José María Barreda: «Caminamos hacia una España más confederal que federal»
El expresidente de la Junta de Castilla-La Mancha recuerda en su último libro sus inicios en política en el PCE y su paso posterior al PSOE
Page muestra su rebeldía en el cara a cara de dos horas con Sánchez en Moncloa
José María Barreda Fontes (Ciudad Real, 1953) sucedió a José Bono como presidente de Castilla-La Mancha en 2004, cuando éste recaló como ministro de Defensa en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Estuvo al frente del Ejecutivo de su tierra hasta 2011, ... precisamente cuando la debacle del zapaterismo provocó que el PSOE perdiera varios de sus feudos tradicionales, como el manchego, que pasó a manos de la popular Dolores de Cospedal hasta que una legislatura después, en 2015, Emilio García-Page devolvió esa comunidad a los socialistas.
Pero la historia de este profesor de historia jubilado, profesión a la que volvió después de una amplia trayectoria política que incluye también su paso como diputado y senador y más remotamente como concejal de su ciudad natal, no empieza hace veinte años, sino mucho antes, cuando siendo un joven formado en el catolicismo social terminó ingresando en el Partido Comunista de España (PCE), aún en la clandestinidad antifranquista, para luego engrosar las filas, como hicieron tantos compañeros de viaje, del PSOE. De todo ello da cuenta en 'Un militante de base en (la) Transición', el libro que la editorial Catarata ha puesto este año en las librerías.
Nos recibe en el Ateneo de Madrid con la sola compañía de su propia persona, algo insólito en un mundo, el de la política actual, plagado de varios asesores por cabeza.
-El título, con ese paréntesis, es toda una declaración de intenciones.
-Quiere significar una doble transición, la mía personal y la que se está produciendo en el conjunto del país durante esos años cruciales y particularmente en la izquierda. Hubo una evolución muy importante, hay que recordar que a lo largo de esos años, el Partido Comunista acabaría abandonando el leninismo y el Partido Socialista el marxismo. Es decir que son unos años de transición en todos los sentidos y del conjunto de la sociedad española en definitiva, que consiguió pasar de una situación dictatorial a un estado democrático en un proceso, además, en el que cambiaron muchas cosas paralelamente, porque al mismo tiempo que se pasaba de una dictadura a una democracia se pasaba de un Estado unitario y centralista al Estado de las autonomías a un Estado muy descentralizado.
José María Barreda, durante la entrevista realizada en el Ateneo de Madrid
-El paso del PCE al PSOE no siempre era comprendido por los viejos camaradas comunistas.
-No, nunca tuve esa sensación de animadversión de los antiguos camaradas. No sólo fue un proceso individual, sino en gran medida colectivo. Mucha gente evolucionó en la misma dirección. Mire, yo hago el bachillerato en un colegio marianista, tengo la suerte de tener unos profesores que me hablan de libertad, de pluralismo, de la doctrina social de la Iglesia y con ese bagaje llegó a la Universidad. Allí me encuentro a militantes del Partido Comunista que buscaban lo que llamaban compañeros de viaje. Yo intervengo en una asamblea y al día siguiente vienen a buscarme y me dicen: 'Oye, tenemos que colaborar y tal'. Pero en realidad entonces el Partido Comunista para muchos de nosotros era sobre todo un frente antifranquista, la mayoría de los que militamos en ese momento no éramos comunistas. A mí, por ejemplo, me repateaba y me repateó siempre la dictadura del proletariado, el concepto y lo que eso significa. Yo era de los que decía que dictadura ni la del proletariado. Bastante experiencia teníamos aquí como para que dejáramos a un lado la libertad, como si fuese algo que importaba poco. Yo, desde el punto de vista ideológico, siempre estuve más cerca Fernando de los Ríos que de su compañero [Daniel Anguiano] que fundó el Partido Comunista después de que ambos visitaran a Lenin, que les dijo: 'Libertad, ¿para qué?', cuando Fernando de los Ríos le preguntó al líder soviético por la falta de libertad en Rusia.
-¿Cuándo se marchó al PSOE?
-Fue un tránsito normal. Cuando se producen las primeras elecciones en 1977 yo considero que mi contribución ha terminado. Aunque antes hago un paréntesis en mi actividad política para hacer una tesis doctoral y hacer las oposiciones a profesor universitario, y además fui padre relativamente joven [sonríe] y lógicamente cambian prioridades vitales que acaban afectando a tu propia trayectoria. En Ciudad Real vinieron a buscarme Manolo Marín [presidente del Congreso entre 2004 y 2008, ya fallecido] que fue un gran dirigente del PSOE, y diputado en las Cortes constituyentes por Ciudad Real, era amigo de familia, de mis hermanos mayores, y Miguel Ángel Martínez, ellos dos me introdujeron en el PSOE.
