Ucrania: unas tablas incómodas
Si alguno de los líderes occidentales está cansado de la guerra, lo mejor que puede hacer es guardar un respetuoso silencio
Almirante (R)
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Iniciar sesiónCuando se aproxima al final de su tercer año, la guerra de Ucrania se encuentra en una situación militar de tablas. La iniciativa, en la mayor parte del tablero, corresponde a las piezas de Putin, pero solo la insistente propaganda que nos llega del Kremlin ... cada día puede hacernos creer que al dictador ruso le quedan las piezas decisivas que necesita para dar jaque mate a su rival.
Es verdad que, aceptando el alto coste en personal y material que conllevan las operaciones ofensivas, el Ejército ruso sigue presionando a lo largo de toda la línea del frente. El 17 de febrero —hace ya casi un año— cayó en manos de Rusia la pequeña ciudad de Avdiivka, de poco más de 30.000 habitantes antes de la guerra. Su conquista fue el único hecho destacable de la campaña rusa desde la caída de Bajmut, en mayo del año anterior.
Se dijo entonces que la caída de Avdiivka, después de resistir asaltos y bombardeos diarios durante dos años, abriría para Rusia el camino de Pokrovsk… y abierto está pero, nueve meses después, el Ejército ruso ni siquiera ha llegado a los arrabales del siguiente objetivo de su campaña.
¿Qué ha pasado entre tanto? La anunciada ofensiva rusa de primavera fracasó en Járkov. El verano nos trajo la sorpresa de la incursión ucraniana en Kursk, creando una embarazosa situación que está todavía lejos de ser resuelta y que ha obligado a Putin a recurrir a reclutas rusos y militares norcoreanos para tratar de recuperar el terreno perdido. La brecha creada en el frente por la caída de Bajmut ha quedado taponada en la localidad de Chasiv Yar, una decena de kilómetros más al oeste. Toretsk, una pequeña ciudad clave para el flanqueo de Chasiv Yar por el sur, resiste desde los primeros días del verano. Y la propia Pokrovsk, que conserva todavía unos 10.000 de los 60.000 habitantes que tuvo antes de la guerra, en absoluto será un objetivo fácil. Solo en terreno abierto ha sido capaz el Ejército ruso de explotar su superioridad numérica, y es probable que sea el predominio de ese tipo de terreno entre Avdiivka y Pokrovsk —y no el colapso de la defensa ucraniana— lo que explique la relativa rapidez del avance ruso en el otoño recién terminado.
Si el Ejército ucraniano no se desmorona, será muy difícil que las tropas rusas vuelvan a acercarse a Kiev, único lugar en el que puede decidirse la guerra. Y, a todo esto, ¿dónde están las piezas mayores de Putin? La aviación sigue sin hacer acto de presencia en los cielos de Ucrania y la flota del mar Negro sobrevive miserablemente, refugiada en el confín oriental del mar que debería dominar. Los misiles tierra-tierra escasean después de tres años de guerra, y Putin ha tenido que echar mano de los norcoreanos, menos precisos, para seguir castigando las ciudades ucranianas. Los drones iraníes cada día tienen más dificultades para llegar a sus blancos en un entorno en el que proliferan los sistemas de guerra electrónica. En estas circunstancias, la prensa rusa deposita su fe en el Oréshnik, un misil que el Komsomólskaya Pravda califica estos días como «una nueva y formidable arma de represalia, aterradora». Sin embargo, Kiev sigue utilizando sus propios drones y, en ocasiones, los ATACMS y Storm Shadow occidentales para atacar objetivos bien dentro de Rusia sin que el Kremlin tenga otra respuesta que repetir sus amenazas.
Reitero, pues —porque se han publicado análisis muy diferentes— mi opinión de que la situación militar sigue siendo de tablas. Pero también lo era en Siria antes de que, debido en buena parte al agotamiento del aliado ruso, se desmoronara el régimen de Bashar al Asad. La lección me parece muy clara: si alguno de los líderes occidentales —incluido Donald Trump cuando tome posesión— está cansado de la guerra que libra el pueblo ucraniano contra un enemigo que es de todos, lo mejor que puede hacer es guardar un respetuoso silencio. Porque para Putin, que rara vez recibe buenas noticias del frente, cada palabra de desaliento que escuche de nosotros es una alegría que ni siquiera en estas fechas deberíamos darle.
¡Feliz Navidad a todos los lectores!
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