El césped del futuro ya está listo en Madrid: consume un 50% menos de agua y reduce la contaminación

Los investigadores del Imidra estudian mezclas de cespitosas que consumen hasta un 50 por ciento menos de agua y reducen la contaminación atmosférica

Un técnico del Imidra comprueba el estado de las parcelas de prueba del ‘xerocésped’ JOSÉ RAMÓN LADRA

El césped del futuro ya está aquí. Es la hierba que cubrirá las praderas urbanas, con una resistencia de hierro a las inclemencias climatológicas, sin necesidad de consumir grandes cantidades de agua y con capacidad para reducir la contaminación atmosférica. Su nombre es ‘ ... xerocésped ’ y, desde 2018, los investigadores del Imidra (Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario) estudian sus ‘supercualidades’ para sembrar las ciudades del mañana.

A vista de pájaro, en unos terrenos junto a Alcalá de Henares , se alinean cuadrilongos de color verde. En unos pocos, el pasto está seco y manchado de calvas pardas; en la mayoría, la hierba goza de un aspecto sano. Es el campo de pruebas de la finca El Encín de tres investigadores y dos técnicos que, en 2019, plantaron 44 parcelas de un par de metros de largo con hasta siete combinaciones de cespitosas. «El objetivo era dar con las mezclas de céspedes que tienen una menor exigencia de agua», cuenta por teléfono el director del departamento de Investigación Agroambiental del Imidra, Pedro Mauri, al frente del proyecto. Y así fue.

Las especies de cespitosas más habituales, que adornan piscinas, jardines y parques, pertenecen al grupo denominado C3: lolium, festuca y poa supina. La proporción normal en cualquier superficie suele ser de un 65 por ciento de festuca, un 15 por ciento de lolium y un 5 por ciento de poa supina. Sin embargo, los investigadores delImidra han alterado esa mixtura vegetal. «Las hemos mezclado con C4, especies que pueden vivir en condiciones de altas temperaturas y se adaptan a menores requerimientos de agua, como la grama y la zoysia japónica», explica Mauri.

La combinación de especies C3 y C4 ha fructificado en hierbas más sostenibles y resistentes a enfermedades y a climas extremos

Las C4 soportan climas áridos y fríos, resisten enfermedades, sobreviven incluso a la sombra y han dado sus frutos en las 44 parcelas de El Encín donde la ciencia buscaba el ‘xerocésped’. Algunas de estas mezclas beben hasta un 30 por ciento menos de agua, «incluso un 50 por ciento menos» , asegura Mauri. También requieren un menor mantenimiento aunque se sometan a un uso intensivo, como ocurriría en suelo urbano. Y absorben la contaminación:«Lo que hace este césped es consumir más CO2 (dióxido de carbono), las C4 están preparadas para realizar ciclos de CO2 y vivir en condiciones más extremas, son más eficaces», asevera el investigador al mando. Su tolerancia a los productos biofertilizantes, respetuosos con el medio ambiente, completa su lista de virtudes.

El verde importa

Las semillas de cespitosas C3 y C4 sembraron los terrenos de El Encín en abril de 2019. Desde entonces, las 44 parcelas y siete combinaciones se han sometido a distintos niveles de riego y se ha evaluado su respuesta mediante una serie de ensayos con tecnología punta. Drones, termómetros de infrarrojos y sensores de alta precisión han sido fundamentales para determinar la durabilidad, cantidad y calidad de la vegetación. «Las mezclas mejor adaptadas a condiciones con menos agua son las de festuca con alguna C4, tienen condiciones idóneas, sobre todo de imagen», concluye Mauri. El color del ‘xerocésped’ también importa .

Más allá de resistencia y sostenibilidad, el césped del futuro necesita una imagen comercial. «Tiene que tener un color adecuado, al que la población de las ciudades esté acostumbrado. Si es menos verde, se va a notar y no va a gustar», apunta Mauri. El ‘xerocésped’ es bonito y está listo. «Se podría sembrar ya, lo hemos testado en parcelas piloto en la finca de El Encín, y se podría hacer con las mezclas mejor adaptadas en función de las condiciones de la jardinería», zanja este ingeniero agrónomo, empleado en el Imidra desde la década de los 90.

Los tres años de investigación culminan este 2021. El grueso de los 165.000 euros invertidos en el proyecto ha sido financiado por los fondos Feder (Fondo Europeo de Desarrollo Regional), aunque el propio Imidra y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación han aportado parte del presupuesto. Durante estos tres años también han participado dos empresas, una alemana y otra española. Una vez redactado el informe con las conclusiones del estudio, el plan es solicitar nueva financiación «para trabajar en la huella hídrica y la huella de carbono», dice Mauri.

Puede ser cuestión de tiempo que las ciudades desechen la hierba tradicional y la sustituyan por ‘xerocésped’. «Es el césped del futuro porque es la mezcla que se utilizaría a nivel estándar en la jardinería pública, sostenible y con menos requerimiento de fertilizante», augura Mauri. Ese salto verde, el próximo paso, depende ahora de las administraciones.

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