Galardones
De incubadoras portátiles a dispositivos para prevenir el cáncer de mama: los Princesa de Girona premian a seis jóvenes que cambiarán el mundo
Tienen entre 30 y 35 años y han dedicado sus cortas pero intensas carreras profesionales a un propósito claro: aportar su granito de arena para afrontar los desafíos de su generación. Hoy la Princesa Leonor reconoce su labor en el Liceo de Barcelona
Barcelona
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa Fundación Princesa de Girona (FPdGi) lleva más de quince años reconociendo el talento de jóvenes que se han propuesto cambiar el mundo. Aunque las trayectorias de los seis premiados de este año –que reciben su galardón esta tarde, en el Liceo de ... Barcelona, de la mano de la Princesa Leonor– son cortas si solo se tiene en cuenta la fecha de nacimiento de sus DNI (todos nacieron entre 1989 y 1995, por lo que tienen entre 30 y 35 años), resulta abrumador conocer la intensidad con la que han trabajado para generar impacto en la sociedad española y en otras partes del planeta.
El potencial de sus trabajos es inmenso. Mientras levantan edificios sostenibles, estudian nuevas formas de almacenar energía o diseñan un chatbot para que las comunidades más vulnerables tengan acceso a servicios de salud... otros enseñan matemáticas desde la lógica y la creatividad, crean incubadoras portátiles y dispositivos para prevenir el cáncer de mama. Aun así, muchos de ellos no creían en las posibilidades de sus trabajos hasta que no se han visto reforzados con estos galardones, que les animan a perseguir el objetivo de llevar una vida con propósito, porque solo así podrán cambiar el mundo.
Es el caso de Gabriela Asturias (Guatemala, 1995), ganadora internacional en la categoría de Investigación, quien a los 18 años tuvo que decidir entre estudiar Medicina en su país o viajar a Estados Unidos para iniciar sus estudios de Neurociencia en la Universidad de Duke. «Fue una decisión muy difícil. Por eso empecé la universidad con el sueño de regresarle a mi país lo que iba a prendiendo fuera», explica a ABC. Este objetivo le llevó a conocer al doctor David Boyle, quien le enseñó «cómo uno puede hacer investigación científica con impacto social». Un año después, cuando Gabriela tenía 19 años, creó junto a su profesor Fundegua, una fundación con la que empezó a trabajar en proyectos científicos para ayudar a su país. Para cuando llegaron los primeros casos de Covid a Estados Unidos, intensificaron el trabajo con el sistema de salud público guatemalteco para crear Alma, una Inteligencia Artificial que orienta sobre cuestiones médicas o clínicas. «La información en Guatemala se mueve muy lenta porque hay muy poco uso de tecnología digital», cuenta Gabriela. Y añade: «Pensamos en cómo ayudar a la gente a recibir información actualizada sobre el avance el virus y que estas evidencias llegasen al mismo tiempo a todo el mundo».
Cinco años después, una vez concluida la crisis del Covid, Alma ha transformado el acceso a la salud en Guatemala, sobre todo entre las comunidades más vulnerables. «Se ha convertido en una plataforma donde la gente cuenta sus síntomas y se les orienta sobre si deberían ir a urgencias, pedir cita con un especialista o si su dolencia se puede tratar en casa», apunta Gabriela. También resuelven dudas sobre los centros médicos a los que pueden acudir o qué tipo de documentos necesitan cuando van a una consulta.
Licenciada en Neurociencia y en Medicina por la Universidad de Stanford, Gabriela realiza en la actualidad su residencia en psiquiatría con un enfoque de salud pública y comunitaria. Cuando termine, habrá pasado 14 años de su vida estudiando, «una vida entera»: «Como médico, uno ayuda a todos los pacientes que tiene el privilegio de cuidar y ayudar. En mi caso, mi urgencia en la última década ha sido ayudar a Guatemala». Con este reconocimiento de la Fundación Princesa de Girona, comienza a plantearse nuevos retos. «Quizá no tengo que estar solo en Guatemala. Este premio me ha abierto la mente a que esto puede impactar a más personas fuera de mi país», reconoce.
Con solo 26 años, Valentina Agudelo (Colombia, 1996) ha logrado lo que muchas startups apenas sueñan: salvar vidas con tecnología accesible. Fundadora de Salva Health, es otra de las ganadoras internacionales de esta edición en la categoría Crea Empresa por haber desarrollado 'Julieta', un innovador dispositivo portátil que permite detectar anomalías mamarias de forma temprana, sin dolor y a bajo coste.
La idea nació de una realidad alarmante: en Colombia muchas mujeres no tienen acceso a una mamografía hasta que es demasiado tarde. Con Julieta, combaten el cáncer de mama gracias a la prevención. Así, se han anticipado a posibles diagnósticos, realizando más de 3.000 pruebas y detectado alrededor de 400 anomalías. Aun así, para Valentina el impacto de esta herramienta no se mide en cifras aisladas, sino en el potencial de ayudar a millones de mujeres. «Esperamos que pronto sean 300.000 mujeres y después tres millones. Porque la idea es que todas las mujeres tengan acceso a este dispositivo», apostilla.
