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El taxi acosa al PP tras fracasar su intento de «secuestro» de la Castellana

Los manifestantes protestaron frente a las sedes de Génova y el Gobierno regional después de ser desalojados por la Policía a primera hora del día

Un taxista enciende dos bengalas en el puente de Juan Bravo/ Un taxista quema su carné del PP frente a la sede del partido MATÍAS NIETO/ EP
Aitor Santos Moya

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Tensión, rabia y cansancio. Tres apelativos que definen la jornada -la octava desde que se iniciara un paro indefinido el lunes de la semana pasada- que ayer protagonizó el sector del taxi en Madrid. Pese a que la Delegación del Gobierno ordenó a la Policía desmantelar la acampada de la Castellana , los manifestantes continuaron con su hoja de ruta prevista, marcada por sendas protestas frente a las sedes del PP, en la calle de Génova, y la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, además de un improvisado escrache al tique electoral del PP para los comicios de mayo, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida.

El enquistamiento de las negociaciones, sin ninguna reunión prevista en el horizonte, derivó en un cruce de acusaciones entre los Gobiernos central y regional. Sobre la mesa, el decreto que aprobó el Ejecutivo de Sánchez por el que la competencia en materia de VTC pasó a ser responsabilidad de las comunidades autónomas. Mientras el secretario general del PP, Teodoro García-Egea, tachó de «cobarde» al presidente del Gobierno por «dividir en 17 legislaciones» la normativa y no «asumir su responsabilidad», la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, acusó al presidente de la Comunidad, Ángel Garrido, de la falta de acuerdo entre taxistas y las plataformas de Uber y Cabify por no saber «gobernar Madrid».

Retirada en grúas

El conflicto, lejos de arreglarse, se recrudeció en la calle con algunas cargas policiales y nuevos conatos de cortar el tráfico. Poco antes de las 7 de la mañana, varias decenas de «antidisturbios» comenzaron el desalojo de los carriles centrales de la Castellana, entre las plazas de Colón y Emilio Castelar, ocupados desde el domingo por centenares de taxis. «Atención, pasad este audio a todos los grupos, los antidisturbios están desalojando la Castellana, van a actuar con contundencia si nos resistimos. Todos los que tengáis el coche aquí venid cagando leches», avisaron entonces los manifestantes a través de WhatsApp.

Aunque gran parte de los conductores estuvieron presentes para retirar sus vehículos, las grúas completaron el desmantelamiento cargando los taxis que nadie movía. Los forcejeos entre las fuerzas de seguridad y los huelguistas marcaron el inicio de un día repleto de crispación: a las 11 de la mañana, multitud de taxistas se concentraron frente a la sede del PP, blindada por los efectivos policiales durante casi tres horas. Tal fue la presión que las puertas de Génova cerraron al filo del mediodía . Entre gritos de «la lucha sigue» y «el taxi no se vende, el taxi se defiende», los huelguistas madrileños agradecieron la presencia de profesionales llegados desde Andalucía, Asturias, Murcia, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Valencia, entre otras comunidades.

Terminada la primera protesta del día, algunos participantes de la misma trataron de volver a cortar el paseo de la Castellana, en una acción abortada rápidamente por la Policía. Tras un pequeño descanso «para reponer fuerzas», el gremio volvió a reunirse a las 17 horas, esta vez en la Puerta del Sol . Allí, delante de la sede de la Comunidad de Madrid, corearon consignas contra Garrido y avisaron de que no van a parar hasta conseguir una solución que les satisfaga. «¡Si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra!», gritaron todo al unísono. Al terminar la concentración, el grueso emprendió una marcha a pie con destino al Palacio de los Deportes, en Goya. La marea de taxistas interrumpió la circulación en la calle de Alcalá, en el tramo comprendido entre la Puerta del Sol y la plaza de Cibeles, y siguió su curso hasta alcanzar la sala del recinto donde se encontraban los candidatos del PP a la Comunidad y Ayuntamiento, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, respectivamente, que asistían a un acto en recuerdo del Holocausto.

En las tres arremetidas del día contra el PP se repitieron diversos lanzamientos de huevos, insultos de todo tipo y pitadas dirigidas a los dirigentes y trabajadores del partido. Una intimidación que, sin embargo, no logró amedrentar a ninguno de los señalados. Prueba de ellos fueron las palabras de Ayuso antes del acto, en las que reiteró que los taxistas «no pueden secuestrar la ciudad» y abogó, en la misma sintonía que el presidente de su formación, Pablo Casado, por «liberalizar» el sector debido a «la situación tecnológica diferente» en la que tienen que convivir con las VTC «en igualdad de condiciones». «Partían de una queja lógica, pero no pueden seguir así eternamente porque les va a perjudicar y la sociedad se va a enemistar con ellos», reiteró la designada para intentar revalidar el Gobierno regional.

Un ministro «gay»

Junto a los taxistas madrileños, «emergió» también la figura del líder de Élite Taxi en Barcelona, Alberto Álvarez, conocido como Tito , y responsable de la negociación en Cataluña. En un momento dado de la jornada, el representante del sector afirmó ante los medios que está «alucinando» con que un ministro de Interior como Fernando Grande-Marlaska, «de izquierdas y gay», hubiera mandado «reprimir» la acampada en Madrid: «Envían a unos trabajadores a reprimir a otros».

Sus palabras fueron contestadas por el partido socialista, que a través de su cuenta de Twitter emitió un mensaje de condena : «Vergonzoso escuchar declaraciones tan desagradables y retrógradas para criticar a un miembro del gobierno. Todo nuestro apoyo a Marlaska y nuestro rechazo a tan repulsivas palabras y a cualquier tipo de discriminación por orientación sexual». Tito, por su parte, aseguro después que su discurso se había sacado de contexto. «Simplemente pasé un audio diciendo lo que escuchaba que decía la gente en un momento de mucha tensión y cansancio», aseguró, no sin apuntar que «es de risa» que el PSOE saque un comunicado «porque un taxista hable».

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