Contradicciones en el mar Rojo
La opinión pública española debe entender que todo, incluso la inacción, tiene su coste
Almirante de la Armada (R)
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Iniciar sesiónSi los rebeldes hutíes se limitaran a hostigar al tráfico mercante destinado a Israel, sus acciones serían muy discutibles desde la perspectiva del Derecho Internacional Humanitario, pero el problema militar quedaría en las manos del gobierno de Netanyahu y de sus aliados. Como no es ... así, la verdadera agredida es la comunidad internacional. Hacer frente a los indiscriminados ataques hutíes en la alta mar —uno de los espacios comunes globales— es, en principio, responsabilidad de todos.
¿De España también? Según la vigente Estrategia de Seguridad Nacional, firmada por el presidente Sánchez en 2021, sí. Peca quizá de pobreza de estilo, pero no de claridad el párrafo que dice: «Para España, país de condición marítima, es esencial mantener la seguridad de los espacios marítimos». Y, si es esencial, ¿por qué preferimos no hacer nada?
Hay quien defiende —incluso en foros navales— que aquello está demasiado lejos. Duele esta actitud en los herederos de quienes, hace poco más de 500 años, dieron la vuelta al mundo persiguiendo el sueño de las especias. Y esto no es solo un sueño. Aunque el mar Rojo está lejos, más lo está buena parte del petróleo que consumimos.
En medios norteamericanos se atribuye la postura española a las diferencias entre los partidos que apoyan al Gobierno. Las palabras de los hutíes —que no los hechos— alinean sus acciones con las de Hamás, y hay en la política española quienes abiertamente comparten los fines del grupo terrorista, si no sus medios.
El deseo de no vernos alineados con la campaña de Israel en Gaza es, sin duda, un factor importante, que no solo afecta a España sino a otros países europeos de mayor peso político y militar, como Francia e Italia. Pero no es el único. No deberíamos olvidar el 'síndrome' de Srebrenica. Por su responsabilidad —que no su culpa— en el genocidio, el Gobierno holandés se vio obligado a dimitir. Si lo hubiera impedido por la fuerza, también habría tenido que dimitir, porque ¿cómo explicar el sacrificio de decenas de sus cascos azules y la muerte de quizá centenares de milicianos serbios para prevenir una masacre que nunca habría tenido lugar?
Ningún gobierno europeo se sentiría cómodo en una encerrona así. ¿Puede ocurrir lo mismo en el mar Rojo? En otra escala, sí. Los buques norteamericanos han interceptado decenas de misiles y drones, pero basta que uno se cuele y hunda un buque mercante para que la misión se considere un fracaso. Por eso, la lógica militar, que siempre favorece la iniciativa, exige actuar contra las plataformas de lanzamiento. Si así se hace, las víctimas hutíes —la muerte, como ocurre con los terroristas de Hamás, convierte a todos los combatientes irregulares en civiles— serán responsabilidad de los 'agresores sionistas'. ¿Quién quiere entrar en tal avispero?
La opinión pública española, sin embargo, debe entender que todo, incluso la inacción, tiene su coste. Será la US Navy quien resuelva el problema. Pero la soledad de los EE.UU. en la defensa de lo que es de todos dará fuerza al sentimiento aislacionista que duerme en un partido —el republicano— que podría llegar al poder en las próximas elecciones. Y, si Washington abandona la Alianza Atlántica, ¿cómo puede Europa progresar en paz bajo la amenaza de las 6.000 ojivas nucleares de que dispone Putin?
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