Valentina lleva el emprendimiento en la sangre: sus abuelos y padres también lo fueron, y desde niña entendió que generar valor para los demás es la clave para recibirlo de vuelta. Con una visión profundamente social, concibe la innovación no como un fin, sino como «un medio para mejorar el mundo». Por eso celebra la implicación de la Princesa Leonor en los premios de la Fundación Princesa de Girona: «Me parece que es la mejor manera de enviar un mensaje a los jóvenes, sobre todo a las mujeres. De mostrarles que hay herramientas con tecnología de innovación para ayudarlas y de que sí se puede avanzar, que sí se puede crear». Para Valentina, no hay mayor motor que ese.
A Andreu Dotti (Barcelona, 1994) le diagnosticaron dislexia de pequeño y, lesos de suponer un alivio, fue un golpe emocional difícil de gestionar. Le costaba leer, tartamudeaba, y durante años creyó que no valía para aprender. Sin embargo, lejos de frenarle, esa dificultad se convirtió en el origen de una manera distinta de mirar la educación. «Soy quien soy gracias a la dislexia», afirma. Su historia personal, marcada también por la pérdida temprana de sus padres, se entrelaza con su propósito vital: transformar la enseñanza de las matemáticas desde la comprensión y no desde la memorización. Así nació Innovamat, un proyecto que hoy llega a miles de escuelas y que este año dará el salto a Estados Unidos como su principal mercado.
Ingeniero civil de formación, Dotti encontró en la educación su verdadera vocación. De pequeño montaba cabañas en los árboles en su pueblo y más tarde fundó una academia de refuerzo junto a un compañero de universidad. Con el tiempo, entendieron que el problema no era que a los niños se les dieran mal las matemáticas, sino que muchas veces se las enseñaban sin lógica ni estructura. Junto a dos doctoras en didáctica de las matemáticas, Cecilia y Laura, diseñaron materiales que ponen el foco en el docente y en cómo construir el conocimiento paso a paso. «El maestro es la clave», insiste. Además de trabajar con centros educativos, también han creado recursos para familias, como los cuadernos de verano Enigmath, que «son top ventas en España» y están pensados para «aprender en casa sin perder el vínculo con el juego y la lógica».
Recibir el Premio Princesa de Girona en la categoría Crea Empresa ha sido para Dotti un reconocimiento a años de trabajo en silencio. «Cuando eres nuevo, conseguir visibilidad y credibilidad es muy difícil. Este premio nos da eso», afirma. Aunque todavía no ha conocido a la Princesa Leonor, valora profundamente su implicación: «Que una figura como ella apoye la innovación educativa envía un mensaje muy potente a nuestra generación». Emprendedor incansable, Dotti no sabe si mantendrá este ritmo toda la vida, pero sí tiene claro que mientras aprenda y aporte, seguirá adelante. Porque, como repite y una y otra vez, «vivir con propósito es una forma de suerte». Y él, pese a los avatares de la vida, sonríe en señal de gratitud.
Manuel Bouzas (Pontevedra, 1996), Premio Princesa de Girona en la categoría de Arte, no construye solo edificios, sino una nueva manera de habitar el planeta. Este arquitecto gallego concentra su trabajo en descarbonizar el sector de la construcción, responsable de cerca del 40% de las emisiones globales. Frente al abuso histórico de materiales contaminantes como el hormigón, el acero o los plásticos, Bouzas reivindica el uso de recursos locales como la piedra, la madera y la tierra, capaces de generar una arquitectura no solo más sostenible, sino también de gran belleza y calidad. «Es urgente revisar los modelos con los que venimos edificando. El mundo cambia, las ciudades crecen, pero no podemos seguir construyendo igual», afirma a ABC.
Su enfoque no es una utopía teórica. En 2023, Bouzas codirigió el pabellón de España en la Bienal de Arquitectura de Venecia, la cita más importante del sector a nivel internacional. A diferencia de otros países, España no acudió con una propuesta especulativa sobre el futuro, sino con una muestra real del presente: proyectos que ya están en marcha y que reducen las emisiones a más de la mitad sin renunciar al diseño ni a la funcionalidad. Viviendas sociales, equipamientos públicos o unifamiliares que prueban que otro tipo de arquitectura es posible, y que además bebe de tradiciones profundamente españolas. Para Bouzas, ese «espíritu constructivo» que nace de lo local y mira al mundo es lo que su generación está llamada a defender y expandir.
Por eso valora especialmente que la Princesa Leonor respalde unos premios centrados centrados en los jóvenes. «Podrían haber elegido cualquier otro ámbito, pero han decidido apostar por inspirar a una nueva generación», reflexiona. A su juicio, contar con una figura joven, implicada y cercana, como referente institucional, es un gesto poco habitual incluso en países con mayor tradición en innovación. «Es algo que muchos otros querrían tener», asegura. Bouzas forma parte de esa nueva ola de creadores que no conciben el arte como una categoría separada del compromiso, sino como una forma de «transformar el mundo desde lo concreto». En su caso, ladrillo a ladrillo.
