Ovni

Y todo eso nos da miedo. Es como merodear de noche por un cementerio; no va a pasar nada, nadie te va a interpelar, pero hay algo dentro de ti que te mantiene alerta por si acaso. El 'por si acaso' es hacerle frente a un espíritu o a un extraterrestre que acaba de aterrizar con su nave (la cual, por cierto, lleva décadas sin cambiar su diseño redondo) y enfrentarte a estas presencias con tu lógica y tu inteligencia de terrícola.

Si fuera yo, me encantaría hacerles una entrevista. Les preguntaría, por ejemplo, qué se les ha perdido por aquí, porque, tal y como va nuestra especie, la sabiduría no es nuestro mejor signo de identidad; poco podríamos aportarles a otras dimensiones o civilizaciones que consideramos infinitamente más avanzadas. Pero, en fin, yo les haría una entrevista. Ahora que Galicia está en pie de fiesta y en cada pueblo hay un festejo veraniego, se me ocurre que sería una ocasión perfecta para ver un ovni en plena verbena. ¿Se imaginan a la Panorama y al Combo compitiendo en decibelios con una nave en aterrizaje vertical?

«Venimos en son de paz», diría una voz al desplegarse una rampa, mientras desde las ventanas circulares nos lanzan artículos promocionales del planeta Raticulí o de Ganímedes.

Sinceramente, no creo que eso vaya a ocurrir. Por mucha inteligencia superior que tengan, los alienígenas jamás nos entenderían. Si nos observan verán que igual nos sujetamos micrófonos a los pelos del pecho que nos liamos a golpes en una boda, o que vivimos en un país donde una bandera sirve lo mismo para honrar a la patria que para fregar el suelo, sin contar con la mala calidad de nuestros sacos: les metes una palabra y ya se rompen. Avaricia. Y eso en la Tierra pasa una y otra vez. Por eso, si han de venir los ovnis que sea a la luz del día. Tranquilos, les diremos, ya estamos curados de espanto y aguantamos lo que nos echen.