El garabato del torreón
Idiotez catedralicia
No nos cansamos de repetirlo: la ignorancia es una peste
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Iniciar sesiónEs sabido: España estuvo ausente en la reapertura de Notre Dame, un acto al que asistieron dignatarios de todo el mundo, desde Donald Trump a Zelenski, pasando por el príncipe de Gales, anglicano, y Mulai Rachid, hermano del rey de Marruecos y fervoroso musulmán. El ... ministro Albares (cociente intelectual: su edecán en Galicia es el senador Mogo) dice que el culpable del ridículo internacional fue el ministro Urtasun. Y Urtasun, un pijo catalán que va de progre, dice que la culpa fue de Albares.
Uno y otro cojean de la misma pata. Plegados a la disciplina salarial e incapaces de razonar, creen que la reapertura de Notre Dame es cosa de beatas, del arzobispo Ulrich y del papa Francisco. Y a ver quién es el guapo que explica a este par de acémilas quién era Victor Hugo o el valor de uno de las mayores tesoros de occidente en el campo de la polifonía y el gregoriano.
Esta modalidad de fanatismo paleto, que embiste contra lo que no entiende o le parece lesivo para sus intereses (o sea, para su bolsillo), se repite a diario en Galicia, sobre todo en territorios sometidos a ciertas cantinelas. Compostela padeció hasta hace poco a un alcalde que no se quitaba la gorra ni para ventilar los piojos. El pollo dejó plantados a los lucenses cuando le correspondió a Santiago representar al antiguo Reino de Galicia en la Octava de Corpus. «Eso é cousa dos curas e de Franco», dijo aquel tarugo. Y se cargó de golpe cuatro siglos de historia.
Desde hace años, en estas fechas rebrota la 'saecularis muli' o mula laica, una estofa que piensa que para proclamar la laicidad del Estado hay que suprimir de la faz municipal toda alusión, hablada o escrita, encendida o apagada, a la Navidad, o sea a los hechos que hace más de dos milenios renovaron el mundo y nos hicieron a todos (sí, a todos, incluidas las mulas laicas) tal cómo somos. No superiores a otros, claro está, pero tampoco inferiores. No absolutamente libres (porque la libertad siempre se mueve entre la historia y la utopía) pero tampoco doblegados a la estulticia o a al fanatismo de cualquiera. No nos cansamos de repetirlo: la ignorancia es una peste.
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