-En el libro relata cuánto le influyeron las encíclicas de la época que aprendió con los marianistas, y desde luego el Concilio Vaticano II.
-Sí, ahí está, seguramente, el origen de mi preocupación. Yo soy un adolescente que se quiere tomar en serio el espíritu evangélico, y el compromiso con el prójimo, con los demás… la manera de ayudar y ese digamos que es el punto de partida de la trayectoria que cuento en el libro, de esos planteamientos a la colaboración y a la militancia con el Partido Comunista, sobre todo para luchar por la libertad y por la democracia en un momento en el que en España no la teníamos.
-El libro enfatiza la importancia del movimiento estudiantil contra la dictadura. El número de universitarios aumentó exponencialmente, como cuenta usted, pero al mismo tiempo eso suponía introducir una suerte de caballo de Troya para el régimen franquista.
-Nos llevaría muy lejos analizar la evolución del régimen. Desde el plan de estabilización de 1959, que supuso una apertura enorme de la economía española, que hasta entonces había sido autárquica, se producen los famosos años del desarrollismo de los sesenta, con la aparición de una clase media antes inexistente. Y en este contexto la universidad se llena de estudiantes, e incluso se construyen nuevos campus, las universidades autónomas… y ahí hay un caldo de cultivo contrario a la dictadura. Los jóvenes universitarios casi llevan en el ADN el deseo de la libertad y la democracia. Se produce también la confluencia entre los hijos de los vencedores y de los vencidos en la Guerra Civil. Unos y otros comprenden que eso queda muy atrás, que hay que garantizar la reconciliación, es justo cuando el PCE, ya en el año 56, había formulado la política de la reconciliación nacional. Que lo que planteaba era mirar al futuro y hacerlo entre todos. Eso fue un banderín de enganche que tuvo mucho éxito. Al mismo tiempo había un movimiento obrero creciente, protagonizado por Comisiones Obreras (CC.OO), que puso en marcha el entrismo, una estrategia para utilizar los sindicatos verticales y hacer oposición dentro de ellos e ir ensanchando los espacios de libertad. Llega un momento en el que el régimen comprende que eso es muy preocupante para ellos, cuando tiene lugar el proceso 1001, en el año 73. Ese juicio tiene lugar, precisamente, el mismo día del asesinato de Carrero Blanco. Franco murió en la cama, pero el franquismo murió en la calle, en las aulas universitarias y en las fábricas.
-Usted niega en el libro la tesis tan extendida de que ese atentado de ETA allanó el camino hacia la democracia. Dice literalmente que para el Rey «hubiera sido más fácil tratar con el almirante, que no dejaba de ser un militar disciplinado, que con un Arias Navarro con el que no se entendía».
-Eso es un tópico, y además hacerle un favor a ETA, que no hay que hacerle ningún favor. ETA no facilitó la transición democrática asesinando a Carrero Blanco. Cuando se asesina a un hombre, sea quien sea, no se defienden unas ideas, se asesina a una persona. Carrero, como explica en una monografía reciente de José Antonio Castellanos, era un militar disciplinado, absolutamente monárquico, y no me cabe ninguna duda de que hubiera sido leal al Rey, no creo que hubiera cambiado lo que sucedió.
-¿Qué es, en pocas palabras, la Transición?
-Es uno de los acontecimientos más notables, más interesantes y más importantes de nuestra historia contemporánea, que hay que saber poner en valor. Sobre todo ahora, cuando hay una generación que pone en tela de juicio y que minusvalora el hecho de la Transición y poco menos que habla de una gran traición. Yo creo que se lo deberían hacer mirar.
-Los que lo hacen son los actuales aliados del PSOE, tanto en el Gobierno como en el Parlamento.
-Hay que recordar que en 1977 hubo una gran y muy simbólica amnistía, que permite poner en libertad a personas como Marcelino Camacho [histórico líder de CC.OO] y que fue fundamental para pasar página, para que no hubiera rencores sobre el pasado y que en el futuro todos pudieran participar en democracia. Luego se aprueba la Constitución en 1978, cuando hubo un esfuerzo lógico, importante, para tratar de incorporar al nacionalismo. Eso debería haber implicado reciprocidad en la lealtad constitucional. Visto con perspectiva, hemos comprobado que esa lealtad dejó mucho que desear, prácticamente desde el primer momento.