Pablo Sánchez (Navarra, 1993), ingeniero industrial de formación, dejó una carrera consolidada en empresas como Airbus o BQ para dedicar su vida a una causa hercúlea: evitar que miles de bebés prematuros mueran por no tener acceso a una incubadora. Todo comenzó hace ocho años, cuando descubrió que en muchos países en desarrollo estos recién nacidos son descartados simplemente porque no hay medios para mantenerlos calientes. Frente a esa injusticia, diseñó con otros voluntarios una incubadora portátil, eficaz y accesible, cuyo coste es 100 veces menor que el de una comercial: frente a los 35.000 euros que cuesta una incubadora, él consiguió fabricar un modelo que asciende a 350 euros. Desde entonces, su invento ha llegado a más de 30 países y ha dado una segunda oportunidad a cerca de 4.000 bebés.
En conversación con este periódico, reconoce que jamás habría imaginado este giro vital. «La grandeza no está en hacer cosas grandes, sino en responder a los pequeños llamados», dice con humildad. Para Pablo, lo esencial es «poner los propios dones al servicio de los demás», sea desde una cátedra, una fábrica o un hogar. Por eso, cuando recibió el Premio Princesa de Girona en la categoría Social, lo entendió como un impulso definitivo. Dejó su trabajo fijo y se lanzó a la piscina, sin salario, pero con una confianza «cristalina» en que este camino tiene sentido: «Si todo este esfuerzo sirve para salvar a un solo bebé más, ya ha merecido la pena».
Su proyecto ha emocionado a muchos, incluido a Felipe VI, quien le confesó haberse sentido profundamente «emocionado» por su discurso improvisado en el Tour del Talento de la Fundación Princesa de Girona, donde Pablo se llevó la sorpresa de ser el ganador de este premio. La implicación de la Princesa Leonor en estos galardones, según él, refuerza el valor de reconocer lo que antes era invisible. «Que ella, tan joven y cercana a nuestra generación, utilice sus recursos para dar voz a proyectos como este, cambia vidas. A mí me la ha cambiado». Desde incubadoras en África hasta una Ucrania en guerra, su trabajo sigue creciendo. También han llegado a las montañas de Nepal, a donde «unos sherpas subieron varias» porque son portátiles. Y aunque él nunca se lo propuso como destino, hoy es referente de una nueva generación que entiende la tecnología como una herramienta que puede ayudar a que este mundo sea mejor.
Antoni Forner (Alicante, 1989), Premio Princesa de Girona en la categoría de Investigación, dedica su vida a resolver uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo: cómo almacenar a gran escala la energía renovable para que el mundo pueda dejar atrás los combustibles fósiles. Ingeniero químico de formación, Forner investiga el desarrollo de baterías de flujo, una tecnología que almacena electricidad en líquidos, a diferencia de las baterías de litio convencionales. Estas nuevas baterías, diseñadas con materiales abundantes y baratos como el hierro, permitirán almacenar energía solar y eólica de forma estable y económica, incluso cuando no brille el sol ni sople el viento. «El cambio climático es el problema más importante de nuestra generación. Y si no almacenamos bien la energía limpia, no podremos usarla cuando realmente la necesitemos», explica.
Su trayectoria científica es una travesía por algunos de los centros más prestigiosos del mundo. Estudió en Alicante, se doctoró en el ETH de Zúrich y trabajó en el MIT de Boston, donde se especializó en tecnologías de almacenamiento energético a gran escala. Actualmente es profesor en la Universidad Tecnológica de Eindhoven (Países Bajos), donde dirige un grupo de investigación volcado en hacer que sus desarrollos lleguen al mundo real, bien a través de startups o en colaboración con la industria.
A Antoni le mueve una vocación clara: «No siento que vaya a trabajar, siento que voy a explorar, a intentar resolver problemas». Para Forner, la ciencia no es solo conocimiento, sino servicio, una forma de dejar huella positiva y de transformar el planeta desde la curiosidad y el compromiso.
Por eso considera valioso que la Princesa Leonor, una figura joven y cercana a su generación, respalde con su presencia los premios Princesa de Girona. «En una época marcada por la posverdad y el pesimismo, necesitamos mensajes de esfuerzo, trabajo duro y esperanza», reflexiona. Cree que visibilizar el talento joven y el sacrificio que exige la ciencia es clave para inspirar a las nuevas generaciones. «Los retos que tenemos por delante son enormes, y cuanto antes nos pongamos a preparar a los jóvenes, antes podremos resolverlos». Con este propósito, Forner trabaja cada día desde su laboratorio para conseguir ese futuro energético que el mundo necesita: más limpio, más justo y posible.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete