El hombre del traje gris

Y si Baudelaire nos enseñó que no es posible ser sublime sin interrupción, el pleno del Congreso nos muestra que más difícil aún es ser mediocre sin descanso. Pero ahí los tienen de nuevo, Gobierno y oposición, oposición y Gobierno, la cara y la cruz de un mismo estilo canchero, consiguiéndolo miércoles tan miércoles y curso tras curso. Vuelven las sesiones de control a la carrera de San Jerónimo y, si tuviéramos que resumir lo sucedido, diríamos que el PP quería hablar de Begoña, que en ese momento comparecía ante el juez Peinado, pero el PSOE prefería hablar de Gaza; que el PP quería hablar de prostíbulos, pero al PSOE le apetecía más hablar de la fosa en la que Tellado quiere enterrar al sanchismo, intentando sacar provecho de sus declaraciones.

Noticia Relacionada

Sánchez insiste en que la llegada de inmigración irregular se ha reducido, pero Marlaska ignora la ruta Balear

Inés Ruiz-Jiménez

Moncloa negó la condición de «contingencia migratoria» al Gobierno de Marga Prohens

Por si acaso quedaba alguna duda, ya aviso que no lo consiguieron. Las declaraciones de Tellado, además de desafortunadas, son inofensivas y nadie en su sano juicio puede pensar que el número dos del PP quiera enterrar físicamente a nadie. Así que no funcionó, lo que no debe ser motivo para que en el PP se relajen con este tema. Es momento de que se enteren de que todo error no forzado -y en el PP son expertos en ese noble arte- será utilizado por el Gobierno para trasladar a la opinión pública una supuesta radicalidad, una agresividad ultra y una violencia verbal incompatibles con la democracia. Esa es la estrategia. Pero, en cualquier caso, llama la atención que tanto Bolaños como Montero vieran en la alusión a la 'fosa' una falta de respeto a las víctimas de la dictadura, en lugar de a todas las víctimas de la guerra. Porque me permito recordarles que fosas hubo en los dos bandos. O a lo mejor se creen que el túnel de la muerte de Usera era un 'escape room'. «Han cantado Franco», dijo Tellado. «El comodín, como siempre que están apurados». Pero no fue el único. A continuación, lo hizo Jaime de los Santos, en una de esas intervenciones suyas ómnibus y pasaditas de revoluciones, para afear a Pilar Alegría que se haya situado en una deriva totalitaria de corte bolivariano y, a la vez, en plena dictadura franquista. Llegó a acusarla de parecerse a Franco. Empate, pues, a francomodines. Y a vergüenza ajena.

Sánchez, que sigue en el triunfalismo de los datos económicos y en los ataques a la derecha, volvió a salir vivo. Como no le sobra la vergüenza, tampoco los rasguños. Y resulta lógico si lo que tienes enfrente es, por un lado, a Abascal haciéndole el trabajo sucio al PSOE y, por el otro, al PP haciéndole el trabajo sucio a Abascal. En algún Powerpoint alguien les ha dicho que hay que endurecer el discurso y deben haber entendido que eso implica mentir, por lo que Floriano salió para asegurar que el Gobierno no había dicho nada del español asesinado en Jerusalén. Albares le recordó que tenía suerte de estar aforado porque, en caso contrario, habría que denunciar sus calumnias. Aunque lo mismo habría que decirle a Bolaños que, en una mañana delirante, llegó a acusar a Vox de «querer bombardear un barco».

Siguiendo con Floriano, criticó la postura del Gobierno con Gaza, pero lo hizo con unas palabras y un tono tan desacertado que, más allá del fondo, traslada una imagen de insensibilidad con las víctimas que el PP no está sabiendo medir y que no conecta con la mayoría del pueblo español, capaz de escandalizarse a la vez de las barbaridades de Hamás y de las de Netanyahu. Mención especial al retrato de Illa pintado por Cayetana: «Un sanchista sibilino degradado al nivel de un Cerdán correveidile de un caudillo crepuscular». Si la sesión fue una tarta gris, su definición fue la guinda ocre. Armengol, la bailarina.