Rubén Pozo: «Me ha sido imposible encontrar salas para tocar antes del verano, está todo petado»

Casi todo el mundo está diciendo que es su mejor disco.

Y yo también lo digo (risas). Los músicos siempre decimos eso cada vez que sacamos un disco, pero yo esta vez siento una alegría especial, me siento muy a gusto con lo que he hecho. Es un disco corto y manejable, de diez canciones. No es un ladrillo.

El plan inicial era que fuese acústico, pero...

Casi siempre tiendo a cambiar mis planes. Iba a ser acústico, pero no he podido (risas). He tenido que meter la eléctrica en varios sitios, pero tiene un espíritu muy acústico, muy de madera, analógico. Compositivamente es el disco que menos tiempo me ha llevado. Casi todas las canciones las he hecho en un día, lo cual es rarísimo en mí. Suelo tardar semanas, meses, incluso años. Y a veces cuando pasa eso se pierde el impulso inicial que te llevó a empezarla. Eso no me ha pasado en este disco, porque he querido plasmar las sensaciones iniciales que me daba cada canción.

Le habrán salido en un día... o en una noche ¿verdad? Cual vampiro.

Sí. Desde chaval he tenido problemas de insomnio. Una vez me duermo ya soy un leño, pero dormirme, me cuesta. Curiosamente, con la pandemia se me ha ajustado ese ritmo vital y a las doce ya estoy para irme a la cama y levantarme al día siguiente a las ocho sin ponerme la alarma. Creo que es porque ya estoy un poco talludito (risas). Pero sí, hay canciones hechas por la noche, con la misma idea de dejar lo que primero que me saliera.

La primera canción, 'Gente', habla de no autoflagelarse demasiado. ¿Se la dedica a sí mismo?

Sí, yo he sido así de toda la vida. No me perdono los errores fácilmente, y jolín, no se puede ser así. La canción lo que dice es 'tío, perdónate, nos has matado a nadie, no eres un criminal, te has equivocado como todo el mundo'. Todos tratamos de hacer las cosas lo mejor que sabemos, y a veces patinamos. Está bien reflexionar sobre los errores, pero la vida se vive en tiempo real y no existe un botón de rebobinar. Así que hay que intentar mejorar, pero también hay que saber perdonarse. Además, en esta canción toca la batería mi hijo Leo, y cada vez que la escucho tengo que limpiar las babas que se me caen al suelo.

El gran Miguel Ríos colabora en 'Abel y Caín', vaya lujazo ¿no?

Total. Nos conocimos en tiempos de Pereza, cuando nos invitó a tocar 'Rock and roll bumerang' con él en Granada. Mi productor José Nortes es su mano derecha, y un día apareció por el estudio Black Betty. Estaba grabando 'Abel y Caín' y se me encendió la bombilla: '¿No estaría bien cantar esta con él, y hacer la coña de que uno es Abel y el otro Caín?'. Se lo propuse, y sólo me puso como condición que él no fuera Caín (risas). Ha sido un acto de generosidad por su parte. Todos los que hacemos rock en este país transitamos por la senda que él abrió, así que es un grandísimo honor, un regalito que me ha dado la vida.

La gira empieza en octubre, ¿qué tarde no?

Ha sido imposible encontrar salas para presentar el disco antes del verano. Así que me voy a otoño, ¡que también está todo petado! Aunque yo me he movido mucho solo con mi guitarra durante la pandemia, han sido dos años de parón y ahora, al abrirse la veda, somos muchos queriendo recuperar todo lo que hemos perdido durante este tiempo. Y claro, está todo petado. Además la gente no tiene dinero para ver todo lo que quiere. Va a ser difícil colgar el cartel de 'no hay entradas'.