía Municipal precintó el local. Los asistentes no llevaban mascarilla, no respetaban la distancia e incumplían el aforo máximo. Pese a poder acoger solo a 48 personas, en su interior había 142. Casi nada. Los agentes procedieron al cierre ya que era la cuarta vez en la que hacía caso omiso a la normativa del Covid-19. La Policía Municipal pidió la clausura urgente de la discoteca Mohikano, pero sigue abierta. Esa es solo una de las inspecciones con la que cuenta.
Ya en febrero de este año se produjo una multitudinaria pelea que alertó a los de Olvido, porque allí, en la estrecha calle de solo un carril más dos aparcamientos laterales en línea, todo se escucha. Y más si es una trifulca como esta. Una cuarentena de personas se peleaban en medio de la carretera. En el transcurso de los hechos, grabados, uno de los participantes reparte con la mano abierta a diestro y siniestro, incluso a una mujer. «Ay, por Dios», se escucha en las imágenes. Otro varón se va contra el agresor, dándole puñetazos, hasta que consiguen separarlos. Saltan incluso los capós para poder abofetarse, y terminan en el suelo. «¿Aquí que pasa que no viene la Policía?», gritan desesperados los residentes, que hace minutos que contactaron con el 091.
De las mejores calles
Tras pronunciar la frase, dos coches de la Policía Nacional llegan para custodiar cada lado de la calle, pero a los de la pelea les da igual: unos salen corriendo; otros, pese a que los agentes ya se han bajado, vuelven a la carga. A puñetazo limpio.
«Insoportable», asevera José, uno de lo veteranos, residente en el enclave desde hace medio siglo. «Pero si hemos tenido hasta que cambiar los cristales y reforzarlos. Y eso que yo estoy sordo, pero a ella le molestan todos los fines de semana», dice en referencia a su mujer, Teresa, que llega andando tras él. «Nos quejamos y nos quejamos y nadie hace nada. Antes esta era una de las mejores calles de Usera, podías dejar la puerta abierta... Ahora, ni se te ocurre. Aquí se forman corrillos de gente, orinan tras los coches, se pelean. Es continuo«, explica ella antes de seguir con el paseo para llegar a su cita médica. Quedan dos noches para el viernes y los vecinos de Olvido ya se preparan para volver a desvelarse.
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