Auge de los clanes albaneses por las grietas de seguridad de los barrios de lujo

Carvajal se libró por estar fuera de su vivienda (sí se encontraban dos personas de servicio) y porque el sistema de alarmas del chalé funcionó a la perfección. Los ladrones, dos a la vista pero probablemente cuatro o cinco implicados en el asalto, consiguieron huir, pero sin entrar en la casa. Fuentes del caso detallan a ABC que todo apunta a un grupo albanés y, según los investigadores, sospechan que no sabían que ahí vivía Carvajal, puesto que presuntamente intentaron robar esa misma noche en otras viviendas de esa zona.

Durante los seis primeros meses de 2022, la región sufrió 25 robos con fuerza en viviendas al día. Aunque el 60% los cometen los georgianos (pisos y casas comunes), los albaneses son, por delante de rumanos, dominicanos e incluso españoles, los que se han colocado, tras unos años de mayor inactividad, en el mascarón de proa de los asaltos a viviendas de lujo en Madrid. Procuran, eso sí, que no haya gente dentro (en eso, han cambiado su 'modus operandi', pues antes eran más brutales); saben que una detención por un intento o un robo con fuerza consumado es sinónimo de dormir una noche en el calabozo del juzgado y salir a la mañana siguiente. A no ser que, por ejemplo, penda sobre ellos una reclamación judicial o una orden de busca y detención, explica un experto miembro de la Guardia Civil, demarcación en la que, salvo contadas excepciones, se hallan estas grandes urbanizaciones de lujo.

Dos de esos casos singulares son los de La Moraleja, en Alcobendas, y La Finca, en Pozuelo de Alarcón. Se trata de do municipios conurbados con la capital pero vigilados por la Policía Nacional. En el primer caso, se trata de un enorme barrio, de los más exclusivos, pero que forma parte del viario público de Alcobendas; por ello, solo puede contar con una garita en su entrada y una empresa de seguridad privada, pagada por la comunidad de propietarios, que realiza patrullas por sus avenidas y callejuelas. Hasta cuenta con servicio interno de autobús municipal, habida cuenta de la gran cantidad de trabajadores del hogar que se mueven en esas mansiones. Poco más se puede hacer, ni siquiera evitar que cualquier ciudadano se pasee por la urbanización.

El caso de La Finca es distinto. Se trata de la colonia de lujo más exclusiva y segura de Europa, en unos terrenos que fueron de la familia Cereceda y que encargó, en su mayoría, su urbanización al arquitecto Joaquín Torres. Es decir, que para entrar hay que identificarse en caso de no vivir allí ante la seguridad de los accesos y explicar dónde y para qué va al domicilio o lugar en cuestión del complejo. Se trata, pues, de un lugar privado. De ahí que muchos famosos y empresarios hayan cambiado La Moraleja por La Finca, pese a ser esta mucho más cara. Es prácticamente una ciudad dentro de otra ciudad.

Un agente de la 'vieja guardia' destaca sobre estas organizaciones criminales: «Les resulta factible encontrar un botín bueno, bonito y barato (penalmente hablando). Estudian las medidas de seguridad y saben que con lo que se llevan en un bolsillo les renta. Son gente muy especializada. Sin llegar a saberlo, hay gente que trabaja en las urbanizaciones (jardineros, empleadas del hogar…) que les dan información sobre las medidas de seguridad. Realizan auténticos seguimientos y vigilancias; por ejemplo, les preocupa más que haya perros que alarmas o cámaras, porque al ir encapuchados no se les puede identificar y en unos pocos minutos están dentro. Solo si la patrulla llega a tiempo, pueden pillarlos. Y en Madrid, en la demarcación nuestra, falta mucha plantilla».

Algunos, asegura, son rusos, pero los albaneses y serbios son los más violentos. Muchos han pertenecido al ejército y se han quedado en la cuneta porque su país no les ofrecen una salida. Existen infinidad de grupos, muy cambiantes, que varían: residen en San Sebastián de los Reyes y Vicálvaro, por ejemplo, pero hacen campañas en las afueras y en Cataluña y la Costa del Sol. Luego están los que llegan desde el extranjero, roban y se van. Claros ejemplos de delincuencia itinerante.

Otro experto del Cuerpo apostilla que las actuales hornadas del Este no son ya exmilitares de la guerra de los Balcanes, sino que la cuestión de su profesionalidad reside «en que en sus países el servicio militar sigue siendo obligatorio».

«Si van sin presión de tiempo, pueden llevarse perfectamente 8.000 euros transportables en una mochila. Los botines más caros son los relojes de hombre y las joyas de mujer. Si llevan un vehículo grande, te desvalijan la casa entera, incluso cuadros y demás obras de arte (son pocas, aunque existen, en que en estos casos trabajan a la carta, porque algún coleccionista está interesado en una pieza). De hecho, a empresarios y futbolistas que invierten en este tipo de riquezas los expertos en seguridad les aconsejan que, cuando viajen, siempre se quede alguien de la familia.

Villafranca del Castillo (Villanueva de la Cañada), Monte Rozas (Las Rozas), Monte Encinas (Boadilla), Ciudalcampo (Algete)... «Son colonias grandes, con distintas entradas, seguridad interna privada pero muy abiertas», ejemplifican nuestras fuentes. Por eso, Ayuntamientos como Majadahonda, Las Rozas o Boadilla han reforzado en los últimos años la videovigilancia en esas áreas tan sensibles, pero es imposible cerrarlo todo. Los ladrones llegan a acudir en transporte público o incluso disfrazados de empleados de empresas de mensajería. Y los más experimentados llevan inhibidores de frecuencia.

«Los más activos son los albaneses, como pudo apreciarse en la operación Hábitat Rinia, con futbolistas en la nómina de afectados. Eso sí, los albaneses ya no van tan a lo loco, a tiros, como antes. Suelen ser células de entre cinco y siete personas, pero existe un núcleo principal que, como en algunos casos de aluniceros o butroneros, contratan a conductores experimentados, por ejemplo. Y luego están los casos de los 'vuelcos': robos a narcos que viven en mansiones y que los asaltantes saben que la casa cuenta con grandes 'caletas' (escondrijos), llenas de droga o dinero».

Luego, está la maraña burocrática: muchos utilizan identidades falsas y nuestros investigadores deben recurrir a la cooperación internacional. Sin embargo, en el caso de Albania, no son comunitarios, y se necesita comisiones rogatorias que llegan tarde, mal o nunca. Y recuerda: «La filosofía es que la Guardia Civil y la Policía Nacional brinden la seguridad a toda la ciudadanía, y no depender de la privada».