-El modelo territorial sigue siendo, casi cincuenta años después, discutido y discutible.
-En el Título VIII, en mi opinión, está la semilla de lo que podría ser un Estado federal. Para eso falta que haya una cámara que verdaderamente sea de representación territorial y no una cámara de segunda lectura, como es el Senado, que funcionen las conferencias de presidentes, las conferencias sectoriales, que haya una relación entre todos los responsables del Estado y en las comunidades los responsables son los presidentes de esas comunidades autónomas. Ahora, lamentablemente, se está caminando hacia un planteamiento más confederal que federal. El confederalismo implica relaciones bilaterales y de igualdad, de Estado a Estado, de nación a nación, en el federalismo tiene que haber alguien que se preocupe del conjunto, no puede ser que todo el mundo esté preocupado del 'qué hay de lo mío'.
-El camino abierto por Pedro Sánchez al comprometer por escrito con ERC un concierto para Cataluña, con el 100% de los impuestos, incluido el IRPF, ¿va hacia la confederación?
-Si fuera así, yo creo que sí, que indudablemente. Ahora bien, yo todavía tengo que saber de qué estamos hablando. La vicepresidenta y ministra de Hacienda [María Jesús Montero] ha dicho que Cataluña no va a salir del régimen común porque va a haber un nuevo régimen común con todas las comunidades autonómicas. Como no quiero echar leña al fuego, prefiero ser prudente y esperar a ver cómo se clarifica esta propuesta.
-Usted enfatiza la importancia de la cogobernanza y de la conferencia de presidentes. Sin embargo, el Gobierno pretende que en ella no se hable de financiación autonómica, como reclaman los presidentes autonómicos del PP.
-No, el Gobierno ha dicho que si se plantea por la mayoría de las comunidades…
-Pero porque lo dice el reglamento, pero la voluntad de Moncloa es que no se discuta de eso.
-El reglamento está para que se cumpla. Es lógico e inevitable que se hable de eso, porque es lo que preocupa al Gobierno y a las comunidades, es lo que está en el candelero y por lo tanto no tiene ningún sentido que no se aborde esta cuestión. Estoy convencido de que el presidente del Gobierno no se va a oponer.
-Su sucesor, Emiliano García-Page, es el principal opositor al acuerdo con ERC.
-Pero la sangre no llega al Tajo [sonríe], hay que comprender las discrepancias. Yo creo que el presidente Page hace bien en defender los intereses de su comunidad autónoma. Me parece que no son tanto diferencias ideológicas como defensa de los intereses de la tierra, estoy pensando por ejemplo en los distintos planteamientos sobre el trasvase Tajo-Segura, o sobre otro tipo de cuestiones. Indudablemente, la cuestión de la financiación autonómica es un asunto importante, que Emiliano García-Page hace bien en abordar, porque claro, eso es crucial para la financiación de las competencias de las que es responsable.
-Los socialistas de Castilla-La Mancha, que son los únicos que han logrado permanecer en un gobierno con mayoría absoluta, ¿se sienten despreciados dentro del PSOE?
-No. Lo que pasa es que el partido tiene su propia dinámica. Hace ya mucho tiempo hubo cambios en el PSOE al hilo de la evolución de las comunidades autónomas. Fíjese que el máximo órgano entre congresos lleva el apellido federal, Comité Federal. Hubo un momento en el que el único poder del partido era el del secretario general y el del secretario de Organización. En época de Felipe [González] y Guerra [Alfonso] el resto de los poderes territoriales era vicario. Pero cuando hay gobiernos autónomos con poder institucional propio, se genera una dinámica de autonomía política. Eso es bueno para un partido que además siempre ha tenido una vena anarcoide [ríe]. Para el PSOE la libertad de expresión y la posibilidad de la discrepancia está en nuestro ADN y eso hay que mantenerlo.
-El PSOE ha fiado la investidura a Junts Per Catalunya, pero no ha garantizado el apoyo a los Presupuestos. ¿Hasta cuándo merece la pena este camino?
-La situación es complicada, porque la política suele serlo. Hay valores a preservar y a veces se interpreta que una manera de hacerlo es manteniendo un Gobierno que sea capaz de mejorar las condiciones de los trabajadores, mejorar el salario mínimo, hacer políticas sociales… se trata de ver si efectivamente el cambio de clima en Cataluña, que se puede reflejar en la victoria de Salvador Illa, que no deja de ser importante que por primera vez en mucho tiempo no haya una mayoría independentista en el Parlament, si eso puede contribuir a la desinflamación de los acontecimientos del desdichado 'procés'. Hay que dar tiempo al tiempo.