Ola de calor
Paseo por el Madrid que va cociéndose minuto a minuto
Piscinas llenas, fuentes cerradas y deportistas incautos. El incremento exponencial de las temperaturas obliga a los madrileños a cambiar sus biorritmos y sus rutinas. Lo peor está llegando
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Iniciar sesiónAquel adagio de Chiquito de la Calzada de «era por agosto, la calor apretaba» se traduce en las alertas de los meteorólogos y también en que, visto con distancia y medidores, julio fue más fresco de lo normal. Dicen que en Madrid, en agosto, ... la noche invita al sueño y la Capital se hace más europea y vivible. Pero se acerca La Paloma y la ola de calor no ha hecho más que llegar.
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Son las 12.30, caen de plano 33 grados, y desde las recurvas que llevan a la Playa de Madrid , antaño Parque Sindical y hoy Club Deportivo Puerta de Hierro, se divisa un ‘skyline’ del este de la ciudad tomado por el primer golpe de la calima que sólo el ojo muy entrenado no confunde con el ‘smog’, la famosa boina que sólo desaparece cuando llueve o cuando en la ciudad no hay nadie. Hay quien ya vio el miércoles, por la comarca de Las Vegas, cómo se oscurecía el cielo. Y no eran langostas, sino partículas saharianas del mismísimo Sáhara (sic), que está ahí al lado en términos geográficos y climatológicos.
Entre descamisados
La Capital vive el calor pandémico como puede, y por eso, en la Playa de Madrid de Puerta de Hierro , Jocelyn lleva al niño que cuida a que no desfallezca de una alferecía («es la primera vez que venimos»), y en la propia pileta, no tan gigante como la recuerda el cronista, hay un ir y venir de nadadores blancuzcos, de adolescentes que piden plano al compañero gráfico con los dedos en señal de victoria y de monitores de campamento que saben que con la alerta amarilla que señalan las autoridades no hay más remedio que el remojo. Cierto que, detrás de la lámina de agua, en las últimas sombras del frescor que deja el día, un equipo de triatlón hace series de 50 metros a ‘sprint’ por no perder el espíritu de sacrificio. Descamisados ellos, y con ‘top’ ellas. Y con pocas o ningunas ganas de hablar.
Dentro de la piscina (que ha doblado la asistencia desde que va llegando la ola de calor), quien puede anda ya empapado en previsión de que el mercurio caiga, todavía más, sobre tirios y troyanos, sobre romanos y cartagineses, sobre el madrileño acalorado. Al borde, dos socorristas que se prestan rápido a salir en la foto: son Gonzalo y Jairo , que saben perfectamente cuál es el protocolo en el caso de un hipotético golpe de calor. De hecho, Andrea, médico, se desvela en su puesto por cualquier eventualidad calorífica, si bien descarta que «la reacción de los vacunados pueda tener que ver» con que cualquier ‘cristiano’ entre en combustión.
Bañador a lo Mark Spitz
En una mesita y bajo el techado de cañas, José y Lourdes, «a quienes el IMSERSO y el Gobierno los tienen mareados y en Madrid», pegan la hebra. Sin posibilidad de salir de la ciudad. Por eso se quedarán en la piscina, mínimo, hasta las 18.00. Viendo a niños gritos, a septuagenarios con el bañador de Mark Spitz, y mucho tatuaje asándose, vuelta y vuelta, a la solana. A cinco euros la entrada, y sabiendo la factura del más mínimo ventilador, la excursión y el baño de cloro compensan. Así ha sido desde 1958, cuando en la Capital no había ni tiempo, ni dinero, ni ganas de subirse a un pantano o de bajarse al nivel del mar. José también señala algo del «cambio climático» y de que el calorón «siempre ha sido en julio». Justo después nos saca a colación el tema de la vacuna, que hoy no toca y hay niños cerca.
La ruta del supuesto frescor de Madrid pasa por el Lago de la Casa de Campo . Con padres irresponsables que visten de mallas y de ciclistas a los hijos, con el salpicar del géiser que se seca mucho antes de llegar a la orilla donde andan tumbados Jacobus y Paulina, parejilla polaca que sabe que hay piscinas y lagos, pero, «por mucho calor que haga, ellos prefieren estar tranquilos». Benditos sean. Enrique es ciclista en la cuestas de ‘sterrato’ de la Casa de Campo y se «previene de una pájara por calor, como de la que le dio en julio», y el bidón isotónico se le va descongelando por segundos.
Sin chorros en Madrid Río
Madrid es la ciudad del agua, pero en los célebres chorros de Madrid Río, una opositora pregunta en el chiringuito La Playa por esos surtidores que hacían el apaño y que, separados por tres zonas, estaban para eso: refrescar, aun en pandemia, porque el calor es otra alerta sanitaria y el agua y las camisetas mojadas son mucho más que un capricho.
«Cerrados por lo del Covid» , le responden, y la opositora se va hacia la fuente que hay al lado de las esfinges de bronce. Allí toma recursos de vídeo Benjamin, de AFP, que nos desea suerte y va echando el bofe con la cámara a cuestas. Los pocos que salen, lo hacen porque las casas de la Arganzuela son aún más calurosas que la calle. Hay cierta sorna nostálgica de Filomena en las zonas frescas y en las zonas recalentadas. Así nos lo confesaron José y Lourdes en la piscina.
Un paseo por el Madrid que va cociéndose minuto a minuto tiene más que ver con el Infierno de Dante que con las elegantes caminatas por el Paisaje de La Luz. Habrá que resistir.
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