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Cartas al alcalde

Teleférico

En los días de mal clima sólo se despachan billetes de ida con lo que el pasajero queda desembarcado en una zona desde donde tiene que ir a buscar a pie el metro próximo

Una de las cabinas del teleférico de Madrid José Ramón Ladra
Ángel Antonio Herrera

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El teleférico es una artesanía de maravilla que navega el ocio de los firmamentos de la ciudad, entre Rosales y la Casa de Campo , dándole la vuelta al lema promocional del foro: «Del cielo a Madrid». Tiene mucho público entre la extranjería y entre el peatonaje de aquí. Usted conocerá bien el teleférico , alcalde, pero nosotros lo hemos vuelto a conocer estos días de lluvia tempestuosa , y queríamos desde aquí decirle alguna cosa.

La primera es que está suprimido el contrato con la cafetería , con lo que no hay chiringo donde pillar ni siquiera la botella de agua preceptiva para el trayecto del vuelo del teleférico , o mientras se aguarda su llegada. La cafetería la cerró el consistorio saliente, hasta donde sabemos, con lo que ahí tiene usted un oficio de echarle un ojo a esa cafetería que no ejerce, a ver qué pasa. Hace falta, porque deja el lugar desasistido , como si uno se echara al monte, y no a un lugar arbolado que se orilla en una calle de tanta vitola como el paseo de Rosales.

La falta de cafetería se hace urgente cuando, encima, hay mal tiempo. Y a esto íbamos. En los días de mal clima , ante la previsión de viento o lluvia, sólo se despachan billetes de ida , pero sin mayor aviso, con lo que el pasajero queda luego desembarcado en otra zona desde donde tiene que ir a buscar a pie el metro próximo , que creo que es el de Lago. De manera que, en su recreo, el personal es aparcado en un desierto sin billete de vuelta, del que no sabe muy bien cómo salir, o regresar, porque no hay otro medio que la caminata a tientas y, además, sin agua de intendencia para la travesía imprevista.

Quien esto escribe ha visto cómo las familias se aventuraban con notable desorientación , para liberarse de la clara desorientación. Conviene reabrir con alegría el chiringo de avituallamiento, y optar por el sentido común, cuando el tiempo se abre adverso: o no se despachan billetes o bien se despachan de ida y vuelta . Lo demás es pagar por un rato inolvidable de extravío.

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