la semana
Dos caras de la misma moneda
El fanatismo y la soberbia de la izquierda gallega han reducido su papel al de meros palmeros de Frankestein
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Iniciar sesiónA cuatro semanas de las elecciones, las cartas ya han quedado boca arriba. El 23J es un plebiscito nacional sobre el sanchismo y el frente amplio que orbita en torno a él. Y la izquierda gallega, más allá de imposturas de campaña, ha evidenciado que ... está dispuesta a repetir la coalición. Esa alianza ha difuminado cualquier matiz diferencial entre PSdeG y BNG de cara a estos comicios. Ambas fuerzas son igualmente cómplices, tan responsables unos como otros, de los despropósitos de la Moncloa y de los constantes agravios de Sánchez a la comunidad en esta legislatura. Y ambas, además, apuestan por repetir el fallido experimento. Ello clarifica el escenario. Aunque se presenten con papeletas distintas, socialistas y nacionalistas gallegos son el 23 de julio dos caras de la misma moneda.
El sectarismo y la irresponsabilidad de Pedro Sánchez han llevado al país a una política de bloques y trincheras. Y el fanatismo y la soberbia de la izquierda gallega han reducido su papel en la función al de meros palmeros de Frankenstein. Aunque ello supusiese una y otra vez desmentirse a sí mismos y todo lo que pregonaban. Un ejemplo paradigmático de ello es el acuerdo de investidura suscrito por PSOE y BNG. Puro papel mojado desde el principio. Esta semana se ha evidenciado con uno de los compromisos estrella que recogía ese documento, el traspaso de la AP9 a Galicia, que se vuelve a quedar en el cajón. El Congreso certificó el martes el archivo definitivo de la petición por unanimidad efectuada desde la cámara autonómica para transferir a la comunidad la titularidad de la autopista y habrá que empezar de cero.
En realidad, el balance de la legislatura de Frankenstein es nefasto para la comunidad se mire por donde se mire. En materia de infraestructuras y en cualquier otro ámbito. No han llegado los trenes Avril y la A6 sigue cortada un año después de que se desplomase el viaducto del Castro, pero tampoco, por ejemplo, se han distribuido los fondos europeos. Esta semana el Banco de España ha constatado que esas partidas no estaban llegando a las pequeñas empresas y la consultora Ernst & Young ha certificado que, aunque hemos sido el primer país en recibir el dinero, somos el duodécimo en ejecución. Sánchez, con su inacción, está poniendo en riesgo el desarrollo de proyectos estratégicos de la industria gallega. El futuro de Stellantis en Vigo o la planta de Altri en Palas. Y de ello son tan cómplices los socialistas como los nacionalistas.
Ambas fuerzas han avalado durante toda la legislatura con sus votos en el Congreso a Frankenstein. Sin ápice de autocrítica y arrepentimiento y menos aún de propósito de enmienda. Ambos partidos han evidenciado que están dispuestos a mantener su rol de palmeros los próximos cuatro años. Se ha constatado con la posición que han adelantado esta semana unos y otros con relación a la tramitación en Galicia de la ley del litoral. Antes de la campaña de las municipales el presunto líder del PSdeG había anunciado que la apoyarían, pero apenas unos días más tarde Gómez Besteiro replicaba punto por punto el discurso oficial de la Moncloa y ahora el portavoz parlamentario confirma que en efecto no votarán a favor. La postura del nacionalismo es igualmente absurda, reclamando —en la misma línea que la Moncloa— que se transfiera una competencia que la autonomía ya tiene reconocida en el Estatuto.
Dos caras de la misma moneda. Aunque concurran con papeletas distintas el 23J y se empeñen en campaña en fingir diferencias, socialistas gallegos y nacionalistas se presentan a estas elecciones con el mismo objetivo: la reedición de Frankenstein. Y ello clarifica las coordenadas en las que se jugarán estos comicios. Dos alternativas. En cuatro semanas los ciudadanos deciden si optan por la izquierda gallega para entregar España al sanchismo otros cuatro años más o eligen al centroderecha para abrir un nuevo ciclo político y cambiar el rumbo del país.
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