LAPISABIEN
Lo de Abantos
Coronarlo en bici es sentirse Napoleón y Josefina y hasta un paisajista alemán de esos que pintaban el mundo como recién hecho
Vista dle monte Abantos con El Escorial a sus pies
Abantos. El monte. El que por una vertiente da a Ávila, por otra al Monasterio de El Escorial y por otra, también, al Valle de los Caídos. Los ciclistas sabemos que corren por ahí fuerzas telúricas: que por eso, cuando salimos ... a entrenar, no nos congelamos a -16. Que si el día está claro vemos el pico Almanzor, allá por ese Gredos donde Unamuno pensaba España a pedradas. He vuelto a ir a Abantos, con su subida desde el tren en El Escorial, con su fuente de los pinsapos malagueños y gélidos que introdujo allí Luis Ceballos. Con sus vistas lejanas de Madrid , nuestro pueblo, que parece un tachón en la llanura manchega.
Ir a Abantos tiene algo místico; mi mejor amigo depositó allí las cenizas de su padre y se sabe que Pitita Ridruejo veía a la Virgen en el piedemonte. Pero Abantos, en bicicleta, es mucho más que un paseo en un asfalto donde se crió el Chava. Es encontrarse a uno mismo; ver a un cervatillo y sentirse uno, ciclista pobre, en la sinfonía perfecta de la naturaleza. En Abantos, después del trágico incendio, el ciclista ve hasta verdín y moho. Porque el ciclista ha ido desde Los Negrales , entre toros mansos y baches, y lleva en el pulmón y en el paladar el retrogusto de lo que los geógrafos llaman la España seca.
Abantos, coronarlo, es sentirse Napoleón y Josefina y hasta un paisajista alemán de esos que pintaban el mundo como recién hecho. Abantos arriba es un mundo de carrascales y plantas de frío; en la provincia de Madrid, ya, es un freno suicida, las vistas del flanco Oeste, y la Torre Picasso. Todo eso y hasta la boina, que parecen al lado por eso de la curvatura de la Tierra.
En Abantos, con el ABC del día leído, disfrutado y usado como paravientos en la bajada, también se aprende a vivir.
Que Abantos lo asfalten mejor, señora Ayuso...
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